Una oreja para Álvaro Lorenzo y una más para Ginés Marín se antoja botín escaso para lo que albergaba el fondo del encierro charro
Redacción: Marco Antonio Hierro – Cultoro.es – Web Aliada – Foto: Luis Sánchez Olmedo
Madrid – España. Viendo el resultado numérico y la impresión subjetiva del inicio del San Isidro del exilio, uno comprende por qué no se ve más una ganadería con los números de El Pilar en los carteles de campanillas. Es verdad que está en las ferias importantes, es verdad que goza de prestigio y es verdad que Moisés Fraile defiende muy bien lo que vale cada toro, porque si no lo va a vender bien, lo mata José Tomás a puerta cerrada y al menos se pega un homenaje. Pero sin perder un ápice de dignidad. Y con el tremendo banco de pruebas del que más lento late el toreo. Porque embiste tan sumamente lento el raboso pilarón que ni cuando sale uno malo deja de atisbarse la calidad. Y deja dudas también del que está delante. Por eso es fácil escuchar por lo bajini –entre los que visten de luces- lo de “ni una más”.
Entre los que pueden elegir, claro. Porque entre los que bastante hacen con estar en las ferias tienen que enfrentarse porque no les queda más remedio. Pero todos, unos y otros, comprueban lo difícil que es templar el toreo cuando un animal te embiste tan despacio. Lo haga bien o lo haga mal, y es ahí donde está la exigencia; si lo cuajas, eres un superclase, pero si no puedes, no pasas de gracioso. Y el toro excelso se puede quedar en manso y descastado. Y eso no lo entiende todo el mundo.
Lo entendió hoy Ginés Marín, que vive un momento extraordinario y que ve regular al malo, bueno al regular y tremendo al bueno, pero cuando has cogido velocidad de crucero, das por supuestas determinadas cosas en las faenas que no te perdona el toro de El Pilar. Por eso le pegas chicuelinas de infarto de salida al toraco que cerró plaza, y lo ves claro para pasarlo muy cerca cuando las inercias te ayudan, pero tienes que tirar de toda tu sapiencia para ponerlo en ritmo después y llegar al tendido conduciendo arrancadas. Sólo cuando entendió la largura a zurdas y cuando comprendió la importancia de tomarle el pulso dejó de permitirse licencias con el tempo. Y todo fluyó mejor. Por eso paseó una oreja con el peor raboso de los cuatro buenos. Buenos, sí. Aunque ahora pueda pensar que de esto ni una más.
Ni una más querría Álvaro Lorenzo si su perfil académico y elegante no le obligase a estudiar las arrancadas y superar sobre la marcha los errores. El toledano enlotó uno de los de la clase excelsa, y le cortó una oreja en el quinto acto, pero tuvo que construir y buscarle el ritmo. Y cuando lo encontró, la faena ya estaba siendo demasiado larga. Porque con esto de El Pilar da la impresión de que se deja uno demasiado por decir cuando no fluye ligado. Y él también buscaba, como el que sabe que olvida algo y no termina de recordar qué es. Hasta que conectó el metrónomo y le pegó dos tandas al mermado toro, tan castigado en varas como bien tratado en banderillas, para cortarle una oreja que supo a poco y se protestó mucho. Porque era la primera de feria y era muy importante fijar bien el listón.
El listón de la corrida lo fijó muy alto el primero de la tarde, musculado sin estridencias, noble de expresión y trato, humillado en cada arrancada y de embestida lenta. Lentísima. Tanto que le costó a López Simón lancear con el capote porque no terminaba de acertar con la cadencia cuando las inercias brillaban por su ausencia. Era toro de degustar el toreo, de encumbrar la excelencia y de tirar de lírica para el recuerdo, pero no era toro de abrir plaza, temporada y feria. Para ese hay que estar muy rodado o terminar pensando que no se quiere ni una más. A pesar de haberle recetado derechazos, de haber firmado un bello toreo a dos manos y de haber sufrido una aparatosa voltereta y haberse librado por los pelos. Este era toro de torear. Mucho.
Como lo fue de tragar quina el cuarto, con el que lanceaba Alberto de salida mientras la megafonía, que no se entendía ni una pizca, podía estar recordando las medidas higiénicas o anunciar oferta de Míster Proper en la planta de menaje del Hipercor. Y esa también es una razón para salir pensando que de El Pilar… ¡Ni una más!
Ficha del Festejo
Plaza de toros de Vistalegre, Madrid. Primera de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Unas 3.000 personas en el tendido. Seis toros de El Pilar, serios de presencia. Enclasado y de ralentizada embestida el gran primero; noblón pero exigente en el pulso el astifinísimo segundo; de mejores inicios que finales el espeso tercero; orientado y a menos el feo castaño cuarto; de gran calidad y templada embestida el mermado en varas quinto; de muy buen fondo el exigente y serio sexto. Alberto López Simón (marino y oro): ovación y ovación. Álvaro Lorenzo (pizarra y oro): silencio tras aviso y oreja. Ginés Marín (fucsia y oro): silencio tras aviso y oreja tras aviso.
Con seria corrida de El Pilar, oreja de ley para Ginés Marín por una actuación meritoria y de compromiso. Oreja también para Álvaro Lorenzo, serio y seguro con su lote. López Simón cogido sin consecuencias. pic.twitter.com/5JLhcgZjPF
— Toros (@toros) May 13, 2021