Fernando Adrián y Tomás Rufo saludan ovaciones. Perera silenciado. Repartido encierro. Tres sí, tres no…
Redacción: Jorge Arturo Díaz Reyes
MADRID / 21ª SAN ISIDRO – Un espeso bochorno pesaba sobre la casi repleta plaza. Más nubes que sol. La emoción desterrada. El encierro malo, es cierto, pero no tan malo como lo hicieron ver. El abandono de las buenas formas. La negación del parar, del mandar, del templar, del ligar, del cargar la suerte y ligar. En resumen la renuncia a la lidia, a cambio de un pegapasismo impío. Y el público dominguero entre el sopor y el enojo.
Cierto los dos primeros debiluchos e imbuidos de esa obediencia descastada, el tercero soso a morir. Pero el cuarto, Iba y venía, humillando, buscando autoridad. No la encontró y a cambio recibió displicencia y un espadazo, caído tendido. Y el quinto, qué me dicen. Puso en evidencia al picador obsequiado con doble y coro ¡Que malo eres! Solo Marco Prieto se puso a su altura con dos pares de ovación, sobre todo el segundo. De ahí para allá, la incomprensión, el desmando y la velocidad, coronados con un bajonazo con aviso. ¿Culpa de él? No me digan. Y hay que ver como lo pitaron al arrastre, como todos los anteriores. Cargándole culpas ajenas.
Entonces quedaba el de pa´irnos. Ya muchos lo habían hecho. “Gestor”, uno de los tres cinqueños. Los otros fueron el primero y el segundo. No encontró en la capa control. Ninguno lo encontró. Se hizo dueño del ruedo. “Espartaco” se fue en blanco con todo y su corpachón, casi se va al suelo y luego se pasó de barrena trasera en medio de la ira popular. Haciendo bis para otro coro de ¡Qué malo eres! Blanco, como por ponerse a tono con el ambiente, ejecutó la suerte de la lavativa para tirar un solo palo. Entonces vino Fernando Sánchez con su desparpajado pasito a pasito y un par fajado que desató el populismo, incluido yo. Ya lo había hecho también con el tercero.
Rufo, tomó los avíos y se fue y se tiró de rodillas en los bajos del tendido cinco. Que sintiéndose reconocido, inició una ola de simpatía que tenía más de gratitud e ilusión que de motivo torero. Una tanda rauda en redondo y otra del mismo corte que terminó en desarme. El toro era enrazado y amenazaba tomar el poder. Hacía el avión, besando la arena y en pago recibió pases y pases, y pases al hilo, que unos, los del cinco sobre todo, jaleaban, y otros, los del siete sobre todo, protestaban. La democracia en su esplendor.
Entonces, el peliagudo asunto de la suerte suprema. Un pinchazo bajo, prendido para mayor constancia, y una estocada cimera y letal, honestamente ejecutada. El toro cayó en el seis. Y mientras las mulillas cruzaron todo el ruedo, se desató la de Dios es Cristo por la oreja. Duro. Y don José Antonio Rodríguez San Román, hizo honor a su alta investidura, negándose al cohecho. Ovacionaron el arrastre. Como han debido hacer con el quinto y quizá con el cuarto en vez de pitarlos. Y pitaron al hombre justo. Bueno, la historia está llena de casos. Qué le vamos a hacer. Es la voz del pueblo. Que no es la voz de Dios.
Cierto los dos primeros debiluchos e imbuidos de esa obediencia descastada, el tercero soso a morir. Pero el cuarto, Iba y venía, humillando, buscando autoridad. No la encontró y a cambio recibió displicencia y un espadazo, caído tendido. Y el quinto, qué me dicen. Puso en evidencia al picador obsequiado con doble y coro ¡Que malo eres! Solo Marco Prieto se puso a su altura con dos pares de ovación, sobre todo el segundo. De ahí para allá, la incomprensión, el desmando y la velocidad, coronados con un bajonazo con aviso. ¿Culpa de él? No me digan. Y hay que ver como lo pitaron al arrastre, como todos los anteriores. Cargándole culpas ajenas.
Entonces quedaba el de pa´irnos. Ya muchos lo habían hecho. “Gestor”, uno de los tres cinqueños. Los otros fueron el primero y el segundo. No encontró en la capa control. Ninguno lo encontró. Se hizo dueño del ruedo. “Espartaco” se fue en blanco con todo y su corpachón, casi se va al suelo y luego se pasó de barrena trasera en medio de la ira popular. Haciendo bis para otro coro de ¡Qué malo eres! Blanco, como por ponerse a tono con el ambiente, ejecutó la suerte de la lavativa para tirar un solo palo. Entonces vino Fernando Sánchez con su desparpajado pasito a pasito y un par fajado que desató el populismo, incluido yo. Ya lo había hecho también con el tercero.
Rufo, tomó los avíos y se fue y se tiró de rodillas en los bajos del tendido cinco. Que sintiéndose reconocido, inició una ola de simpatía que tenía más de gratitud e ilusión que de motivo torero. Una tanda rauda en redondo y otra del mismo corte que terminó en desarme. El toro era enrazado y amenazaba tomar el poder. Hacía el avión, besando la arena y en pago recibió pases y pases, y pases al hilo, que unos, los del cinco sobre todo, jaleaban, y otros, los del siete sobre todo, protestaban. La democracia en su esplendor.
Entonces, el peliagudo asunto de la suerte suprema. Un pinchazo bajo, prendido para mayor constancia, y una estocada cimera y letal, honestamente ejecutada. El toro cayó en el seis. Y mientras las mulillas cruzaron todo el ruedo, se desató la de Dios es Cristo por la oreja. Duro. Y don José Antonio Rodríguez San Román, hizo honor a su alta investidura, negándose al cohecho. Ovacionaron el arrastre. Como han debido hacer con el quinto y quizá con el cuarto en vez de pitarlos. Y pitaron al hombre justo. Bueno, la historia está llena de casos. Qué le vamos a hacer. Es la voz del pueblo. Que no es la voz de Dios.
FICHA DEL FESTEJO
Domingo 1 de junio 2025. Madrid, Casi lleno. Seis toros de El Parralejo, repartidos, Tres enrazados y tres no.
Miguel Ángel Perera, silencio y silencio
Fernando Adrián, saludo y silencio tras aviso.
Tomás Rufo, silencio y saludo tras petición y pitos al palco.