Lanzamiento: AvenTorero – Entre «Agujetas» y «Badila»

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El escritor y crítico taurino Nicolás San Pedro de visita en por tierras colombinas presentará en Bogotá y Cali su nueva obra literaria AvenTorero – Entre «Agujetas» y «Badila». El primer paseíllo del nuevo libro se realizará en el restaurante El Pórtico (kilómetro 19 – Autopista Norte) de la capital colombiana el próximo viernes 5 de agosto a partir de las 5 de la tarde.

Redacción: Javier Baquero JABA – Voyalostoros – Internacional

Nicolás Sampedro: “Los“picadores eran héroes populares, verdaderos personajes a todos los niveles»

Redacción: Pedro Casado Martín

Hablar un rato con Nicolás Sampedro (Bogotá, 1970) es rememorar aquellas grandes tertulias taurinas que tuvieron fama en el pasado y que se celebraban en los cafés o las antiguas reboticas, pues es un aficionado cabal y de una sapiencia sobre la historia taurómaca envidiable. Actualmente residiendo en Barcelona, ya en su niñez comenzó a interesarse por la tauromaquia, llegando a probar suerte como torerillo en su tierra. Tras abandonar la idea de querer ser torero (sigue siendo aficionado práctico), se pasó a la investigación y difusión de los entresijos de la tauromaquia, llegando a formar parte, entre 2008 y 2011, de la junta directiva de la Plataforma para la Promoción y Defensa de la Fiesta. Es autor de varios libros, y tras abandonar el ensayo, se ha estrenado en la narrativa con la obra “El Aventorero, entre «Agujetas» y «Badila»”, en la que se recuerdan a los grandes varilargueros de la historia de una forma sencilla y directa, acercándolos al gran público. Que mejor que él para hacer un repaso por la historia del tercio de varas…

De Bogotá, ciudad en la que te sentiste torero llegando a participar en algunos festejos, a Barcelona, una de las capitales históricas taurinas del país, en la que te has convertido en un estudioso de la historia de la tauromaquia, ¿qué te llevo a dejar muleta y estoque por los libros y la pluma?

Por los años 80 en Bogotá, era fácil ser aficionado a los toros. Las figuras pasaban largas temporadas, hay varias ganaderías y querer ser torero era visto de otra manera, con admiración.

En mi caso, dejar el capote y la muleta fue fácil porque no tenía valor para afrontar varios temores, el toro, el ridículo y especialmente el familiar. Mi padre tenía afición, pero no la suficiente como para que el niño se pusiera delante. Así que decidí aprender a torear, con la intención de ser mejor aficionado, de esta manera se llega a conocer los dos mundos que separa el callejón. Fue cuando realmente disfruté el toreo práctico.

En realidad, siempre he estudiado o he pretendido estudiar la tauromaquia. Comencé a escribir sobre mis notas en una revista que editaba la plaza toros de Cali y en algunos programas de mano en el 94 o 95. Llegué a Barcelona en el 2003 para hacer un master, en marketing, atraído por la ciudad, pero especialmente por la tradición taurina.

«EN CUESTIONES HISTÓRICAS NORMALMENTE LA MEJOR FUENTE ES LA MÁS ANTIGUA»

Varios trabajos de referencia en el mundo de la investigación taurina llevan tu firma, ¿cuáles son tus fuentes de referencia e información?

Tengo muchas fuentes, en materia taurina y algunas no taurinas. Lo importante es tener la suerte de dar con la fuente precisa en el momento indicado.

En cuestiones taurinas, es necesario analizar o sacar conclusiones con la mente puesta en el momento de la historia que se está estudiando. Es un error sacar conclusiones, especialmente técnicas si se analiza la historia desde la visión del siglo XXI.

Para citar algunas fuentes literarias citaría las tauromaquias de «Pepe-Hillo», «Paquiro», «Guerrita», Domingo Ortega, Rafael Ortega o Antonio Cheñel «Antoñete». Y escritores tan fundamentales para la historia del toreo como: José Sánchez de Neira, Antonio Peña y Goñi, Antonio Fernández de Heredia «Hache», Amós Salvador, «Dulzuras», Tomás Orts «Uno al Sesgo», Federico Alcázar, Gregorio Corrochano, Claude Popelin, Guillermo Sureda, Pepe Alameda, o Joaquín Vidal, entre muchos otros.

Casualmente los escritores que más se han prodigado son en los que menos confianza tengo, como es el caso de Leopoldo Vázquez Rodríguez. En el siglo XIX, se le conocen tantas obras, muchas veces varios libros en el mismo año. Se le criticó que escribía de memoria, sus obras tienen algunas imprecisiones y no llegaron a inspirar la confianza que tenían otros.

