Madrid: Bienvenido a Casa

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Antonio Ferrera se va por la Puerta Grande con tyres orejas de una buena corrida de Zalduendo con la que Curro Díaz escuchó ovación, igual que un magullado Luis David

Redacción: Marco Antonio Hierro – Cultoro.es – Web Aliada – Foto: Luis Sánchez Olmedo

Madrid – España. La ovación con que Madrid atronó el escenario tras concluir el paseíllo expresaba la realidad de una tarde como esta. “Bienvenido a casa”, le decía Madrid con su aplauso a Antonio Ferrera, que vio cómo Curro Díaz y Luis David no se atrevían a compartir esa sincera muestra de apoyo, de cariño, de solidaridad, de comprensión. Bienvenido a casa. Porque en casa se iba a sentir durante toda la función.

Desde que se abrió de capa con ese precioso primero, estrecho de sienes, generoso de pechos y badana, rematado de trana y de pitón al cielo. Eran las hechuras de ese Bonito una prolongación del nombre, pero jamás llegarían a expresar con palabras la dimensión de la clase del animal en el saludo lanceado, en el quite de rogerinas. ¡Qué forma de embestir, de volcar la cara, de hacer surcos por la arena, de empujar con las puntas la tela rosa o roja! Era el toro elegido por el destino para que Antonio dejase en Madrid la faena de su vida.

Sin ayuda se fue Ferrera a los medios a brindar a Madrid su vuelta al hogar. Bienvenido a casa, le dijo de nuevo el tendido al de esmeralda y oro, que se quedó en los medios con la muleta al hombro, esperó la llegada en la distancia y le sopló naturales a diestras que parecían crecer en dimensión a medida que se entregaba el bicho. ¡Ay si llega a tener más raza! Porque mientras Antonio estallaba en llanto de muletera verdad, Bonito le ponía el fondo a esa forma de torear con la entraña. Y lo enganchaba en el vuelo, lo conducía al infinito, lo gobernaba con ternura, con mimo, casi acunando a un Zalduendo de tanta clase que se transmutaba Antonio en el dueño del manicomio.

Tal vez no fuera la de hoy la faena más estética, ni más poderosa, ni más alta ni más guapa que haya firmado Antonio en Madrid. Pero era la faena de su vida. Había que ser muy tuercebotas para no comprenderlo. Y el madero del palco de hoy se puso a medir por no saber sentir. ¿Pero esto no iba de sentimiento…?

Por eso cuando Antonio, hecho ya con la plaza, se dedicó a meter en cintura al informal sexto, a desbastar los fondos para buscar virtudes y transformar las virtudes en alimento para su alma, ya tenía comprendido que se había equivocado. Y le volvió a fallar concediendo un segundo trofeo que no venía al caso. Menos mal que a esas alturas ya nadie le prestaba atención. Sólo a la vuelta a casa del que hoy era dueño de la tarde entera.

Porque a Curro Díaz le ovacionaron la forma de cincelar la virtud del cuarto olvidando su continua huida para impedir el toreo puro. Y cuando lo quería ligar, la salida del embroque del Zalduendo le dejaba las fotos a medias. Como a Luis David, que volvió a encontrarse con un toro bueno, el tercero, y no fue capaz de transformarlo en triunfo. Y con el sexto, con el que tuvo actitud, una fea voltereta lo dejó lo suficientemente ko como para hacer lo que pudo. Y aquí se acabó su feria.

Pero empezó la de Ferrera, que se iba con la tarde caminito de Alcalá mientras Las Ventas, arrullando su abrazo de seguridad hogareña, le susurraba: “Bienvenido a casa”.

Ficha del Festejo

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Décimo novena de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. 17.000 espectadores. Toros de Zalduendo, impecables de presentación. De excelsa clase y raza muy justa el excelente primero. Obediente sin entrega ni viaje el segundo. De gran calidad y entrega el buen tercero. Desordenado con mucho fondo el cuarto. Rajado pero noble el huidizo quinto. Obediente y repetidor el buen sexto. Antonio Ferrera (esmeralda y oro): oreja y dos orejas tras aviso. Curro Díaz (marino y oro): silencio y ovación. Luis David (berenjena y oro): ovación y ovación camino de la enfermería.

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