Llegando a Pamplona

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BARQUERITO.FOTO BERNARDO CORRAL

De San Jorge a Burlada los taxistas prefieren venir por el centro, es decir, cruzar el Arga, subir a Pamplona por la Avenida de Navarra y dar al fin con el Centro antes de enfilar la carretera de Francia, y vuelve a cruzar el río. No cruces dos veces el mismo río, vino a decir Heráclito hace siglos.

En prevención de lo cual, es mejor pedirle al taxista que enfile desde la estación de ferrocarril la larga cinta de Marcelo Celayeta hasta el final, que evite la variante y corte por el atajo que te ahorra semáforos y te mete en Burlada por la puerta de atrás. Se tarda menos.

¿El precio es lo de menos? Se trata de entrar en Pamplona como es debido. Desde Burlada y no pasando de largo por esa avenida de tilos y tilos frondosos en hilera que vienen desde Merindades hasta la muga de Beloso en rampa no sé si suave, Modere su velocidad. ¿Nueve euros? Te descargan la maleta y, a pesar de ser taxista de Pamplona, se asombra de que alguien pueda venir a vivir aquí diez días y diez noches a ver corridas de toros. Y ocho encierros a las ocho de la mañana..

Descansa y sube hasta la Meca, la Meca de Pamplona, detente en su jardín, los internos del asilo tomando en paz el sol de mediodía, que calentaba, y busca a pie la plaza del Castillo, la bajada de Javier, la calle Estafeta, la Casa del Libro, un tinto en el Fitero, la casa de Noel con su obligada ausencia para siempre jamás, una mesa en el Iruñazaharra de Mercaderes, menú del día -sobresaliente-, pisto con huevo, la merluza en salsa de langosta, el sorbete de manzana, un café y a desandar lo andado. En busca de los tilos de Burlada, que han crecido en fronda, y del escaparate de la librería Eslava. Todo está donde hace un año estaba.

En los toros hacía esta tarde fresquito. Anoche cayeron dos o tres tormentas.

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