En la de Beneficencia, Ginés Marín recibe una oreja protestada, Antonio Ferrera es ovacionado y Miguel Ángel Perera silenciado. Un encierro sin bravura, poco picado y a menos.
Corrida de postín, fuera de abono, con S.M. El Rey Emérito en el palco real. Ornato de gala y un casi lleno de público algo distinto del habitual pero igualmente desigual, que juzgó con pasión y discrepancia permanente. Los deAlcurrucén, le dieron tema y bastante. Cuatro negros y dos colorados, cuatreños, de 562 kilos promedio, astifinos de sienes estrechas y cómodas cunas. No fueron bravos. Huidos de capotes y de petos, seudopicados de puerta a puerta, desordenados en banderillas y de poco fondo. Cuando seguían el trapo lo hacían con poca convicción y cuando lo protestaban lo hacían impacientes, pero sin ganas de pelea. No transmitían.
El tercero, “Doctor”, según la tablilla, casi utrero, con los cuatro años recién cumpliditos y sin las cinco hierbas. Era de junio 2014 y estamos a junio. En semejante fecha y en Las Ventas. La basílica mayor. Tuvo una docilidad, tonta y empalagosa. Obedecía caminando, con supina sumisión y sin el menor asomo de bravura. Iba y venía dejándose hacer lo que fuera con resignada pasividad. Su arrastre sin una oreja fue casi que ignorado. El primero fue el de más casta y trasmisión. Lo destacó el mayoral Teo González quien al final del festejo declaró “No estoy contento, a la corrida le ha faltado vida”. Eso dice todo.
Ginés Marín, es el niño consentido del momento. Su casi repentino asenso a los carteles VIP, la condescendencia de públicos, empresas y palcos con él no son su culpa. Trata de justificarlas en el ruedo, con una técnica bien aprendida subrayada por su carisma. Adusto, no abusa del efecto. Pero sagaz. aprovecha cada oportunidad que se le brinda y esas condiciones que quizá no valgan para ser torero de época todavía, si valen para serlo de moda. Madrid, que lo proyectó a esa categoría con benevolencia, ya se dio cuenta y apenada consigo misma, como tantas veces, ahora trata de nivelarlo (Igual que Morante, al ruedo que no pisa). Justicia social. Buena en política, pésima en arte.
Así el joven extremeño, el tercero de los que hoy actuaron, vio sus faenas castigadas por unos y aprobadas por otros, cuya mayoría en connivencia con don Trinidad López Pastor Expósito le otorgaron la oreja del mencionado tercero. Al que había oficiado una faena distante, largando tela y picuda de muleta, pese a la empalagosa facilidad. Parafraseando al mayoral; una faena de poca vida. Rematada con un pinchazo y una estocada efectiva. Flaco favor esa oreja tan controvertida. Pues estas concesiones, en esta plaza (que da y quita) comienzan a lastrar la hoja de vida de un torero. Él no es culpable, toreó como sintió el toro que le echaron y lo mató con decoro. La responsabilidad va más arriba.
El sexto fue un desastre en los dos primeros tercios. Huyó del peto, manseando con descaro. En banderillas se defendió lo cual propició que al final quedara un reguero vergonzoso de palos por toda su anatomía y el piso en medio de una protesta escandalosa. Nada. Cito de largo y el alcurrucén arremetió al galope, codicioso en tres tandas iniciales. Parecía bravura. Qué va, pura bravuconería. Salía desentendido. “Me dejaba descolocado cuando volvía” dijo Ginés. El asunto es que la faena deslavazada, en la cual hubo muletazos buenos, trascurrió en un ambiente desapacible, mejor dicho, una batahola de pitos y palmas. Pinchazo desarmado con correteo y espada pasada y tendida. Quizás don Trinidad quedó a la espera de pañuelos que no aparecieron para abrir la Puerta grande. Pudo ser.
Vibración hubo en la primera faena con el manso encastado, que se espantó ante las capas, y puso a trabajar mucho a los dos picadores, Navarro y Prieto, para poder cazarlo y ponerle unos piquitos. Luego derribó a Montoliú que no quiso dejarse arrebatar el capote. Poca cosa en banderillas. Antonio Ferrera, se le fue de una vez por naturales, seis, y diez más todos de cara alta y de a uno en uno, mas tomados con rabia. Buscándole las vueltas, alargó, cambió de mano dos veces, hasta que ligó las dos tandas que parecían imposibles. De a cuatro y cinco naturales. El negro revolvía en corto. La estocada fue completa y aplaudida pero no valió. Dos descabellos y el aviso dejaron la cosa en saludo. Al manso descastado cuarto, le trasteó de trámite. Le pinchó dos veces le pegó un fierrazo caído y tres descabellos con un aviso.
Miguel Ángel Perera con un lote realmente malo, volvió a pasar de puntillas por el ruedo de sus mejores triunfos. Estoqueó con poco tino y estilo a los dos y oyó un clarinazo en cada uno. Silencios, piadosos, respetuosos mejor.
Este cartel en medio del epílogo torista de la feria pareció y resultó fuera de lugar. Dicen que el toro no solo debe ser bravo en el caballo, sino en todos los tercios. Estos no lo fueron en ninguno.
FICHA DE LA CORRIDA
Madrid. Miércoles 6 de junio 2018. Plaza de Las Ventas. Corrida de Beneficencia, 30ª de San Isidro. Sol y viento. Casi lleno. Toros de Alcurrucén, 562 kilos promedio, bien presentados y mansos.
Antonio Ferrera, saludo tras aviso y silencio tras aviso.
Miguel Ángel Perera, silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Ginés Marín, oreja protestada y silencio.
Incidencias: Asistieron en el palco real, SM Don Juan Carlos Rey Emérito, la Infanta Helena y Doña Pilar de Borbón