La Madurez de Bolívar y Ferrera Rescatan la Tarde y Elevan la Feria

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El becerrista Marco Pérez finalmente no pudo hacer su debut de luces por orden de la presidencia de Colombia a través del Ministerio de Trabajo.

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Foto: Diego Alais

 

 

Definitivamente, la experiencia es un grado. Y en tauromaquia mucho más. Así quedó evidenciado esta tarde en Manizales, donde la falta de raza del encierro condicionó el desarrollo de la corrida y fue la madurez de dos toreros en sazón, como Antonio Ferrera y Luis Bolívar lo que permitió que se taparan los muchos defectos de los toros de Juan Bernardo Caicedo, tan bajos de raza, y salieran a flote todas sus virtudes para llevar la tarde hasta la apoteosis.

Capítulo aparte se merece lo de Bolívar y «Legionario», un toro con buen fondo y transmisión, que aguantó toda la lidia con una mano rota gracias a que el colombiano lo supo cuidar al tiempo que le exigió.

Ya desde las hondas y suaves verónicas del saludo se vio la calidad del toro, que metió la cara con profundidad y clase tremendas, pero en el primer muletazo de Bolívar, esperándolo en los medios, el toro se lesionó. Bolívar se maldijo, pensando que el triunfo podía escaparse. Pero dio tiempo al toro, lo alivió para que afianzara y vaya si lo hizo. Cuando embistió no se dolía de la mano. Al contrario, apretó cada vez más y el caleño le exigió en la medida que el toro le. Iba dando más y más. Eso sí, luego los tiempos y alguna ayuda con la muleta a media altura resultaban sanadoras. El tendido se metió de lleno en la faena, pues hubo ajuste, gusto, verdad y emoción, tanto en los roncos derechazos, como en esos naturales hundidos y repletos de entrega de toro y torero. Así fue subiendo la faena hasta que sonó el «Feria de Manizales» y la plaza enloqueció. El pañuelo naranja no se hizo esperar y «Bolívar» condujo al buen «Legionario» hasta los chiqueros. La plaza era un manicomio. Gracias, eso sí, a la abrumadora dimensión del torero caleño y, por supuesto, al encastado toro.

Pero la tarde tuvo más contenido, está vez ya sin la colaboración directa de los toros, porque fueron los toreros los que supieron sacar oro del fango.

El primero fue Ferrera, que con el manso, rajado t huido abreplaza demostró toda su sabiduría. Nadie apostaba nada por el toro, excepto el extremeño, que lo sobó, lo mimó, le dio todas las ventajas sin exigirle nada, en los terrenos que pudo el toro, para recogerlo, primero, y embelesarlo después. En algún momento, entre idas y venidas del manso, Antonio se hizo dueño de la voluntad del toro, que terminó como hipnotizado en su autoritaria muleta, que voló con suavidad y ritmo, inventándose una faena repleta de naturalidad, temple e inspiración, sobre todo al natural, tanto con la mano izquierda, como con la derecha. Mención especial merece un trincherazo que fue una escultura. Tras la estocada, las orejas fueron incontestables. Tanto poder nos hizo el pensar que repetiría el milagro con el cuarto, un toro de similar condición, que está vez no resultó tan obediente. Aun así, si llega a entrar la espada en buen sitio al primer intento, seguro hubiese cortado otro trofeo.

El segundo fue otro manso suelto que huyó hacia adelante y al que Bolívar le recetó la misma medicina que usó Ferrera en su lote. Paciencia, generosidad y temple, mucho temple, para convencer al toro de que la muleta no daba al contrario, aliviaba. Así, después de dos terceras partes de la faena sujetando las huidas, el toro por fin se quedó orbitando a Luis con nobleza para que el caleño se gustara en muletazos delicados y cadenciosos, que aprovechó para vestir de torería los tiempos muertos. Además, la espada funcionó y la oreja abrió el contador de una de sus tardes más completas y rotundas.

Y es cierto que la suerte no acompañó a José Arcila porque su lote fue el menos agradecido. Igual de desrazado y descastado, pero mucho menos interesado en la pelea que los demás. También porque, a pesar de la apuesta y la intención del manizalita, su muleta no resultó tan mandona.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Manizales. Miércoles 4 de enero. Tercera de abono. Alrededor de 12000 asistentes.

6 Toros de Juan Bernardo Caicedo, bien presentados en sus desiguales hechuras. Bajos de raza y mansos en general, excepto el buen quinto, «Legionario», nº 179, negro de 488 kg., indultado. Pesos: 450, 444, 484, 450, 488 y 478 kilos

Antonio Ferrera (grana y oro con cabos negros): Dos orejas y ovación.

Luis Bolívar (verde botella y oro): Oreja y dos orejas simbólicas.

José Arcila (sangre de toro y oro): Oreja y silencio.

El becerrista Marco Pérez finalmente no pudo hacer su debut de luces por orden de la presidencia de Colombia a través del Ministerio de Trabajo. El público le obligó a saludar una ovación.

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