Redacción: Carlos Ilián – marca.com
Plaza de Madrid. Cuarta corrida. Asistencia:21.150 espectadores (casi lleno). Toros de MONTALVO (5) y un sobrero de ALGARRA (4), hubo poquita fuerza, aunque 1º,2º y 3º se taparon por su buena clase. GINÉS MARÍN (7), de azul marino y oro. Estocada. Un aviso (una oreja). Pinchazo y estocada. Un aviso (silencio). LUIS DAVID (5), de lila y oro. Estocada (vuelta). Bajonazo (silencio).PABLO AGUADO (7), de marfil y oro. Pinchazo y bajonazo (silencio). Estocada que atraviesa y dos pinchazos (saludos)
Después de su apoteosis en Sevilla había ganas de ver en Madrid a Pablo Aguado. La gente casi llenó la plaza pero su ilusión tuvo que esperar hasta el sexto, cuando ya anochecía, para paladear el toreo infinito de la mejor tauromaquia que lleva dentro este chaval. Había pasado un trago muy amargo en su primer toro que en dos ocasiones se lo echó a los lomos, especialmente cuando ejecutaba un derechazo con una espeluznante cogida. No perdió lo papeles y se puso delante otra vez, intentando el toreo por ambos pitones.
A partir de ese momento la tarde se había torcido y ya solo quedaba la esperanza del sexto. Y fue el momento que todos esperaban. Pablo Aguado fue parando el tiempo en los redondos y especialmente los naturales. Cámara lenta en cada muletazo mientras la plaza enmudecía a la espera del siguiente. Aguado silenciaba Madrid. Pureza en la ejecución y temple infinito. Faena medida en el tiempo, sin necesidad de otra grandeza que esos muletazos para el recuerdo. Y como tantas veces lo exquisito dio paso a un feo espadazo y dos pinchazos. No merecía tanta grandeza ese final. Pero ya Aguado tiene Madrid a sus pies.
Ginés Marín ya había puesto la tarde muy arriba en su primer toro al que nunca perdió la cara hasta meterlo en la muleta y templar en los naturales de mucho fondo. Momentos de oro y una estocada arriba y una oreja de ley. El cuarto fue un inválido en el que se empecinó contra el sentido común.
Luis David se llevó el toro de la tarde, el según do. Cuajó dos tandas impecables sobre la mano izquierda pero dejó muchos espacios y nunca entendió eso de cruzarse al pitón contrario. Mató muy bien en la suerte de recibir. Hubo petición fuerte de oreja pero se debió conformar con una vuelta al ruedo. En el quinto toro, blandísimo, brujuleó sin rumbo.