Fernando Savater: “El toro es un aristócrata con árbol genealógico”

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Fernando Savater: “El toro es un aristócrata con árbol genealógico”

FERNANDO SAVATER | FILÓSOFO

El Paseíllo publica ‘Todos mis toros. Obra taurina reunida’, libro en el que el más comprometido de los pensadores españoles muestra su pasión por la Fiesta y dota al lector de argumentos para su defensa

Redacción: https://www.diariodesevilla.es/luis_sanchez-molini/

La casa de Fernando Savater (San Sebastián, 1947) es un museo de sus obsesiones: monstruos legendarios, héroes de tebeo, caballos de carreras y animales salvajes, libros por todas partes… El pensador más comprometido y controvertido de la España de las últimas décadas nos recibe para hablar de su último libro, ‘Todos mis toros. Obra taurina reunida’ (El Paseíllo), en el que recoge un centón de artículos y prosas variadas (entre ellas el pregón de la Maestranza de 2004) dedicadas al mundo de la tauromaquia y, sobre todo, a la defensa de una Fiesta que está en el punto de mira de los inquisidores contemporáneos. Tanto en estas páginas como en la conversación que mantenemos aflora el Savater más genuino, donde la cultura enciclopédica se mezcla con el buen humor, la búsqueda del placer y una valentía intelectual (incluso física) que ha quedado acreditada en numerosas ocasiones. Mezcla de afrancesado y españolazo con toques de inglés de Ascot, en ‘Todos mis toros’ (llega a las librerías el jueves) Savater nos entrega unas páginas en las que encontramos una filosofía y una ética estrechamente vinculada a la tauromaquia, donde las corridas son caminos que conducen a la felicidad. No tanto como las carreras de caballos, pero casi.

Pregunta.–Apologeta de la Ilustración y defensor decidido de la tauromaquia. ¿No es una cierta contradicción? La mayoría de los ilustrados fueron antitaurinos. Demasiada chusma en las plazas, decían.

P.–Pero usted deja bien claro en el libro que no se considera un “aficionado”. Sin embargo, no ha ahorrado esfuerzos en defender a la Fiesta… y de una manera bastante combativa.

–Sí, digo eso, pero la verdad es que he visto muchas corridas de toros. Mi padre era aficionado y me llevaba a las corridas en San Sebastián desde pequeño. Nos turnábamos mi hermana Mariví –que ha muerto el pasado mes de mayo– y yo para acompañarlo. Ella siempre decía que a mí me tocaban las mejores corridas: Antonio Ordóñez, Paco Camino… Además, he tenido muchos amigos taurinos, como Víctor Gómez Pin o Alberto González Troyano. Pero, nunca me iría solo a una corrida, cosa que sí hago con las carreras de caballos. Los toros, para mí, son siempre una fiesta compartida.

P.–Compartida y psicotrópica. Afirma que cuando se sale de una gran faena el efecto de la primera cerveza se multiplica.

R.–Es que una gran faena te levanta el ánimo. Yo me aburro infinitamente en los toros cuando las corridas son malas. Un buen amigo me decía: “Fernando, a ti no te gustan los toros; a ti te gustan las buenas corridas, que no es lo mismo”.

P.–Baroja describió con páginas crueles el tedio en los toros.

P.–Y aun así se ha convertido en un defensor acérrimo de los toros.

–Es que la inquina contra los toros del ministro de incultura que tenemos es símbolo de lo que estamos viviendo en España. Vivimos una época de destrucción de lo que significa España. Don Miguel de Unamuno, que no era un aficionado, defendía los toros porque eran una tradición española. El propio Sánchez Mejías le escribió felicitándole por su defensa de los toros. Nadie tiene derecho a prohibir algo que le gusta a parte de la sociedad, menos aún cuando es algo arraigado y da de comer a mucha gente.

Vivimos una época de destrucción de lo que significa España

P.–Sánchez Mejías… algunos dicen que lo han marginado de los fastos del 27 –generación taurina por excelencia–, pero Urtasun lo niega, pese a los continuos feos que le ha hecho a la Fiesta.

R.–Yo, por ejemplo, nunca me he aburrido en un hipódromo, por muy discreta que sea la carrera.

R.–Urtasun es el prototipo del moderno inculto. La figura de Sánchez Mejías está más allá de lo taurino, está dentro de la literatura y la poesía. Es como cancelar al Cid Campeador.

P.–No dé ideas.

R.–No, no, me callo.

P.–Otro de los nombes del 27 que salen en el libro es Bergamín, al que le unió una amistad. ¿Le dolió su apoyo final al mundo etarra?

R.–Bergamín era un personaje muy divertido. Cada vez que íbamos a comer a Botín acabábamos discutiendo a voces. Le encantaba provocarme. Si yo no entraba en sus provocaciones me decía: “si no me contradices tú me contradigo yo”. Él era lo más opuesto a un batasuno, pero le dio por ahí. Una vez fue al médico con más de 90 años y este le dijo: “Para su edad está usted normal”. A lo que contestó: “A mi edad lo normal es estar muerto”.

P.–Es valiente en el libro. Reconoce que los toros son un espectáculo cruel.

R.–Es que la vida es cruel. Nacemos entre sangre y heces y morimos igual. Los toros son un reflejo de lo que es la vida –mucho más que un partido de tenis–, con toda su belleza y elegancia y su cruz sangrienta y dolorosa. Pero más que cruel los toros son crudos. En una corrida no se representa la muerte, sino que realmente se produce. El toro está en la plaza y sangra y lucha. El torero también puede morir.

