¡Peepín, Peepín!

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Pepín Liria llenó la tarde con su valor sin dobleces y su toreo veraz, no comprendidos por una presidencia que le negó la puerta grande. Ovacionado El Juli. Ignorado Ginés. Mal encierro. 

Ganadería para figuras que se portó como para modestos. “Hemos traído una corrida generosa en todo”, dijo Pablo, el hijo de Victoriano del Río antes del festejo. No lo fue en nada la escalera entre los 510 y los 610 kilos, con tres cuatreños y tres cinqueños, que renegó de bravura, nobleza y poderío. Un reserva de Cortés, misma casa distinto hierro, que hizo 6º bis, no desentonó en la pobreza del conjunto.

 

Vertical, en todos los medios, con las manos sobre el corazón y la ensangrentada calva inclinada en el pecho,  Pepín Liria, escuchó largamente el atronador coro que le cantaba a todo pulmón ¡Peepín, Peepín, Peepín! Era la conmemoración de sus 25 años de alternativa y su adiós como torero a una plaza que lo idolatró. Había cumplido una gesta. De las que no se olvidan. Trajinado con las corridas más duras regó con su valentía los ruedos que pisó y en este, donde tal virtud es más valorada, se levantó un pedestal. Había debutado con miuras aquí. Amablemente quisieron despedirlo con un hierro comercial. Por fortuna para él, que no sabe mentir, no fue tal.

Saludó al destartalado primero con dos largas cambiadas de rodillas, dos verónicas, tres chicuelinas y una media de hinojos que dinamitaron.  Manuel Ruiz se lo deja crudo y rudo, y él, otra vez arrodillado abre una pelea de toma y dame, de la cual solo su veteranía le salvó la piel, pues no quiso echarse atrás. La estocada en guardia le arrebató los honores. El cuarto, de cinco años y 605 kilos también pasó por el peto sin castigo. Así lo quiso. Entero. Midió a los banderilleros y les hizo tragar.

El murciano en su faena postrera esperó de largo el galope, lo cambió por la espalda y empalmó cuatro derechas y dos de pecho, uno de los cuales mirando a su feligresía. “Ruiseñor” número 14 (lo reseño porque quizá, es el de su retiro definitivo), tuvo más fijeza inicial, pero declinó pronto y se fue a tablas renunciando. El torero no le perdonó fue y se le puso por la cara, forzando la pelea, echando adelante tras los derrotes defensivos al cuerpo. Casi cogido se arrodilla y da la espalda, siendo cazado y volteado feo. La plaza conmocionada, rugía su nombre.

Recuperado vuelve de rodillas, inmolado, y al final victorioso se tira de frente, dejando la estocada y saliendo rebotado con la taleguilla destrozada. Cae la bestia y el maremágnum de pañuelos rojos y gritos clama por las dos orejas. El político de turno en el palco, concede una, y petrificado considera que todo esto no merecía la otra. La vuelta fue de órdago y al final quiseron llevárselo en hombros, pero se negó rotundamente. Un torero, un caballero, un hombre.

El Juli, capaz y fácil como siempre, desde que nació, pudo con sus dos descastados e inexpresivos. Pero aquí, especialmente, están acostumbrados a su mayor fervor para entregarse. Sin embargo algo de pelo hubiese recibido de haber matado mejor al primero y de no haber lidiado al quinto, con el cual dejó estupendos naturales, después del tsunami de Pepín, que arrasó con todo la adrenalina del coso y sus alrdedores.

Ginés Marín, casi ausente y silenciado con el tercero hubiese podido iniciar una leyenda con el torazo, cinqueño de 610 kilos que le tocó de sexto. Pero él no es torero sufrido. Además el grande, coincidencialmente salió rebrincado como resentido y encima, papá picador le hizo la carioca y le barrenó a discreción. Medio muerto fue cambiado por un sobrero feucho, bizco y manso con una año y setenta kilos menos, al que le espantó las moscas y le despacho de una estocada en sitio. Decepcionante feria del jerezano.

El desfile concertado de alcalde y concejales por la presidencia de las corridas, quizás conviene a la fiesta pues mantiene vivo el tradicional vínculo de la corrida con la autoridad política, honor a su significancia histórica, social y cultural. Pero la forma como los de turno juzgan las faenas, las premian o las castigan, denota muchas veces una incomprensión, cuando no falta de sensibilidad, impropias de una aficionado.

FICHA DE LA CORRIDA

Pamplona. Jueves 12 de julio. Lleno. Sol. Seis toros de Victoriano del Río 549 kilos promedio, disparejos, ásperos y sin raza. Un sobrero 6º bis de Cortés, bizco, feo y manso.

Pepín Liria, silencio tras aviso y oreja con fuerte petición de otra y bronca.

El Juli, silencio y saludo.

Ginés Marín, silencio tras aviso y silencio.

Incidencias: Al final de la corrida, Pepín Lirias se resistió enérgicamente a ser sacado en hombros.

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