Fe, Bravura y Tradición: Homenaje Ganadero a Garzón Hermanos en Ubaté

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En la plaza de Cucaranga, Ubaté, se celebró un emotivo evento taurino en honor al legado de los Hermanos Garzón, con una eucaristía y tentadero que reafirmaron la grandeza de la casta brava. La jornada estuvo marcada por el sentimiento de fe en la recuperación del subalterno Ricardo Santana y la demostración de bravura del hierro Garzón Hermanos, con ejemplares de nota sobresaliente que evidenciaron el esplendor de la ganadería colombiana.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora – Fotos: Héctor Manuel Espitia T. – www.enelcallejon.co/ – Web Aliada

Ubaté – Colombia. En el corazón de la provincia del Valle de Ubaté, donde la bravura del toro de lidia se entrelaza con la identidad cultural de su gente, la tauromaquia sigue siendo una manifestación de arraigo y tradición. En tiempos en que las expresiones taurinas enfrentan desafíos jurídicos y sociales, la afición se mantiene firme en su compromiso con el legado de la casta brava, honrando la memoria de quienes forjaron su grandeza. Bajo este sentimiento de fervor y respeto, la plaza de Cucaranga abrió sus puertas para celebrar un emotivo encuentro, donde la fe, la familia y la pasión por el toro se dieron la mano en un homenaje a los Hermanos Garzón y en una plegaria por la pronta recuperación de Ricardo Santana.

Devoción y bravura: una jornada de hermandad taurina

El eco de la tradición taurina resonó con fuerza en la emblemática plaza de Cucaranga, en Ubaté, donde el pasado sábado se llevó a cabo un encuentro cargado de simbolismo y emoción. En una jornada que combinó el fervor religioso con la exaltación de la bravura, se rindió homenaje al legado ganadero de los Hermanos Garzón, una de las divisas más representativas del toro de lidia en Colombia, al tiempo que se elevaron plegarias por la salud del subalterno Ricardo Santana.

Bajo la hospitalidad del Ingeniero Mariano Pinilla, propietario del coso y su Señora esposa Lucía santana, aficionados y profesionales del toro se dieron cita en un ambiente de recogimiento y entrega. Desde primeras horas de la tarde, las familias de la provincia del valle de Ubaté fueron ocupando sus lugares en los tendidos, ataviadas con la elegancia y el respeto que la tauromaquia merece. La emoción y el orgullo por la cultura taurina eran palpables en cada gesto, en cada conversación entre mayores y jóvenes, en cada mirada expectante ante lo que sería una jornada inolvidable.

Celebración eucarística: fe y memoria en el ruedo

El acto central de la primera parte del evento fue una solemne eucaristía en el propio albero de la plaza, un rito de profundo significado que selló con la espiritualidad cristiana el respeto por la casta brava y sus guardianes. La liturgia estuvo dedicada a la memoria de los Hermanos Jorge Eduardo y Carlos Augusto Garzón Murcia, hombres que forjaron con su entrega un hierro de gran prestigio en la cabaña brava nacional, y que hoy siguen vivos en la memoria de la afición y en la bravura de su encaste.

Además, en un acto de comunión con la fe, se elevó una plegaria especial por la pronta recuperación del subalterno Ricardo Santana, fiel representante de la lidia, quien atraviesa una difícil prueba de salud. La afición, conmovida, unió sus oraciones en un gesto de fraternidad que demostró que la tauromaquia no es solo arte y técnica, sino también una hermandad inquebrantable.

Tentadero de calidad: bravura y selección genética en estado puro

Concluida la ceremonia religiosa, la plaza cobró vida en su esencia más pura con un tentadero que dejó en claro que la dehesa Garzón Hermanos sigue firme en su compromiso con la bravura. Con la dirección del ganadero Germán Páez, actual responsable de la casa ganadera, se lidiaron tres vacas de nota alta, pertenecientes a la línea de sangre consolidada por los Hermanos Garzón y enriquecida con la reciente incorporación de un semental de la prestigiosa ganadería Santa Bárbara.

En el albero se dieron cita figuras del toreo con gran recorrido y jóvenes promesas que dieron muestra de su entrega y proyección. Los diestros Manuel Libardo y Juanito Ortiz desplegaron su maestría en el manejo de las embestidas, mientras que los novilleros Anderson y Harol Sánchez de Lenguazaque, así como Sergio Ballén de Carmen de Carupa, sorprendieron con su evolución técnica y capacidad de entendimiento del animal. Complementaron la tarde tres alumnos de la Escuela Taurina de Une, dirigidos por el matador Nicolás Méndez, quienes asumieron el reto con ilusión y personalidad.

El análisis de los animales dejó un balance muy positivo para la ganadería. La primera y la tercera vaca fueron calificadas con nota alta por su transmisión y movilidad, mientras que la segunda destacó con superioridad, evidenciando que la selección genética sigue dando frutos y que el hierro avanza con paso firme en su evolución zootécnica. La casta, el temple y la duración en la embestida fueron factores clave en la evaluación, aspectos que dan cuenta del rigor con el que se trabaja en la finca.

«Seguiremos luchando por este hierro hasta donde el Altísimo nos lo permita«, fueron las palabras del ganadero Germán Páez, reafirmando su compromiso con el legado de los Hermanos Garzón.

Afición unida: un clamor por la identidad cultural taurina

Más allá de la importancia zootécnica y técnica del tentadero, la jornada se convirtió en un acto de reafirmación de la identidad taurina de la región. La presencia de numerosas familias —padres, madres, hijos y jóvenes— dejó claro que la tauromaquia en Ubaté es un símbolo de arraigo cultural que no puede ser ignorado ni menospreciado.

En tiempos en los que la fiesta brava enfrenta retos jurídicos y administrativos, y en los que la Corte Constitucional es llamada a proteger los derechos fundamentales de las minorías culturales, este evento sirvió como una manifestación viva de que la tauromaquia sigue más vigente que nunca en el corazón de sus seguidores.

«Estamos aquí con la cabeza en alto, sin vergüenza, con orgullo, porque esto es nuestra cultura y nuestro derecho«, expresaban con convicción los asistentes. La imagen de jóvenes en los tendidos, atentos y apasionados, fue la mejor respuesta a quienes intentan minimizar el valor de la fiesta brava en el país.

Conclusión: un legado que continúa

La jornada en la plaza de Cucaranga no solo fue un homenaje a la memoria de los Hermanos Garzón y una plegaria por la salud de Ricardo Santana, sino también una demostración de que la bravura, la fe y la tradición caminan juntas en la tauromaquia colombiana.

El hierro Garzón Hermanos, con sus 52 años de historia, sigue evolucionando con ejemplares que transmiten la esencia de la casta brava. La afición, unida en un gesto de amor por la tauromaquia, dejó claro que su voz no se apaga, sino que resuena con más fuerza en cada tarde de toros.

Como se vivió en Ubaté, la tauromaquia es más que un espectáculo: es un legado, una forma de vida y un derecho que debe ser respetado y defendido.

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