Sevilla: 13ª de abono – La nobleza sin casta y el toreo de Aguado
La corrida fue una caja de sorpresas. Lo fue la extrema nobleza de cinco reses de Juan Pedro Domecq. Fue solo nobleza. Faltó presentación, sobre todo en los toros cuarto y quinto; faltaron fuerzas, con algunos muy endebles como el cuarto, que puso haberse ido a los corrales; faltó casta, porque la corrida duró muy poquito. Pero todo quedó eclipsado por la calidad de las embestidas, que permitió a cada torero expresarse. Solo se cortaron dos orejas, pero es cierto que Castella se pudo llevar la del quinto y Aguado la perdió con la espada en el tercero. Es un balance pobre para cinco toros – el sexto fue malo -, que llevaban las orejas colgando.
La generosidad de la plaza quedó nuevamente de manifiesto ante la reacción con lo que sucedió en el ruedo. Hubo dos faenas de calidad, no exactamente iguales, las de Urdiales al cuarto y la de Aguado al tercero. Y hubo su escándalo al negarse el palco a conceder la oreja del quinto a Castella por una labor que no merecía el trofeo. Se pidió a voces y en la sombra no había mayoría. El presidente debió calibrar esa falta de unanimidad en los tendidos más selectos para guardarse el pañuelo.
Decíamos que la corrida careció de remate, pero este asunto ya no tiene arreglo en esta Feria. El cuarto y el quinto debieron quedarse en la dehesa. La corrida no se picó. Hubo un caso límite, el quinto, que entró dos veces y no se le castigó absolutamente nada. La suerte de varas ha muerto, por desgracia. Cinco toros se dejaron torear a placer, pero todos acabaron pidiendo la hora, es decir que algunos se rajaron y otros se pararon. Por tanto, aunque hubo nobleza faltó casta.
El primero duró poco. Urdiales toreó con elegancia en las dos primeras tandas con la derecha. A la tercera se dejó tropezar el engaño y con la izquierda, que la tomó muy tarde, el toro se resistió. Algún natural suelto y poco más. El cuarto fue protestado por su invalidez, pero finalmente se mantuvo en el ruedo. Debió ser rechazado por su escaso trapío. El planteamiento fue similar. Tres tandas con la derecha con el animal besando el suelo cuando se le exigía por abajo. En la primera parte no hubo el debido acoplamiento, pero Urdiales encontró la fórmula de torear sin ligar, lo que le permitió dibujar muletazos de gran calidad con detalles primorosos, tales como los de la firma o las trincherillas. Faena sin música, por lo dicho de una primera parte menos brillante. La estocada fue muy buena. Ahí ganó la oreja.
El segundo fue un buen toro. Castella lo saludó con lances de mediano compromiso. El quite por chicuelinas, tafalleras y caleserinas fue explosivo. El de Aguado por el lance de Chicuelo, enorme. En las dos primeras tandas con la derecha desplazó al toro hacia fuera, lo mismo que en otra con la izquierda. En vista de lo cual, Castella atacó, y como el toro era una máquina de embestir, lo que hizo fue torear en circular sin quitar la muleta de la cara del toro, el llamo toreo en tiovivo, que es muy celebrado por la masa. Con ello y unas bernadinas finales se ganó el favor popular, que cuando mató de una estocada trasera le premió con una oreja. Una oreja de poco contenido, por cierto. El toro merecía que lo hubieran toreado bien.
Al quinto lo recibió con lances rodilla en tierra. Como quedó contado pasó de forma simbólica por el caballo. El saludo con las espaldinas y algún natural fue muy bien recibido. Se aceleró en la primera tanda de derechazos. Y en la siguiente faltó acoplamiento. Así las cosas, en el comienzo de la faena se puso a dar un circular invertido. El toro, aunque noble, fue a menos y cada vez esperó más antes de meter la cara. Y ya al final, el recurso del ataque con el toreo en circular. El colmo fue la rajada del animal, solo noble y carente de otros atributos de la bravura. La estocada fue buena. Ya quedó dicho que la plaza se enfadó porque no le dieron la oreja. No era para un trofeo, el presidente se ganó la bronca y no pasa nada. Va en el cargo. En la sombra faltaron muchos pañuelos.
La mejor faena de la tarde llevó la firma de Pablo Aguado al tercero, al que lanceó con clasicismo y pureza. Pronto y en la mano, Aguado dibujó derechazos de una finura y elegancia pasmosa. Un kikirikí fue cumbre, lo mismo que el toreo sobre la izquierda y otra más sobre la derecha, relajado y sereno. Acabó con ayudados a media altura y un pinchazo le privó de cortar la oreja. El sexto fue el malo de la tarde. Con mal estilo derrotó siempre por alto y no le dejó mostrar las cualidades de su buen toreo.
Plaza de toros de Sevilla, 8 de mayo de 2025. Decimotercera de abono. Lleno. Seis toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presencia, el cuarto y el quinto, sin trapío. Muy nobles y justos de raza. Destacaron segundo y tercero.
Diego Urdiales, de tabaco y oro. Media estocada (saludos). En el cuarto, buena estocada (una oreja).
Sebastián Castella, de rosa palo y oro. Estocada trasera (una oreja). En el quinto, estocada (vuelta al ruedo).
Pablo aguado, de obispo y oro. Pinchazo y media estocada (vuelta al ruedo). En el sexto, estocada desprendida (silencio).
Saludaron en banderillas Rafael Viotti, José Chacón y Alberto Zayas. Destacó el picador Agustín Romero en el segundo.