Para un niño de 8 años ser torero es difícil, pero hoy en día, ya siendo adolescente, me siento feliz de estar cumpliendo mi propósito de vida.
Redacción: JUAN SIMÓN LONDOÑO www.eltiempo.com
Tengo 16 años y soy aspirante a rejoneador. Los toros han sido mi sueño desde que tenía 8 años, desde ese momento he querido ser torero y dedicar mi vida a este mundo, haciendo lo que quiero, lo que sé hacer y para lo que me he preparado con disciplina, dedicación y compromiso.
La cultura taurina en mi familia siempre fue un tema de amores y odios, teniendo en cuenta que mi padre siempre ha amado la fiesta y con amor me mostraba videos de los grandes toreros y rejoneadores que se convirtieron en mi motivación para seguir mi sueño de algún día convertirme en uno de ellos. Sin embargo, mi madre no es aficionada. Pero al ver mi sueño y mis ganas de ser rejoneador, empezó a recorrer todos los pueblos de Colombia para ver toros y cada día se enamora más de nuestra tradición.
Para un niño de 8 años ser torero es difícil, pero hoy en día, ya siendo adolescente, me siento feliz de estar cumpliendo mi propósito de vida al lado de mi maestro y amigo Juan Rafael Restrepo. Cada día me siento con más capacidad de combatir en la arena y me da mucha adrenalina tener un animal bravo detrás de la grupa de mi caballo.
Para mí sería triste y devastador que por las ideas cerradas de un grupo de supuestos “progresistas” mi sueño y mi razón de vida se vean frustrados. Cada vez que veo algo que tenga que ver con la prohibición de mi sueño, la tristeza se apodera mí, pues es mi vida y mi futuro, y es a eso que me quiero dedicar.
No es justo que nosotros los jóvenes de este hermoso gremio, con distintos sueños, propósitos y proyectos de vida, veamos frustrada nuestra profesión por una ley que vulnera nuestros derechos y libertades de creencia. Es por eso que, como aspirante a rejoneador, quiero que todos los picadores, banderilleros, novilleros, monosabios, aficionados, ganaderos, matadores y rejoneadores nos unamos para defender nuestras metas y que no se prohíba la actividad que elegimos desempeñar.
A mis 16 años no me voy de rumba los viernes y sábados como hacen la mayoría de mis amigos, porque entreno para ser mejor cada día. He pasado momentos tristes porque hasta los profesores me han dicho “asesino” desde que era un niño, he perdido amistades por estar detrás de este sueño, he recorrido el país conociendo las plazas de toros, y también he ido al Congreso para defender la tauromaquia. Pero no me oyen porque soy un niño y mis derechos y mis sueños no están en el mismo nivel de los que lo quieren prohibir.