Castella y Luque saludan. Perera silenciado. Desrazado y dispar encierro de Alcurrucén…
Redacción: Jorge Arturo Díaz Reyes
22 V 2025 – En la taquilla estaba el cartel de “No hay billetes”, pero avanzada la corrida las andanadas de sol lucían semivacías, y aun en las gradas uno que otro pequeño claro. Entonces habrá que decir que hubo casi lleno con boletería vendida, y que quizá la filantrópica reventa fue la que asumió las pérdidas.
Por lo demás, expectativa, buena onda, tarde preciosa y cálida, y… comenzaron a salir los discretos y dispares alcurrucenes, vacíos de bravura y sin ni siquiera la emoción del manso con genio. Poco adictos a los capotes, llevarlos a los caballos fue un proceso. Mejor seis procesos, para no incluir al cuarto bis de Zacarías Moreno, que sustituyó al único cinqueño del encierro que se declaró cojo. Igualarlos también fue kafkiano. Todo eso alargó la corrida injustamente.
En la fila de adelante, dos elegantes no habituales, optaron por darle a la ginebra, a las selfies y a la conversación extra taurina como para no perder el modo fiesta en que habían ingresado, ya que del ruedo no les llegaban vibraciones. Que entre otras cosas lo miraban poco. Es que yo de toros no tengo ni puta idea decía uno girándose sonriente.
“Caporal” se llamaba el sobrero, de 578 kilos. Fue el único que brindó codiciosas ráfagas entre largos intervalos de husmear y escarbar ignorando los cites de Castella. Quien dicho sea de paso impartió dos bajonazos de categoría. Uno al primero y otro a este, al cual, tras brindarlo a la concurrencia, le había aguantado galope desde las tablas, clavado como una estaca en la boca de riego, para cambiarlo ya en el embroque, tres veces por la espalda, dos por el pecho, engarzando con dos naturales y el de pecho. No me vengan con el cuento de que como no es el toreo fundamental-ista, no vale. Hay que tenerlas bien puestas. Luego, en el mismo terreno se ofreció a las espaciadas ventoleras del zacarías, llevándolo en series de diverso calado, pero en una de buen temple y ligazón de cuatro derechas, cambio de mano, natural y pecho que logró bajarle volumen a la tiradera del siete y aledaños. Pronto la retomaron, repartiendo cargos entre toro y hombre. La plaza otra vez polarizada. Como siempre. Las dos Españas.
El desplante final con tocada de pitón provocó enojo y el bajonazo final asomos guerreristas entre los que pañuelo en mano y voz al aire pedían la oreja y los que no. Don José Antonio Rodríguez San Román, sabiendo que ante tal desmán de lesa tauromaquia no cabía decisión salomónica, optó por obedecer el reglamento, defender la categoría de la plaza y contradecir a los modernistas, para quienes la suerte suprema parece ser la suerte ínfima. Le chiflaron, pero no tanto. Más lo hicieron sus opositores al saludo del maestro francés.
Por lo demás Perera que se sumó a la sosería de su lote parece haberse declarado en huelga con la espada. Aviso antes de igualar, pinchazo, estocada caída trasera, y tres descabellos al segundo. Con el quinto, tres pinchazos, salto al callejón, media espada trasera, un aviso y un descabello. Así no hay cartel que resista. Luque, no ahorró esfuerzos en arar en el mar. Saludó por su mérito laboral con el inexpresivo tercero y lo hubiese hecho con el sexto si la gente no estuviese buscando la salida, empujada por el viento gélido que cerró la tarde. Los alegres vecinos también se veían venidos a menos. Pero no tanto como el resto.
FICHA DEL FESTEJO
Por lo demás, expectativa, buena onda, tarde preciosa y cálida, y… comenzaron a salir los discretos y dispares alcurrucenes, vacíos de bravura y sin ni siquiera la emoción del manso con genio. Poco adictos a los capotes, llevarlos a los caballos fue un proceso. Mejor seis procesos, para no incluir al cuarto bis de Zacarías Moreno, que sustituyó al único cinqueño del encierro que se declaró cojo. Igualarlos también fue kafkiano. Todo eso alargó la corrida injustamente.
En la fila de adelante, dos elegantes no habituales, optaron por darle a la ginebra, a las selfies y a la conversación extra taurina como para no perder el modo fiesta en que habían ingresado, ya que del ruedo no les llegaban vibraciones. Que entre otras cosas lo miraban poco. Es que yo de toros no tengo ni puta idea decía uno girándose sonriente.
“Caporal” se llamaba el sobrero, de 578 kilos. Fue el único que brindó codiciosas ráfagas entre largos intervalos de husmear y escarbar ignorando los cites de Castella. Quien dicho sea de paso impartió dos bajonazos de categoría. Uno al primero y otro a este, al cual, tras brindarlo a la concurrencia, le había aguantado galope desde las tablas, clavado como una estaca en la boca de riego, para cambiarlo ya en el embroque, tres veces por la espalda, dos por el pecho, engarzando con dos naturales y el de pecho. No me vengan con el cuento de que como no es el toreo fundamental-ista, no vale. Hay que tenerlas bien puestas. Luego, en el mismo terreno se ofreció a las espaciadas ventoleras del zacarías, llevándolo en series de diverso calado, pero en una de buen temple y ligazón de cuatro derechas, cambio de mano, natural y pecho que logró bajarle volumen a la tiradera del siete y aledaños. Pronto la retomaron, repartiendo cargos entre toro y hombre. La plaza otra vez polarizada. Como siempre. Las dos Españas.
El desplante final con tocada de pitón provocó enojo y el bajonazo final asomos guerreristas entre los que pañuelo en mano y voz al aire pedían la oreja y los que no. Don José Antonio Rodríguez San Román, sabiendo que ante tal desmán de lesa tauromaquia no cabía decisión salomónica, optó por obedecer el reglamento, defender la categoría de la plaza y contradecir a los modernistas, para quienes la suerte suprema parece ser la suerte ínfima. Le chiflaron, pero no tanto. Más lo hicieron sus opositores al saludo del maestro francés.
Por lo demás Perera que se sumó a la sosería de su lote parece haberse declarado en huelga con la espada. Aviso antes de igualar, pinchazo, estocada caída trasera, y tres descabellos al segundo. Con el quinto, tres pinchazos, salto al callejón, media espada trasera, un aviso y un descabello. Así no hay cartel que resista. Luque, no ahorró esfuerzos en arar en el mar. Saludó por su mérito laboral con el inexpresivo tercero y lo hubiese hecho con el sexto si la gente no estuviese buscando la salida, empujada por el viento gélido que cerró la tarde. Los alegres vecinos también se veían venidos a menos. Pero no tanto como el resto.
FICHA DEL FESTEJO
Jueves 22 de mayo 2025. Madrid, Plaza de toros de Las Ventas. Sol. Cartel de “No hay billetes”. Siete toros, seis toros de Alcurrucén, soso y dispares, y 6° bis de Zacarías Moreno, encastado.
Sebastián Castella, silencio y saludo.
Miguel Ángel Perera, silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Daniel Luque, saludo y silencio.