Castella y los antis

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Bogotá, Castella con el 5º. Foto: Camilo Díaz

En tarde de periféricas, cultas y pacíficas protestas, el francés arrobó la Santamaría con dos faenas notables, la primera de oreja y la otra, superior, empañada con la espada. Castrillón silenciado y Morante, con el peor lote y el estoque romo, irritó la parroquia. Desrazado encierro.

Los ernestogutiérrez, negros, cuatreños, con 521 kilos promedio, salieron dispares de cara y calado, pero unánimes en la falta de bravura, sosa nobleza y poca fuerza. Aún así la fijeza del segundo y  el quinto hicieron aplaudir sus arrastres. Los tardeos, renuncias, medios viajes, caminatas insulsas, blandeos, escarbes, amagues de rajada, incluso coces, deslucieron su presentación. Con tan poco material se abrió la temporada bogotana. Fecha, tenemos que decirlo, marcada por la “culta” y pacífica protesta de los antitaurinos que por primera vez aquí, “La Atenas Suramericana”, prescindieron del insulto y la violencia. Cumplieron lo que prometió la alcaldesa Claudia López; discrepancia sí, pero con libertad y respeto mutuo. Vale.

Sebastián Castella, pletórico de amor propio, confianza, criterio, aplomo y autoridad se hizo dueño de la tarde. Llegó en sustituciòn de Roca Rey. No lo dejó extrañar un segundo. Eso resume todo, mejor dicho, casi todo, pues no asertó con la espada y así redujo la grandeza de su triunfo. Al segundo, del que recibió una oreja le puso la espada caída y al quinto le pinchó tres veces, la primera a destiempo. Luego lo estoqueó trasero. Por lo demás, chapó. Su faena final surgió de la nada. El toro remolón y deslucido ante la capa descabalgó de mala manera a Cayetano y esperó taimadamente a los banderilleros. La plaza langudecía sin esperanzas. Mas no Sebastián que lo brindó a su peón Benavidez e hincó las dos rodillas en tierra para siete redondos, uno tras otro y una firma, ya erecto. La ovación explotó como un grito de sorpresa y redención. Otra serie de cuatro y pecho. Increíble, el toro iba, desganado, aburrido, pero franco. Tuvo un gran argumento la obra; comprensión. Convirtió la modorra del Gutiérrez en lento y largo temple, su docilidad en circular ligazón y su falta de combatividad en exquisitez. Un toro descartado por todos fue resuelto de manera magistral sacando la tarde del fárrago y la desilusión. Voces y cobres agradecían cada suerte. Brillante faena de manso, no faltaba sino la suerte suprema que no tuvo suerte. La exigida vuelta al ruedo fue clamorosa y consolaba en algo la desafinada nota final que abortó el premio mayor.

El otro, leal y sosito recibió una lidia generosa en saludo, quite y muleta. Menos aseada, sí pero con muchos más claros que oscuros. La gente a fondo con el torero impuso la oreja tras la estocada caída que su señoría y los cánones quisieron reclamar.

Morante de la Puebla, recibido con bombo y platillo, había traído feligreses desde los cuatro putos cardinales. La plaza parecía una convención morantista. La ovación prologal que magnánimo quiso compartir con sus alternantes fue un manifiesto de fe. Sin embargo no apareció la magia. Su lote, malo mas no mucho peor que los de los otros, no encontró interpretación. Dos verónicas brillantes perdidas entre otras baladís, al saludar el primero. Unos delantales airosos al quite y pare de contar. Un pinchazo y sin estoquear, una retahíla de crucetazos al desgaire (siete), dos avisos y una rechifla furiosa que contrastó con el melifluo recibo. Del quedado y flojo cuarto se desentendió desdeñoso, le abanicó unos muletazos de trámite, pocos, y en medio del enojo despechado le mató con media cuarteando.

Luis Miguel Castrillón, tuvo en el tercero los embites más codiciosos de la corrida y las dos primeras tandas ilusionaron, pero el toro se lesióno la mano izquierda. Protestas y peticiones de eutanasia que no quiso atender buscando un lucimiento imposible. La clientela se le impacientó y la muerte diferida por tres pinchos, media cuchillada, un aviso y un descabello, silenciaron el ágora. De revancha le pegó al sexto la estocada de la tarde, para cerrar una brega signada por el esfuerzo en suplir la carencia emocional de la bestia, poniéndolo todo él. Hubo mérito pero no premio.

Castella confirma la madurez de su toreo, su condición de figura y su vergüenza torera. A sus triunfos en las ferias de Cali y Manizales se suma este que hoy no fue total, pero casi. En contrapartida Ernesto Gutiérrez ahonda su bache.

FICHA DEL FESTEJO

2 de febrero 2020. Plaza de Santamaría. 1ª de Temporada. Sol y nubes. Tres cuartos de aforo. Seis toros de Enesto Gutiérrez, dispares, bien presentados y desrazados.

Morante de la Puebla, silencio tras dos avisos y silencio tras aviso.

Sebastián Castella, oreja y vuelta tras aviso

Luis Miguel Castrillón, silencio tras aviso y silencio.

Incidencias: Saludó Jaime Devia tras parear el 3º.

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