Pero ante la duda, en cuestiones históricas normalmente la mejor fuente es la más antigua.

Ensayista reconocido, te has lanzado con tu último trabajo al mundo de la narrativa, ¿crees que puede ser una buena forma de acercar la historia al gran público? Se me viene a la cabeza la gran repercusión del Belmonte de Chaves Nogales…

Desde de que me embarqué en esto, he buscado escribir los libros que siempre he querido leer. Me pasó con «Cargar la Suerte» y con «Y después de Fuentes ¿Nadie?».

Atrevidamente decidí entrar en la narrativa buscando una manera amena y por momentos hasta divertida de contar la historia del toreo. En «El Aventorero» se cuentan varios aspectos de la historia del toreo, pero de ningún modo puede ser considerado como un libro de consulta.

Con esta historia he buscado salirme un poco de los tópicos actuales de la literatura taurina. Al común de los aficionados y no aficionados, cuando se trata este tema, se le viene a la cabeza el libro grande, como el Cossio, que es el icono. Es una pena, pero los libros de toros son percibidos como algo antiguo y desafortunadamente cuesta ver un libro de toros en las librerías. Algunos libros son complicados de leer y difícil de entender.

La oferta es reducida porque la demanda también lo es. Es importante trabajar en este sentido.

Sin duda alguna cuando se piensa en un libro de este tipo es necesario pensar en «Juan Belmonte, matador de toros» de Manuel Chaves Nogales, pero más que esta obra me ha inspirado «Las glorias del toreo», de Manuel Fernández y González, un libro de final del siglo XIX con episodios novelescos de toreros de final del XVIII y principio del XIX. Otro libro es «De la sangre del toro…» de «Uno al Sesgo». Del primer tercio del siglo XX, era su libro preferido dentro de su obra y en muchos aspectos autobiográfico.

Por último, nombraría toda la obra de «Maqroll el Gaviero» de un paisano mío, Álvaro Mutis. Aunque no es taurino la riqueza literaria es indiscutible.

         Francisco, José y Juan Fuentes – Picadores – Fotografía Beauchy, 1898 (BNE)

En “El aventorero, entre <<Agujetas>> y <<Badila>>” se hace un buen repaso a los grandes nombres del tercio de varas de finales del siglo XIX y principios del XX, ¿cuáles son para ti los mejores varilargueros de la historia y por qué?

Es una pregunta muy difícil, creo que todas las épocas del toreo han tenido grandes profesionales de la suerte de varas, cada uno dentro de su época.

«Agujetas» y «Badila» fueron figuras dentro de un extenso abanico de profesionales de final del XIX y principio del XX. El mismo Antonio Bejarano «Pegote», que es protagonista en la historia, fue una referencia en la cuadrilla de «Guerrita».

Como todos sabemos, luego llegó el peto y las circunstancias devaluaron la suerte y a los profesionales hasta la llegada de las rayas de picar. Desde entonces, nuevamente hemos podido disfrutar de verdaderas figuras del toreo.

He tenido el privilegio de ver a muchos picadores, pero por mi origen recuerdo especialmente durante los 80 y los 90 a Efrén Acosta y Anderson Murillo, daba gusto verlos en la plaza y en la calle.

El siglo XX ha tenido grandes profesionales y dinastías de picadores que han marcado época. De los actuales no me gustaría nombrar alguno porque temo dejar de nombrar a otros varios.

En aquella época, los picadores tenían casi más protagonismo que los propios toreros, ¿a qué era debido? ¿Tanta expectación causaban entre el gran público?

Por entonces en los carteles se anunciaban a los picadores primero que los toreros y hoy como sabemos, se pueden vestir con chaquetillas bordadas en oro.

Picar un toro tenía por entonces casi la misma importancia que ponerse delante para matarlo, incluso el propio «Badilla», en ocasiones se bajaba del caballo para banderillear y hasta para entrar a matar con muleta y espada, no olvidemos que por entonces los picadores tomaban la alternativa.

Eran héroes populares y muy admirados, verdaderos personajes a todos los niveles.

«LA SUERTE DE VARAS COMO HOY LA CONCEBIMOS, EN LA MAYORÍA DE OCASIONES ESTÁ DESTINADA A HERIR, MÁS QUE A PICAR, SON DOS COSAS DIFERENTES»

El tercio de varas, está perdiendo cada vez más protagonismo y se está convirtiendo en un mero trámite; como conocedor de la evolución histórica de esta parte de la lidia, ¿a qué crees que es debido? ¿Existiría alguna forma de revertir la situación?

