Ureña triunfa corneado

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En la tercera de San Fermín y ante un lleno total, Ureña herido corta una oreja del cuarto, Román otra del tercero. José Garrido pechó con dos mansos del voluminoso encierro de Fraile.  

Los atanasios del Puerto de San Lorenzo, todos negros, incluso el burraco quinto marcaron en la báscula 591 kilos promedio, pero cuatro de ellos bien por encima de los seiscientos. También muy en el serio formato de la “feria del toro”. Por la mañana corrieron rápido y solo hirieron a uno. Por la tarde volvieron a probar sangre. Pero seguro no fue su intención, eran más nobles y blandos que otra cosa, incluso con esa docilidad tonta, que rayó en la renuncia y hasta en la inmovilidad, como el quinto y el sexto

Paco Ureña, sobradamente ofició el toreo más fluido y aseado de la tarde, con el mejor lote, cierto, pero lo justificó. Al primero patiflojo y de una obediencia tan sosa que no inspiraba un mal pensamiento le unció en tandas limpias por las dos manos y hasta en un circular invertido de aire boyancón antes de la estocada de tardo efecto. La plaza ocupada en su batahola musical ignoró todo, lo correcto y lo incorrecto.

Cuba”, el cuarto, de 625 kilos, se tragó nueve verónicas y media de corto trazo y aire burocrático. Iturralde le picó con cariño y el murciano se le puso de rodillas en los medios para seis derechas en redondo y ya de pie un ayudado y uno de pecho que acabaron con la guachafita musical. Con la atención sobre sí aprovechó los amistosos viajes, ligándolos de a cinco y de a cuatro, con sus respectivos remates. Desentonando poco, pero sí de cuando en vez. Una capeína, un cambio de mano, un natural, un forzado, un molinete y uno de pecho, todos en el mismo paquete, adornaron antes de la estocada, de la cual salió corneado y profusamente sangrante. Hizo mucho aspaviento, fue al callejón, se dolió manifiestamente, volvió, rechazo ayudas, el toro no doblaba, tomo la cruceta, la tiró, se sentó en el estribo exhibiendo la herida, sonó el aviso, el animal se echó, comenzó la petición… Entonces él, se desmayó dramáticamente en brazos de sus banderilleros que corrieron con él partiendo ruedo a la enfermería, para luego venir a recoger la oreja.

El gesto de quedarse fue admirable, cómo no. La valentía lo es. Pero esta forma tan histriónica de representarla ciertamente no entronca con la gallarda historia de la torería. Hay que ver cómo murió Paquirri. Perdónenme. El cirujano dijo después que seguramente estaría en activo antes de dos semanas. Buena noticia.

Román, dijo —me gusta venir, esta plaza es como yo, y se torea como se és— Lo demostró con el segundo, blando, desrazado y noblón. Desenfado, arrojo juvenil, transparencia. Como negarse a ello. Dos largas cambiadas de rodillas deshilvanadas con lances a dos manos sin remate. Mientras sol entonaba a todo pulmón “Yo sé bien que estoy afuera, pero el día que yo me muera sé que tendrás que llorar…” Cuatro verónicas y media, más o menos, y la “La chica yeyé” se tomó la plaza. En esas, vino Garrido y se fajó un estupendo quite por chicuelinas, que Román replicó a la saltillera. Pamplona hervía. Dos rodillas a tierra y seis por alto. Tres tandas derechas de a cinco en las que no faltó sino la emoción del toro que iba y venía sin bravura. Los naturales fueron de a menos, aunque algunos buenos, y el epílogo de bernadinas desembocó en una espada pasada y eficaz que cortó oreja. El quinto, de 630, burraco, bello, que arrancó una ovación pronto desengañó. Se paró y se paró. Estocada, descabello y a otra cosa.

José Garrido, tuvo su momento más lucido en el quite ya reseñado al segundo. Su lote manso, tardo, inexpresivo le obligó a dos bregas fatigosas y estériles. Le puso el estoque hondo al tercero, saliendo desarmado y tomando el olivo, para regresar a descabellarlo. Al sexto se le arrimó sin reato, pero ni así logró moverlo. Se tiró con todo, voló alto, pero dejó la espada completa y arriba. No se le podía pedir más.

 

Hoy presidió Don Joseba Asirón Sáez, honorable alcalde de Pamplona y neo-antitaurino. Dicen que ha sido abonado los últimos treinta y seis años, pero declaró recientemente que le gustaría un San Fermín sin corridas. La chistera le sentaba bien, el cambio de bando no, no, no.

FICHA DE LA CORRIDA

Pamplona. Sábado 7 de julio 2018. Nubes. 3ª de San Fermín. Lleno. Seis toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados 591 kilos promedio, nobles, bajos de raza y fuerza. Mejores 2º y 4º.

Paco Ureña, palmas y cornada oreja tras aviso recogida por la cuadrilla.

Román, oreja y silencio.

José Garrido, silencio y palmas tras aviso.

Incidencias: Paco Ureña, entrando a matar el 4º sufrió cornada de 15 centímetros de trayectoria en el tercio medio, cara interna del muslo derecho, terminó la lidia y pasó a cirugía en la enfermería de la plaza

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