El arrebato de Emilio de Justo por la puerta grande

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Feria de Otoño: El toreo bueno y breve, el de Juan Ortega

El arrebato de Emilio de Justo por la puerta grande

Plaza de Madrid. Cuarta corrida. Lleno dentro del aforo permitido. Toros de Garcigrande/D. Hernández (5), muy serios y de juego desigual, muy codiciosa en la muleta el 5º. El Juli (6), de burdeos y oro. Estocada desprendida (una oreja). Media estocada tendida y tres descabellos (silencio). Emilio de Justo (8), de nazareno y oro. Pinchazo hondo y 8 descabellos. Un aviso (silencio). Estocada (dos orejas). Juan Ortega (6), de tabaco y oro. Dos pinchazos, pinchazo hondo y estocada desprendida (silencio). Estocada y dos descabellos. Un aviso (saludos)

Definitivamente Emilio de Justo ha caído de pie este año en Madrid. Dos actuaciones y dos puertas grandes. Cinco olrejas en total. Lo de junio se ha repetido en otoñó y para ello ha sido clave el juego del toro Farolero de Domingo Hernández que sin llegar a la bravura auténtica tuvo, eso si, una movilidad y una codicia en la muleta que le vino de perlas a De Justo.En la faena hubo más arrebato que reposo, los buenos muletazos llegaron de forma intermitente dentro de un conjunto en el que hubo velocidad, entrega y pasión.

No bordó el toreo, ni mucho menos, pero encandiló a la plaza con su enorme disposición sin perder nunca la cara del toro. Mucho más rematados los naturales que el toreo en redondo citando a distancia y forzando la figura. Los muletazos por bajo de trinchera y su forma de salir de las suertes remataron una faena que coronó con un espadazo arriba. Lo dicho, dos orejas y puerta grande al toreo arrebatado de Emilio de Justo, pero no a una obra de arte.

En su primero se esmeró con algo de tedio en una faena trabajada y estéril ante el manso de Garcigrande. Sin embargo otra cosa fue el toro que abrió plaza y al que El Juli manoseó con su facilidad habitual. Sometió por bajo la dócil embestida del toro especialmente por el pitón izquierdo. Todo muy de su marca hasta la estocada desprendida que facilitó la oreja , una de las más livianitas de este torero en Madrid. El cuarto fue un mulo a la defensiva al que trasteó con facilidad.

Juan Ortega las pasó crudas con el tercero, muy parado. Pero la tarde le permitió enseñar su mejor cara en el sexto, manso pero «dejándose». Ortega compuso el toreo bueno en los mejores naturales de la tarde, siempre se imponía el reposo, la buena colocación y el sentido plástico dentro de los cánones de lo auténtico.No daba para mucho más el manso pero al menos la tarde se cerró con el buen sabor del toreo de un torero que trae aire fresco sin prescindir de lo clásico.

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