La tauromaquia contemporánea

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A la tauromaquia le sucedió lo mismo que al mundo: lo rigen las reglas del mercado. Tiene dueños, y no son, precisamente, los toreros.

El libre mercado también extendió sus tentáculos al mundo de los toros. Una marca se ha tomado las plazas: el encaste Domecq. De 416 reses lidiadas en la plaza de Las Ventas este año, 175 fueron de ese encaste, entre 15 tipos o familias de toros que se lidiaron en total. Es decir, el monoencaste se lidió en un 42% de los festejos. Claro, si son a los que más orejas les cortan: 23 orejas a 175 toros, seguidos, en segundo lugar, por los Murube, otra marca comercial, con 17 orejas; mientras que a los 33 Albaserrada que se lidiaron solo les cortaron 2.

Por eso se le denomina el toro comercial, porque fue diseñado para la industria del espectáculo, para el negocio de las emociones. Para la superficialidad.

Ese tipo de toro ha impuesto un tipo de torero: el galán de novela, capaz de producir éxitos en serie aplicando las mismas fórmulas narrativas: el toreo suave, sin someter, con el pico de la muleta y a media alturita.

La técnica, prima hermana de la tecnología, nos domina: la de Juli, la de Ponce y, en ciernes, la de Roca Rey.

En un mercado neoliberal, los artistas geniales, los incomprendidos, los de la contracultura, escasean. Actualmente solo Morante, quien también, a veces, parece un personaje prefabricado. Antes, durante la transición, había más: Paula, Romero, Frascuelo. y, un poco después, Conde.

La tauromaquia depende como nunca de la economía. El 2007 sigue siendo el año en el que se han dado más festejos, 993 corridas, en plena cresta de la ola de la economía española, antes de que reventara la burbuja. La crisis sigue presente y el número de corridas este año fue de apenas 399. Lo que quiere decir que la afición depende del bolsillo.

Lo bueno es que la deflación, el ajuste de precios, parece haber llegado. La demanda ha disminuido, el líder del escalafón, Roca Rey, apenas llegó a 54 festejos, y los 26 primeros toreros del listado, las figuritas, se han llevado el 60.7% del mercado, acaparando incluso las plazas de tercera categoría, donde cobran menos y donde se han celebrado más de la mitad de las corridas.

Tanta influencia tiene lo económico que ahora manda Bailleres, el tercer hombre más rico de México, con el apoyo un hábil administrador, Toño Matilla, quien quita y pone. Que lo diga Talavante en su papel de víctima de un sistema del que durante años se benefició. Su reclamo no era por la dignidad de la fiesta, condición que además no existe, sino por el interés particular de llenar más sus bolsillos. Que lo defienda su grupito de amiguetes, las figuritas del G10 cómplices de toda esta debacle neoliberal.

Es el turno de la generación de los videojuegos. Una lógica distinta del mundo. 700 jóvenes abonados en Las Ventas y mil en Manizales, promedios que no están nada mal.

El futuro por ahora es impredecible: ¿Cómo torearán los Baby Boomers, los Millenials y la Generación Z? ¿Se tomarán selfies entre serie y serie? ¿Cómo embestirán los toros de esta generación, como en los videojuegos? ¿Qué otros impactos tendrá sobre nuestra fiesta el internet?

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