Bajo la piel del bravo: San Fermín

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Bajo la piel del bravo: el viaje oculto de los toros en San Fermín

Redacción: www.nationalgeographic.com.es

Una mirada profunda al origen, selección y destino de los protagonistas silenciosos de los encierros de Pamplona.

En las mañanas embriagadas de adrenalina y tradición de Pamplona, el estruendo de los cascos contra la piedra resuena como un eco ancestral. La ciudad despierta con el estallido de un cohete y el pulso de miles de cuerpos que corren.

Pero en medio de la vorágine humana, hay seis presencias majestuosas que atraviesan las calles con una dignidad salvaje: los toros bravos, herederos de una estirpe milenaria, criados para embestir, resistir y, por desgracia, morir.

Cada jornada, del 7 al 14 de julio, a las ocho en punto de la mañana, seis toros de lidia recorren los 875 metros que separan los corrales de Santo Domingo de la plaza de toros. Junto a ellos, seis cabestros —bueyes mansos— los acompañan para mantener la cohesión de la manada en ese corto, frenético y peligroso recorrido que rara vez supera los tres minutos.

Pero ¿de dónde vienen estos animales?, ¿cómo se eligen?, ¿y qué les espera tras cruzar la puerta de toriles?

CRIATURAS CUIDADOSAMENTE SELECCIONADAS

Los protagonistas del encierro no son animales comunes. Cada uno de estos toros proviene de una ganadería española de renombre, cuidadosamente seleccionada para participar en la feria taurina más mediática del mundo. Este 2025, nombres como Jandilla, Fuente Ymbro, Cebada Gago, Álvaro Núñez, La Palmosilla, Victoriano del Río y los legendarios Miura forman parte del cartel. Cada día, una ganadería distinta aporta seis toros, criados bajo estrictos criterios genéticos y etológicos.

La raza de estos animales es el Bos taurus ibericus, más conocido como toro de lidia. Se trata de una estirpe autóctona española, moldeada durante siglos para acentuar su bravura, su vigor físico y su instinto de embestida.

Los toros que llegan a San Fermín son machos de entre cuatro y cinco años, con un peso promedio de 500 a 600 kilos. Su vida transcurre en dehesas y campos abiertos, donde se fomenta su musculatura, resistencia y comportamiento natural hasta alcanzar la madurez necesaria para la plaza.

La selección de los toros para Pamplona no se deja al azar. Los ganaderos buscan ejemplares que no solo cumplan con los cánones físicos —cuernos simétricos, alzada imponente, trapío elegante—, sino que también muestren un carácter definido, impulsivo pero no caótico. A menudo se someten a pruebas de bravura en el campo, donde se mide su reacción ante estímulos y su capacidad de embestida. Esta preparación es crucial para garantizar tanto el espectáculo como la seguridad de los corredores.

UNA VIDA BREVE

Una vez que los toros llegan a Pamplona, su destino está marcado. Tras completar el encierro, son conducidos a los corrales interiores de la plaza, donde descansan durante unas horas. Esa misma tarde, a las 18:30, se celebra la corrida en la que cada uno será lidiado por un torero profesional. En la mayoría de los casos, los toros no sobreviven el día. La lidia culmina con su sacrificio en el ruedo, en una ceremonia controvertida que algunos ven como arte y otros como violencia ritualizada.

La vida del toro de lidia es breve y profundamente simbólica. Se cría durante años para vivir apenas unos minutos de gloria o de miedo. La raza en sí es un prodigio biológico: musculosa, resistente, con una capacidad cardiovascular admirable. Como ya hemos contado, su sistema fisiológico entra en un estado de tensión extrema antes de morir, liberando niveles de cortisol y adrenalina altísimos debido al estrés, la carrera y la lidia.

La otra cara del espectáculo es la conciencia animal, un debate cada vez más presente en la sociedad. Numerosos colectivos antitaurinos denuncian el sufrimiento inherente tanto al encierro como a la corrida. Aunque el toro vive en libertad gran parte de su vida, su final es violento. En los últimos años, incluso entre quienes celebran la fiesta, ha crecido una corriente que participa de las tradiciones sin presenciar la lidia. Muchos ciudadanos, en especial los más jóvenes, giran la cara en la plaza o se retiran antes de que empiece la corrida, como revelan fuentes de RTVE.

En definitiva, detrás de cada encierro hay una historia genética, cultural y emocional que pocos conocen. Seis toros, seis vidas, seis destinos entrelazados con una tradición que no deja a nadie indiferente. En un país donde la tauromaquia sigue dividiendo opiniones, los toros de San Fermín son símbolos vivos de una España que camina entre lo ancestral y lo moderno, entre la gloria ritual y el dolor silenciado.

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