La Crónica de Madrid: El Cielo Esculpe un Traje Azabache

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Roca Rey, ataviado del mismo burdeos y azabache con el que Yiyo tocó la gloria del toreo, sella una tarde de valor seco en la que estuvo a punto de salir a hombros, pero lo impidió la negativa del palco a entregar el trofeo del sexto; un firme Juli, que dejó dos obras de poder, y un ausente Talavante completaron la corrida In Memoriam.

Redacción: Javier Fernández Caballero – Cultoro.es – Web Aliada – Foto: Luis Sánchez Olmedo

Madrid – España. El cielo esculpió un traje azabache para Andrés el día que el Sanedrín dictó que Roca Rey no debía tocar la gloria. Y habrá más tardes, torero, muchas más para decirle a Madrid lo que llevas dentro.

El domingo Roca Rey caminó del mismo burdeos y azabache con el que Yiyo tocó el paraíso de la Fiesta mientras miraba a la muerte cara a cara -que por desgracia encontró en Colmenar-. Porque tenía el toreo de los 80 la esperanza en un chaval de Canillejas que era todo vida en su sonrisa, en su forma de ser, en su estampa tan torera como jovial. Y le segó un toro la vida y, con ella, la ilusión de quien quería cambiar la tauromaquia.

El domingo, Andrés, esa esperanza para que la Fiesta siga cambiando, construyó una tarde de valor para que la Memoria no la olvide.

Ya intentó clavarle los puñales el serio tercero a Roca Rey cuando se intentó desmayar en la primera verónica a pies juntos. Y luego empujó fuerte en la primera cara hasta derribar al piquero. Con los ojos mirando al horizonte se enfrentó a un vendaval y le plantó la tela por detrás en el centro. Le aguantó tarascadas, le tragó coladas, pisó terrenos quizá no entendidos por el Sanedrín, pero donde queman hasta las falanges. Le aguantó unas coladas que solo si estás en el sitio te pueden quitar de en medio, porque intentó componer aquel quien iba de Yiyo y azabache. Y con una paliza de órdago del jueves; y así, con los muslos reventados, buscó el toreo Andrés y la emoción entre pitones cuando se apagó la llama del de Victoriano. Y el puñetazo que fue gloria para el cielo de José Cubero. El descabello dejó todo en una oreja tras dos avisos.

Luego, la tijerilla desmayada a una mano para rematar las verónicas a pies juntos de recibo al sexto tuvo sabor. El sereno rostro que mostró brindando al tendido ya mostró lo que dentro cuajaba el joven: una obra de magnificencia y espíritu de poder máximo. El que mostró también un toro que transmitió más arriba que la verdad que tuvo en el embroque. Porque se arrancaba con emotividad, pero luego tenía geniudo tranco un animal al que aguantó tarascadas Andrés hasta que el toro lo prendió por el pecho de feísima forma. La plaza entera con él, menos el Sanedrín, al que se enfrentó Roca Rey. Y la maldición de la espada, que le robó una Puerta Grande que se pidió, pero el palco no entregó -quizá no fue la tarde del toreo soñado, de reventar Madrid, más sí de atestiguar por qué llena plazas-.

Dos horas antes, en el primero, ya meció las manos El Juli con sumo temple en las verónicas de manos bajas de inicio y acarició al serísimo de Victoriano en las chicuelinas que Talavante respondió. Y sólo en manos de un Juli que brindó al cielo de Yiyo podía romper un toro con un ritmo oculto que fue desenmascarando entre su embestida desordenada, porque hay que excavar con gobierno en la embestida de un animal para sacarle lo importante y mostrarlo arriba, para profundizar en cada muletazo ante el motor que fue sacando el animal y para proponer por abajo ante el que todos no pueden. E incluso cuando se le acabó la gasolina le buscó el toreo para responder a la intransigencia de aquellos que quieren una oda sin echar cuentas a la materia. Lástima que el acero cayese trasero.

Luego, domeñó por abajo a un cuarto que cortó a los de plata y construyó una obra de firmeza e incluso momentos inspirados a un toro cuarto que tuvo una encastada pero muy compleja embestida. Que pedía un maestro delante. Y supo Julián someter por los dos lados a un toro con duración e incluso cierta emotividad pero que pedía agallas. Y el acero se la volvió a jugar tras proponer la suerte recibiendo.

Ni estuvo ni se le esperó a Talavante, que anduvo como pudo con el primero y luego, el quinto que le manseó, tenía más vida que ritmo, un defecto con el que no supo hacerse Alejandro. Y tenía nobleza el toro, pero una embestida muy desordenada.

Así despachó Madrid una In Memoriam en la que el burdeos y azabache de Roca Rey se arrimó con honores para recordar a José Cubero.

Ficha del Festejo:

Domingo 11 de junio. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Corrida de toros «In Memoriam», homenaje a Yiyo. Fuera de abono. Lleno de «No hay billetes». Tarde soleada y calurosa. Tres Toros de Victoriano del Río (2º, 5º y 6º) y tres de Toros de Cortés (1º, 3º y 4º). Serios y bien hechos en sus diferentes hechuras. (tuvo fijeza, prontitud y casta en sus desordenadas embestidas el primero; con calidad, sobre todo por el izquierdo, pero a menos el apagado segundo; fijo, humillador, con calidad y buen fondo el tercero; tuvo genio y protestó el cuarto; deslucido resultó el quinto; el sexto saco genio, pero pasó obligado ante la autoridad del torero. Julián López «El Juli» (Corinto y Oro): Palmas y Ovación tras aviso. Alejandro Talavante (Malva y Oro): Silencio y Silencio. Andrés Roca Rey (Sangre de toro y Azabache): Oreja tras dos avisos y Vuelta tras aviso. Incidencias: Se guardo un minuto de silencio tras el paseíllo en memoria de José Cubero «Yiyo», tras finalizar el festejo el diestro Roca Rey pasó por su propio pie a la enfermería.

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