La encarnizada guerra de un heroico Juan de Castilla con un toro de enfermería en Las Ventas
Redacción: Zabala de la Serna
El colombiano, herido, da la única vuelta al ruedo frente a la mansa y dura escalera de Dolores Aguirre, mal presentada y mala; desacertado Damián Castaño con el de más opciones.
El sincericidio de Juan de Castilla le condujo al heroísmo en este simulacro de torismo de Dolores Aguirre que no es ni torismo, sino pura degeneración. Una mansedumbre inhóspita, terriblemente dura, envasada en unas láminas que, por momentos, si es otra ganadería, queman la plaza. Haciendo honor a la verdad, hubo un toro, el quinto, que por hechuras y encastado fondo, fue lo más parecido a uno de los de su raza. Pero Damián Castaño no dio con la clave.
Ciertamente resultó paradójico que este hierro torista se aupara con el premio razzie a la corrida peor presentada de la feria en clara rivalidad con Juan Pedro. Dentro de la escalera de distinto rango, pelo, corte y confección -no hubo dos iguales ni parecidos-, el tercero, una avispa, se llevaba la palma. Certificó que no hay enemigo pequeño. Un depredador, definido como toro de hule, un cabrón desde que salió, con la cabeza como una devanadora. Todo el poder en ella, en el cuello. Sin fijeza alguna. Una persona, suele decirse. ¿Qué persona? La peor que se te ocurra. Otegi, Putin, no sé. Así en plan carnicero. A Juan de Castilla lo atrapó para triturarlo en un error de planteamiento: se puso a larga distancia para empezar la faena con ese toro que desparramaba la vista salpicando sangre. Lo cogió como un tigre de Bengala, y en el suelo se revolvió como una hiena. Lo hirió. Pero el colombiano valiente se rehizo, se calzó una calzona verde militar y volvió a la encarnizada guerra. Tiraba con todo el doloresaguirre. Una cóctel molotov de genio e impotencia. Bravísimo el torero de Colombia, que le recetó finalmente un espadazo con autoridad.
La jodienda es que su ligera trayectoria atravesada le restó muerte. Y como se levantó varias veces algunos julais aplaudían. Puede que esa demora en la muerte le privara a JdC de una petición mayor. La vuelta al ruedo del héroe sangrante debió concluirla en la puerta de la enfermería, donde ingresó con una cornada de15 centímetros en la cresta iliaca y un desgarro en el pene (pronóstico reservado).
Del quirófano volvió para clavarse a portagayola para librarle una larga cambiada a un tanque de 669 kilos (récord 2025). La paradinha fue de infarto. Se arrancaba con todo la mole, que ya en el primer puyazo quiso irse. Pero, como en este tipo de corridas la demagogia prima, hubo que ponerlo otra vez en largo. El lanzazo fue de órdago. Después todo fueron oleadas, caballazos y pechazos. Terrible. Demasiado apuró el colombiano con aquel camión que pretendía solamente estrellarse contra él.
Dentro de este descalzaperros de afilada mansedumbre y desigualdades, el quinto pareció, por contraste y sin contraste, notablemente rematado, guapo e incluso bueno en la muleta. Otras hechuras. Muy serio. Manso pregonado en los caballos. Tuvo su mejor opción por el pitón derecho, su casta cierta, su cosa más parecida a un toro bravo. Damián Castaño no estuvo precisamente despejado, sino más bien atacado. Diferentes alturas, distancias y velocidad. Una serie derechazos sí adquirió rango de intensidad. Despatarrado y por abajo después de una anterior de cierto desmayo. Esa continuidad faltó luego. El cierre hacia tablas despertó oles; un pinchazo la decepción y una esforzada voz en la estocada. DC ya había estado violento con un doloresaguirre lavado y blandito que pedía suavidades. El torismo. Ya ves.
Comenzó la función con una confusión: aplaudía la afición el regreso de Damián Castaño después de la cornada del arranque de temporada ante los adolfos, y abajo debieron pensar que el destinatario era Fernando Robleño. No se sabe por qué, pues a Robleño le queda otra tarde en este su último San Isidro. Y seguramente Otoño. El caso es que incluso Castaño le tocó las palmas a Fernando. Que se desmonteró.
Abrió la corrida de Dolores Aguirre un toro muy alto, con una caja tan enorme, que sus 602 kilos ni la llenaban ni la remataban. Fue un manso a la fuga que Fernando Robleño trató muy bien, y a base de suavidad lo consiguió encelar, robarle algunos naturales como si humillara y fuera bueno. Pasaba por allí el moruchote. Ya con la derecha pegó algún frenazo de «ya está».
FR lo mató a la tercera por los blandos. Al cuarto, con otras hechuras, más bajo, feo y mortal, lo despachó también por los bajos. No merecía otra cosa. Una prenda infumable. Un cazador agazapado. Ni uno tuvo. Al hombre curtido en mil batallas de pedernal, forjado en las peores trincheras durante 25 años, maestro en sus lides, los listos le silbaron y tocaron las palmas de tango.
Ficha
FERNANDO ROBLEÑO, DE CHAMPÁN Y ORO. Dos pinchazos y bajonazo (silencio); estocada baja y dos descabellos (pitos).
DAMIÁN CASTAÑO, DE AZAFATA Y ORO. Estocada casi entera caída (silencio); pinchazo y estocada (saludos)
JUAN DE CASTILLA, DE CALDERO Y ORO. Estocada (petición y vuelta); pinchazo bajo y media atravesada (silencio).
PARTE: Cornada sobre cresta iliaca con una trayectoria de 15 cm. Otra en el pene con desgarro superficial.