Nadie tiene derecho a prohibir algo que le gusta a parte de la sociedad

P.–Contrapone la diversidad cultural de los toros a esa Europa aburrida y monocolor que algunos pretenden. En este aspecto, ¿Europa es el problema y España la solución?

R.–Lo que ha fascinado de la Fiesta a mucha gente es su singularidad. El propio toro como especie se ha mantenido gracias a este espectáculo. Es un animal de belleza y una presencia única.

P.–Dice que es más torerista que torista, algo raro para un vasco. Parece usted andaluz.

R.–Me pasa lo mismo que con las carreras: me gustan los caballos, pero sobre todo montados por sus jinetes. Ver un toro paseándose por una plaza sin que nadie le dé un pase me aburre mortalmente. Para eso me voy al campo. El toro está en la plaza para que el torero se luzca.

P.–Su grupo de amigos taurinos tiene una verdadera obsesión por Ordóñez. Es casi sectaria.

R.–Víctor Gómez Pin organizaba seminarios solo para que Ordóñez fuese allí a decir cosas, aunque tampoco es que fuese un gran orador.

P.–No blasfeme.

R.–No, no… Lo tratamos mucho, como a Curro Romero.

P.–Otra de las características de su afición taurina es su afrancesamiento.

–Es que los mayores aficionados que he conocido en mi vida son franceses. Francis Wolff, respetabilísimo catedrático de La Sorbona, es capaz de viajar al último rincón del planeta para ver una corrida de sexta categoría. Ya quisiéramos tener los españoles una asociación de defensa de la tauromaquia como la que hay en Francia. No sé si en Sevilla habrá tanta afición como en Nimes.

P.–¿Y Morante?

R.–Recientemente le he visto buenas faenas y detalles muy bonitos. Las dos personas a las que hay que agradecer el resurgir de los toros en España son Urtasun y Morante.

P.–Como tantos de su generación habla muy bien de Paco Camino, un torero totalmente olvidado.

R.–Sí, es extraño. Para mí el toreo era Paco Camino, comprendí lo que era la lidia viendo algunas de sus grandes faenas. Siempre daba la sensación de que el que dominaba era el torero, no el toro. Era un gladiador.

P.–Hace una crítica feroz del “entendido”.

R.–Al entendido lo he aborrecido en todos los campos: el que entiende de caballos, de mujeres… A las cosas hay que ir con la ingenuidad del que no sabe. Me fastidian enormemente.

P.–Sánchez Ferlosio también los detestaba. Por cierto, fue un personaje que pasó de una afición apasionada al antitaurinismo visceral.

R.–Rafael era arbitrario como Pepe Begamín. Le dio por aquello de que los toros eran una abominación. Fuimos muchísimo juntos a ver corridas.

Las dos personas a las que hay que agradecer el resurgir de los toros son Urtasun y Morante

P.–En Las Ventas hay muchos entendidos.

R.–Parece un tribunal de la inquisición. Hay gente que no va a ver los toros, sino a dictar sentencia.

P.–Le llama “plaza alguacilesca”

–Es que lo es. Prefiero otras plazas más pequeñas y simpáticas, como la de Azpeitia, donde la gente va a disfrutar.

P.–¿Y Sevilla?

R.–Ronda y la Maestranza son dos de las plazas más bonitas. Los rituales son muy diferentes a los de Madrid. A Jerez fui mucho a ver a Paula.

P.–Por seguir con Córdoba. Si digo Manolete…

R.–Manolete es para mí una figura icónica, un héroe moderno. Siempre llevó consigo, hasta el día de su muerte, un guante blanco que le arrojó una espectadora en la Monumental.

Uno de los motivos para ir a las corridas de toros es el amor a los animales

P.–Es hermosa su definición del toro como “fiera honrada”.

R.–Los toros buenos colaboran con sinceridad en la corrida. Por eso nos molestan tanto los toros mansos y reservones. Un buen toro es la nobleza personificada. Es un aristócrata con nombre propio y árbol genealógico. El toro es también una obra de arte que ha creado el hombre con la crianza. Nunca ha existido en la naturaleza, ha surgido de los criadores.

P.–Si los toros son obras de arte, los ganaderos son artistas.

R.–Eso se lo he dicho muchas veces a don Eduardo Miura, al que le gusta bastante oírlo. Los toros son una artesanía, no es como criar gallinas.

P.–¿El amor a los animales es compatible con la tauromaquia?

R.–Es que uno de los motivos para ir a los toros es el amor a los animales. A los animales se les maltrata cuando no se les usa de manera acorde con el fin para el que fueron criados y los toros bravos están criados para la corrida. El maltrato sería manejarlo como una vaca.

P.–¿Una de las pruebas de la decadencia de España es que el fútbol ha sustituido a los toros como espectáculo rey?

R.–Eso era inevitable, porque lo rural va desapareciendo de nuestras ciudades. Yo recuerdo cuando la Semana Grande de San Sebastián giraba en torno a los toros. El bar la Viña del casco viejo estaba decorado con los hierros de las ganaderías españolas y se hablaba en euskera todo el tiempo de toros. Es el mismo bar en el que mataron a Gregorio Ordóñez. Después lo redecoraron y quitaron los hierros. Ahora bien, reconozco que si yo fuese ministro de cultura sería el Urtasun del fútbol.

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