En la ejecución actual de la suerte, con el caballo que sale al ruedo, el tamaño del peto y las dimensiones de la puya, es importante tener claro lo que buscamos como aficionados.

La suerte de varas como hoy la concebimos, en la mayoría de ocasiones está destinada a herir, más que a picar, son dos cosas diferentes.

Cuando se habla de aquellos toros míticos del siglo XIX que mataban tantos caballos y tomaban tantas varas, no lo hacían ni con el caballo que hoy sale a la plaza ni con la puya con que se pica actualmente. Recuerdo una entrevista que le hizo Gregorio Corrochano al Duque de Veragua en 1917. Decía el Duque que antiguamente a los toros se les perdonaba la vida después de diez puyazos y se curaban rápidamente. Hoy, — hablando de esa época—, un toro regresa al corral después de ser picado y es muy posible que muera.

¿Que podríamos decir de un toro que en pleno siglo XXI ha sido indultado y se le ha picado correctamente? Cuando se pueden contar con los dedos de una mano los toros a los que se les ha perdonado la vida, después de haber pasado correctamente por el caballo, y encima han sobrevivido.

Evidentemente es necesario hacer cambios a la hora de picar, más que nada para disfrutar nuevamente de la suerte y que de esta manera deje de ser un mero trámite durante la lidia.

Cuando pensamos en la tauromaquia de los países americanos, por tradición histórica, el aficionado siempre habla de México y Perú; siendo colombiano, ¿qué nos puedes decir sobre la historia taurina de tu país?

Es verdad, México y Perú han tenido mucha tradición, pero Colombia también la ha tenido. Su esplendor llega durante el siglo XX con la suerte de varas como hoy la conocemos, y cuando grandes aficionados interesados y especialmente profesionales, trabajaron por el desarrollo de la fiesta en el país.

La llegada del «Papa Negro», Rafael «El Gallo», los Dominguín, Domingo Ortega o el propio «Manolete», marcaron un camino para la posterior aparición de figuras locales como el maestro Pepe Cáceres o el maestro César Rincón.

Por otro lado, la ganadería ha tenido mucha importancia en América, personas como Ignacio Sanz de Santamaría, Clara Sierra o Francisco García, por nombrar algunos, sembraron la semilla para que Colombia tenga hoy la importancia ganadera que tiene. Un sector que desafortunadamente y por el estado actual de la fiesta, lo está pasando muy mal.

Desgraciadamente, ahora mismo la continuidad de los toros en Bogotá corre un serio peligro, algo parecido a lo que ha ocurrido en Barcelona… ¿Es por un verdadero sentimiento animalista o se trata de una cuestión política en ambos casos?

Los dos casos son por temas políticos.

En Bogotá, un alcalde que ahora se presenta a las elecciones generales, de manera arbitraria prohibió los festejos y posteriormente la justicia le dio la razón a la fiesta. Ahora se quiere diluir en el tiempo esta sensación de que no hay toros, además que se ponen mil trabas para adjudicar el inmueble. Esto está haciendo mucho daño. Es una pena porque la plaza de Bogotá cuenta con una de las mejores aficiones que conozco, capaz de hacer silencio hasta escuchar las pisadas de los toros y de la misma manera juzgar la incorrecta ejecución de las suertes cuando se requiere.

Como aquí, en Colombia hay mucha gente que trabaja contra la arbitrariedad política, con la libertad por bandera. Tienen mucho mérito, porque les tenemos mucho que agradecer.

¿Tendremos un nuevo libro o con esta última novela se cierra tu etapa de escritor?

Espero que sí, no sé cuándo, pero me gustaría tener un nuevo Aventorero, esta vez en el siglo XIX.

Como sabes, el personaje principal de la novela es muy versátil, no tiene nombre, es atemporal, valiente y con buen gusto. Posee ciertos rasgos de personalidad que me permiten jugar con él en diferentes periodos de la historia del toreo.

                                   Portada del último libro de Nicolás Sampedro

Para finalizar, un deseo para los próximos años.

Cuidar de cada detalle de la fiesta y de sus tradiciones, pero hacerlo desde dentro. Tenemos que recuperar la cotidianidad, pero esto no lo lograremos contando escaños, sino trabajando para ofrecer un espectáculo que interese.

Es muy importante exigir y verificar la integridad de la fiesta, así como la correcta ejecución de las suertes del toreo.

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