Elogio de nueve banderilleros y un presidente

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SEVILLA. 2.5.22. Corrida de abono en la Real FOTO: J.M.SERRANO. archsev. Tomas Rufo

La tarde del triunfo de Tomás Rufo también ha estado marcada por la valentía y el compromiso de todos los rehileteros, así como por la sensibilidad e indulgencia de Gabriel Fernández Rey

Consagración de Tomás Rufo

La película podría llamarse «banderilleando bajo la lluvia» y como banda sonora nos valdría el ‘No lo veo’ de Pepe ‘El Marismeño’. Los grandes titulares de este lunes alumbrarán a Tomás Rufo, recién catapultado al estrellato. Pero hay nueve héroes que no merecen la indiferencia. Nueve toreros que deberían recoger un premio conjunto al paradigma del buen subalterno. No al que banderillea con pureza, torería y elegancia. Ni tampoco al que lidia con capote de seda y muñecas bañadas en el Guadalquivir. Sino al ‘peón’ que entrega la vida por su matador. Cuando el paseíllo de un festejo está en duda por la meteorología, nadie les consulta. Tampoco lo hacen cuando el cielo abre el grifo del agua en mitad de la corrida.

Ellos van donde vaya su torero. Y si éste se tira por un puente, los tres se lanzan detrás. La corrida, por seguridad, debió ser suspendida al término del segundo toro. Banderillear es la máxima exposición de peligro con este barrizal: es la única suerte que debe ejecutarse en movimiento. Pero ningún rehiletero se quejó y todos se jugaron el tipo. Gracias a su generosidad, el toreo tiene una nueva carta en su baraja de figuras del momento.

Y si hay otro protagonista que merece la mención es el presidente de la corrida, Gabriel Fernández Rey. Sirvan estas líneas, que tan duras han sido en algunos momentos contra él, para elogiar su sensibilidad y buen criterio. El usía, viendo el interés de los toreros, no llegó a plantear la suspensión del festejo; pero supo flexibilizar e interpretar el reglamento. El espectáculo merece dinamismo; y a su vez, unas mínimas garantías para los toreros. Y Gabriel Fernández Rey cumplió con ambas: a petición de ‘El Juli’ cambió el tercio del tercero con dos banderillas e hizo lo mismo en los siguientes toros. No es que el presidente ahorrara tiempo en el festejo, es que ahorró tragedias innecesarias. Por cierto, que precisamente estos subalternos a los que hoy ha dispensado indulgencia comentaban ayer que les había agradado el trato cercano y dialogante del equipo presidencial, que aprobó todos los toros y les permitió elegir cuál dejar fuera. Curiosamente, los toreros rechazaron uno por «chico», «o más bien enratonado». Hay que elogiar cuando todos se ponen de acuerdo para buscar el mejor espectáculo.

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