Lo Bueno, Lo Malo, lo Feo y lo que No se Vio en Arbeláez

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La corrida de feria en Arbeláez dejó momentos memorables y otros para la reflexión: desde la destacada organización empresarial hasta fallos de protocolo y respeto taurino.

Redacción: Gerardo Márquez Garzón

Arbeláez – Colombia. La feria taurina de Arbeláez, uno de los acontecimientos más esperados en el calendario festivo de la región, volvió a ser escenario de emociones intensas, polémicas y detalles que no pasaron desapercibidos para la afición ni para la crítica. Una tarde que conjugó la esencia de la fiesta con aciertos y desaciertos que merecen ser destacados, en el entendido de que la tauromaquia es un arte cargado de simbolismos, respeto y tradición.

LO BUENO

La primera gran ovación, paradójicamente, no fue para los diestros ni para los toros, sino para la empresa organizadora, que mostró un trato ejemplar hacia los medios de comunicación y el público asistente. La logística de acceso, la disposición de información y la atención a los detalles permitieron que la corrida tuviera un marco organizativo a la altura de lo que merece un espectáculo mayor. El ambiente, desde la apertura de puertas hasta el inicio del paseíllo, evidenció planificación y compromiso, factores indispensables para que la fiesta conserve la grandeza que la distingue.

LO MALO

Sin embargo, no todo brilló con la misma intensidad. En el ruedo, el desorden de los subalternos en los toros de rejones resultó notorio. La lidia a caballo, que requiere coordinación milimétrica entre auxiliares, perdió brillo por la falta de orden, dejando en entredicho la preparación de la cuadrilla de apoyo. A ello se sumó un lunar de responsabilidad institucional: la administración municipal entregó la plaza en condiciones poco dignas para el festejo. La suciedad acumulada en el callejón, espacio sagrado para la lidia, fue criticada con razón por profesionales y aficionados, pues la pureza del espectáculo comienza también por el respeto a la infraestructura que lo alberga.

LO FEO

El momento más incómodo llegó con el irrespeto a los tiempos y solemnidades taurinas. Se escuchó el grito de música en plena suerte, interrumpiendo instantes que requieren silencio y máxima atención. Como si fuera poco, sonaron los acordes de la banda sin que el toro hubiese sido arrastrado a los corrales por la cuadrilla de mulillas, una falta de protocolo que desentonó con la liturgia de la tauromaquia. La música, en el toreo, no es mero adorno: es acompañante del arte, y su uso indebido puede quebrar la hondura de la faena y herir la sensibilidad de los más entendidos.

 

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