Bogotá: No Encuentro Palabras…

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Han pasado un poco más de treinta y cinco horas y aún no encuentro la forma de expresar todo lo vivido en la última de temporada en la Santamaría de Bogotá, tanta verdad, sensibilidad y arte que de seguro se perderá en esta narrativa.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora – Foto: Juan Pablo Garzón Vásquez

Bogotá – Colombia. Lo primero que se me viene a la mente es la presentación de la plaza, en las afueras esos espacios llenos de amistad, colegaje, música, familia, tertulia, educación, cordialidad y dentro del ruedo la expresión pictórica reflejando el símbolo de la pasión, el corazón, que literalmente también representa vida y muerte, está última entendiendo que cuando cesa su latir, hasta ahí llego el caminar. Muchos aficionados y colegas especularon que las imágenes intervenían en el comportamiento de los astados, pero sin ser presuntuoso con la apreciación, la visión del toro es sensible al movimiento, le permite identificar contrastes de luz y sombra, no descifra imágenes, por ello lo expuesto en las tablas del ruedo no intervenían en su proceder, estaban fijas, y no olvidemos que dentro del comportamiento del bravo cuenta que hace remate al acudir a los burladeros.

Ya centrándonos en lo ocurrido en el albero de la primera plaza del país, creo que debo rescatar en primera instancia a los actuantes, cada Torero y sus cuadrillas, porque centraron sus comparecencias en el inmenso respeto al Rey de la Fiesta, cada uno de los tercios se hicieron siempre a favor de los ejemplares, imperó la despaciosidad, la parsimonia, los tiempos justos, el temple, los sitios adecuados y la asertividad en los momentos de reescribir los libretos de lidia. Una profunda admiración a cada uno de los anunciados en el cartel, sin duda alguna han dejado una historia muy bien escrita porque han aflorado los más profundos valores (hoy escasos en la sociedad) como la honestidad, el profesionalismo, la ética, el respeto, la veracidad y el sentido de pertenencia. Se les agradece profundamente porque hemos sentido, vivido y disfrutado de unas expresiones artísticas auténticas, llenas de valor, franqueza, naturalidad y sinceridad, en todos los momentos, independiente de las condiciones del toro, siempre se evidenció el corazón de esta terna excepcional, sin duda, al momento no encuentro palabras para describir tantas cosas bellas.

Las lágrimas afloraron cuando el director de lidia, con la sencillez que lo caracteriza, le rindió un sentido homenaje a un querido hombre de plata que ponía fin a una brillante carrera como torero en activo, ver que lo invitó en su astado a realizar el tercio completo de banderillas, donde él mismo hijo de Béziers obró en la brega y sus compañeros de terna guardaban los sitios respectivos para abrigarlo en la salidas del embroque luego de las ejecuciones, fue algo soñado, creo que Wilson Chaparro “El Piña” aún no despierta de esa profunda emoción. Mas sollozos vinieron cuando Juan de Castilla bordo al sexto de la tarde, que buen toro, no profundizo la pelea en el caballo, es cierto, pero el criterio del antioqueño hizo que se encumbrase, más aún cuando cada cosa hecha, fue precisa y oportuna, por eso hoy lleva el crédito de triunfador entre los triunfadores. La tauromaquia se reinventa cada vez que la arrinconan, la esperanza aflora sin medida, añoramos que grupos como -Casa Toreros-, sigan con tanta pasión en el liderazgo y la organización de estas importantes plazas, sabemos que no es fácil, pero mi venia con sombrero en mano a Don Pablo Moreno, Alberto Cediel y a todo el equipo por tan importantes resultados artísticos, eso devuelve vida a la Tauromaquia en nuestro país. La verdad sea dicha, ya no encuentro más palabras para enmarcar esta corrida de cierre histórico en la Santamaría de Bogotá.

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