Paco Ureña rubrica al natural una tarde destinada a su primera Puerta Grande en esta plaza con los dos únicos toros buenos de una mansa corrida de Victoriano del Río.
Redacción: Marco Antonio Hierro – Cultoro.es – Web Alida – Foto: Luis Sánchez Olmedo
Madrid – España. Es difícil saber desde qué momento. No recuerda nadie, a día de hoy, cuándo saltó la chispa que se fue azuzando con el tiempo, con los años, con las actuaciones, con la entrega. Paco Ureña tocó por fin hoy el cielo de Madrid, que le esperaba a la puerta de un inmueble de la calle de Alcalá, justo al lado del destino que había escrito este tendido para él.
Todo se hizo presente hoy, cuando lo recibieron con una ovación cerrada, lo empujaron en cada instante que pisó el ruedo y hasta le cantaron como extraordinarias cosas bastante corrientes con ese tercero al que se lo hizo todo al revés. Pero cuando emergió en el sexto, justo debajo del tendido 7, para plantarse como una estaca en los estatuarios del inicio, perfectamente engarzados con el desdén entregado, encaderado, ralentizado… magnífico. Cuando remató ese saludo desnudo de artificios y de mandangas, estaba sellado ya el destino, caminito de Alcalá.
Allí se sobrepuso Ureña a su mal fario de otras tardes, a su falta de suerte, de tino o de precisión. Allí estaba –y él lo sabía- el pasaporte a la gloria que otras tardes no había tenido la oportunidad de agarrar. Esta vez lo apuñó como apuña el capote –qué belleza de lances y qué horrible impresión la de torear con los puños- y no se le fue de los naturales que fueron tan él, tan Paco, como las tardes de mejor inspiración, pero esta vez no quedaron sin premio. Despatarrado al natural, con el pecho ofrecido, la cadera presta para girar despacio, el vuelo sutil para dirigir la entregada humillación del gran toro de Victoriano. Paco fue Paco en su estado más puro, y eso –junto al sopapo perfecto que supuso la estocada- fue lo que lo llevó al cielo.
Antes lo había llevado allí un topetazo del tercero, el otro toro bueno de la corrida de Guadalix, al que le equivocó las distancias, la estructura y la intención, y en uno de los muletazos en que se le quedó debajo del dibujo sin gobierno le partió una costilla sin piedad. Peligro de neumotórax le avisaron los doctores; bajo su responsabilidad ganó la apuesta que no podía pasar de hoy. Y bajo su responsabilidad se despojó de urgencias, de tensiones y de presión para ponerse a torear. Era así de facíl.
Fácil era también entender al primero, bravo por todos los hermanos, porque se lastimó en un doblón de los muchos de Castella y aún así no dejó de embestir jamás hasta que lo arrastraron las mulas. Cojitranco, sí, pero bravo. Aunque no sirviese para el toreo por los defectos de su arrancada ni se ajustase al toro que precisa Sebastián para que su tauromaquia brille. Porque tampoco se ajustó el cuarto, que es verdad que se rajaba, que es verdad que era manso y que tenía el genio a flor de piel, pero obedecía, humillaba y quería trapo cuando se acoplaban a sus necesidades.
Necesidades no tiene muchas el peruano Roca Rey, pero orgullo y ambición los tiene por arrobas para andar por encima de dos toros mansos que se negaron a pelear. Anda seguro y anda resuelto, pero también anda listo para saber cuándo no está aquello para apostar alamares. Y hoy no lo estaba.
Hoy estaba todo listo parta que descerrajase Ureña el portón que da a Alcalá, aunque haya firmado aquí tardes mejores y faenas más emotivas. Todas ellas se hicieron presentes en el tendido junto con la desgracia que ya no es posible olvidar porque forma parte de él y la que hoy lo partió en dos antes de salir al sexto. Todo ello se hizo presente cuando se lo llevaron para Alcalá. Donde tenía el destino un tío que de verdad lo merece.
Ficha del Festejo
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Corrida extraordinaria de la Cultura. No hay billetes. Toros de Victoriano del Río, una escalera de presentación. De buena calidad sin fuelle el lastimado y bravo primero. De gran clase y entrega el enfondado segundo. Emotivo en la arrancada humillada el manso y geniudo tercero. Protestón con genio el exigente cuarto. Mansurrón sin entrega el obediente quinto. Extraordinario el sexto, de vuelta al ruedo. Sebastián Castella (negro y oro): silencio tras aviso y silencio. Paco Ureña (carmesí y oro): vuelta y dos orejas. Roca Rey (negro y oro): silencio tras aviso y silencio.