Madrid: Y al Séptimo Llegó el Descanso

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El Fandi se tropieza con un bravo toro de Santiago Domecq en un encierro de seis toros con opciones que terminó con Aguado en la enfermería y López Simón desdibujado.

Redacción: Marco Antonio Hierro – Cultoro.es – Web Alida – Foto: Luis Sánchez Olmedo

Madrid – España. Sólo hubo seis esta tarde, es verdad, pero cuando arrastraron al bravo sexto, un espectáculo de animal en todos los tercios hasta que sufrió las consecuencias de los rigores del tercer puyazo, ya habían abandonado la plaza varios miles de personas para los que el final de la feria había supuesto el descanso. Todo eso 34 tardes después del inicio del San Isidro más exitoso del siglo XXI, el que muchos postulaban como el desastre de la década. Es lo que tiene el toro.

El toro es el que asistió al último acto de la función de Simón Casas, porque la corrida de Santiago Domecq sirvió toda para tocar pelo. Cierto es que no hubo un toro rotundo, redondo, incontestable –tal vez lo hubiera sido el sexto de no sufrir tanto castigo en los primeros tercios-, pero también lo es que todos ofrecieron virtudes para transformar en triunfo. Y con ninguno llegó.

El que más cerca estuvo de lograr el premio fue el sevillano Pablo Aguado, el que soportaba hoy el peso de la taquilla y el responsable del ‘No hay billetes’ del último festejo del serial, que no entraba en el abono y era una corrida de la Prensa en la que la prensa ya tiene poco o nada que decir. En esa esquina esperaba Madrid a Pablo para que llegase a reventar de nuevo la feria, esta vez en su último renglón. Y lo estaba logrando con un animal de tanta nobleza y voluntad de tomar el trapo que había que administrarle las alturas para que durase un poco más. Pero salió la personalidad, el sello personal de un artista al que le valieron dos tandas al natural, con la mano cada vez más por abajo, para volver a conquistar este ruedo. Porque todo fue muy sincero, muy desnudo de artificios, muy verdad. Hasta la cornada que se llevó en la única ventana que dejó en la faena para que se colase el tercero y lo dejase en un toro la tarde que debía reventar Madrid.

Y el toro que se quedó en los chiqueros fue el propicio para ello, pero lo toreó El Fandi. Es cierto que David procura que no se le vaya ni un pie cada vez que pisa Madrid, y que nunca elude el fielato de Las Ventas a pesar de que no necesita esta plaza para funcionar. Pero el precioso castaño sexto, que salió en el encierro del debutante Santi Domecq para sonrojar a algunos de reata, fue demasiado torrente de bravura enclasada para que llegase a la muleta con el fondo intacto. Tres puyazos. El segundo haciendo saltar al picador por los aires. El tercero en la distancia y con el ímpetu de llegar a meter el riñón. Y entre cada uno de ellos, El Fandi volando capote por chicuelinas, tafalleras, gaoneras… Se comprometió en banderillas como pocas veces el granadino, pero hasta el cuarto par al violín sobró para preservar a Zahareño. ¡Qué gusto hubiera sido verlo en plenitud! Era el pensamiento común cuando lo arrastraban entre una clamorosa ovación.

Lo demás fue López Simón y su empeño en desarrollar una tauromaquia difícil de clasificar y de asimilar para el que tiene en mente lo que siempre fue el concepto de Simón. Despachó y despachó a la velocidad que imponían los toros. Le sacó al segundo la muleta por debajo de la pala en los dos primeros muletazos sin tener en cuenta si lo acusaría el animal, y así fue. Le atizó al quinto muletazos de todos los palos hasta que terminó por desentenderse. Y entre uno y otro, no llegó el premio que buscaba el de Madrid ni el acto que ansiaba la plaza. Incluso habiendo material.

Porque si algo tuvo el festejo, además de los seis toros, es la sensación cierta y manifiesta de que San Isidro se acabó. Y habrá que pantearse si es bueno plantearlo tan largo.

Ficha del Festejo

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Última de la feria de San Isidro. Corrida de toros. No hay billetes. Toros de Santiago Domecq, correctos de presencia y parejos de juego y opciones. Enclasado, con movilidad y fondo el buen primero, ovacionado en el arrastre; mansurrón de exigente, pero importante embestida el segundo; humillado y con voluntad el justo tercero; obediente, repetidor y humillado el buen cuarto; repetidor con movilidad y entrega el quinto, aplaudido; bravo el gran sexto, muy gastado en el caballo. El Fandi (nazareno y oro): división, silencio y silencio en el que mató por Aguado. López Simón (marino y oro): división tras aviso y silencio. Pablo Aguado (corinto y oro): ovación tras dos avisos y herido.

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