Casta del Viejo Conde

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Brava y dispar corrida santacolomeña. Iván Vicente, quien puso el toreo, Javier Cortés y dos picadores ovacionados. Javier Jiménez en silencio. Cortés cogido por el quinto fue remitido con politraumatismos.   

El anunciado desafío ganadero resultó en un pleito de familia muy asimétrico. Santacolomas, menos el primer sobrero, un manso jabonero impotable, de Marca. Cuatro Pallarés, cinqueños, con 149 kilos de diferencia entre los extremos. Contra dos cuatreños de Rehuelga, parejos en sus 487 kilos promedio. Cárdenos, cararratas, finos y asaltillados de cuernas, cantando el parentesco Buendía. Ya de juego, solo desentonó el sexo que se paró en el último tercio. El segundo fue cambiado casi que automáticamente por la presidencia sin mediar opinión del respetable. Repitieron sin hallar mando en los capotes. Fueron a los caballos desde las crecientes distancias tipo concurso de ganaderías y cumplieron. El cuarto y el sexto tomaron la tercera vara desde los medios con codicia. Y Héctor Vicente y Agustín Romero, respectivamente, abandonaron el ruedo en medio de soberanas ovaciones. Francos y alegres en banderillas, echaron encastada nobleza, pero por ellos o por las muletas hubo muy poca ligazón, lo cual quitó emoción a las lidias. Aplaudidos en el arrastre, segundo, tercero y cuarto (que también lo fue de salida).

Iván Vicente, con su toreo elegante, lento y pausado puso el contenido estético en la tarde con sus dos lidias. Erguido, sobrio, sereno, capaz, templado y cuando pudo ligado, pareció por momentos que su distinción, sobre todo al natural, desbordaba el gusto del grueso público que contempló sus obras con silencio indiferente o reverente. No sé. Desde acá no pude precisarlo. Pero la frialdad, sobre todo tras la gustosa faena del cuarto, me hace pensar que fue lo primero. Los veinticuatro naturales al primero, de cartel algunos, con dos tandas rimadas entre ellos. Quizá no hubiesen sido agradecidos de no haberlos firmado con una de las estocadas de la feria. Toreada, lenta, en la cruz toda y letal. Solo ella valdría una oreja (para las que se han dado). La ovación final sonó como un mea culpa del tendido.

El cuarto, muy veleto y puntudo, que como ya dijimos lució su hermano en varas, lo brindó a Colombia. En particular a Juan Bernardo Caicedo, ganadero, nuevo empresario de Cali y a otros amigos. Como para honrar el homenaje se echó el trapo a la izquierda y bordó la mejor tanda de la tarde, cuatro de libro y el obligado. Soplaba el viento duro. Eso incomodó algo la segunda serie por el mismo lado. Pero sin para mientes, dominando trapo y toro, una más de cinco y otra de cuatro, todo natural. Ahí, hubiese podido cerrar la faena triunfal, como una pequeña joya. Pero el no es Curro Romero, largo y terco, abundo; brisa de cara, público autista, toro a menos y emoción perdida. Pinchazo arriba, estocada desprendida, desarmada, aviso buscado y las palmas para «Turquesito», no para él.

Javier Cortés, me parece que fue desbordado por la exigente bravura del segundo bis. El más de la tarde. Al reverendo unipase le sudó la trabajosa brega. Durante la cual perdía con frecuencia no solo el temple, sino el sitio, el mando y una vez la muleta. La gente, solidaria, obviaba todo. Y cuando tiró al toro con un fierrazo delantero, desprendido le sacó al tercio. Luego de ovacionar con más razón el arrastre, claro. Quizá les pesaba el recuerdo de su reciente salida corneado.

Bueno, pues el quinto, el reserva, manso y avieso de Marca. Un auténtico parche jabonero, mal cosido en la corrida, le cogió espantoso. Al aire, alto, caída con cabeza tronchada ¡Uy! Paliza en el suelo. Maltrecho se puso de nuevo, sin poder ofrecer nada más que su integridad y su arrojo. Con tres en hueso y estocada baja desanudo la trama. Pasó aplaudido a la enfermería y de allí al hospital con politraumatismos y un puntazo.

El otro Javier, Jiménez, sintonizó más con las dificultades de sus toros que con el público. Su toreo de pases y pasos, no vende. De Belmonte para acá y de eso hace un rato, hay que ligar. Parar, templar, mandar, cargar la suerte y ligar. Fácil decirlo. Media estocada feísima, y otra honda con el tercero. Buen toro. Y dos pinchazos y una completa con el marmolillo sexto de 624 kilos que había dejado todo en el peto.

Rehuelga tiene que lidiar una corrida completa en Las Ventas, la plaza y el hierro se lo deben a sí mismas desde el año pasado. Quizás los veterinarios lo permitan algún día. Igual Pallarés. La casta del viejo Conde campea todavía en el siglo XXI. Qué bueno.

FICHA DE LA CORRIDA

Madrid. Jueves 7 de junio 2018. Plaza de Las Ventas. Desafío ganadero, 31ª de San Isidro. Nubes y viento. Medio aforo. Cuatro toros de Pallarés, 542 kilos promedio, entipados, disapares y encastados; 1º y 3º de Rehuelga, en tipo del hierro, 487 kilos promedio, encastados. Aplaudidos.

Iván Vicente, saludo y silencio tras aviso.

Javier Cortés, saludo y palmas.

Javier Jiménez, silencio y silencio.

Incidencias: Ovacionados los picadores Héctor Vicente en el 4º y Agustín Romero en el 6º

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