Imágenes que documentan una tarde inaugural donde Cali volvió a latir al compás del toro bravo, con liturgia, temple y verdad.
Redacción: Jerónimo Baquero y Gerardo Márquez
Cali – Colombia. Las fotografías de la primera tarde de toros en Cali no solo registran instantes: fijan carácter. Desde los tendidos hasta el tercio de varas, la lente captura la liturgia íntegra del rito, el saludo de capote, la reunión en la suerte, el pulso exacto del embroque, con una devoción que se percibe en cada encuadre. Hay toros plantados, pitones por delante, humillación franca y una plaza que acompasa el silencio cuando el muletazo manda y el cite se gobierna con pulso y distancia. Cali reaparece en las imágenes como capital taurina que entiende la ceremonia y exige verdad.
El relato visual avanza con criterio técnico: cuadrillas bien armadas, brega limpia, lidia medida y un público que lee la faena. La cámara se detiene en la expresión del torero cuando liga por abajo, en la reunión justa que honra la bravura, en el gesto del aficionado que reconoce la pureza del trazo. Es una narrativa hecha con amor y devoción por el toro bravo, donde la estética nace del rigor y la emoción brota cuando la muleta manda y el acero cae en su sitio. Cali, así retratada, no solo abrió plaza: reafirmó su compromiso con la tauromaquia auténtica.
