El toro americano

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En América, “nuevo continente”, han crecido las más grandes bestias terrestres y los más gigantescos árboles. En sus mares y ríos, los más largos y caudalosos del planeta, navegan los mayores animales acuáticos. El profundo y extenso manto fértil, y la variedad de altitudes y microclimas propician la exuberancia. Para no ir más abajo, donde la riqueza mineral es incalculable.

Paradójicamente, aquí, el toro de lidia, como la mayoría de los humanos que son pobres y no pocos mucho en medio de tal abundancia natural, tampoco la refleja en el ruedo. Pese a ella y a las periódicas importaciones genéticas no alcanza medirse con sus parientes europeos en dimensiones, armas, poder ni furor. Acaso el feraz hábitat en vez de potenciarlo como a todo el resto de la biología vernácula, le minimiza y desbrava. O quizá el factor humano. O ambos. Quién sabe. Hay teorías.

Pero no son las únicas adversidades afrontadas por este inmigrante durante su medio milenio de adaptación, (recordemos que la ganadería más antigua del mundo es “Atenco”, mexicana, fundada en 1.528 por Juan Gutiérrez Altamirano primo del bizarro Hernán Cortés).

Desde entonces, el recién llegado se desparramó y su culto, a despecho del desmedro, le garantizó supervivencia. Se daban festejos taurinos en sur, centro y norteamérica. Donde por casi cuatrocientos años de dominio hispano-portugués se fraguó una nueva identidad. Latinoamérica.


Identidad que como el trapío y la casta se han ido diluyendo. Históricamente, la influencia de potencias competidoras, las guerras de independencia, el fin del imperio español, la creación de estados-naciones, la política  y los abigarrados tsunamis migratorios, arrastraron cosmovisiones que fueron ahogando tradiciones en muchos lugares. Entre ellas la del toro, confinándolo a donde las corridas aún permitieran su conservación.

Hoy otro fenómeno, «globalización», centrado en valores, modos y modas ajenos, amenaza también esos reductos. Exigiendo «por piedad» el aniquilamiento absoluto del que acorralado continúa peleando su existencia contra el medio, los enemigos y… hasta los amigos.

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