El Arte y la Cultura: Sánchez Mejías, el torero intelectual

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 Redacción: Manuel Drezner – elespectador.com

Para decir la verdad, lo que llaman el arte del toreo siempre me ha dejado indiferente. Nunca he visto que toda una tarde de mirar a un señor con una capa haciéndole quites a un animal sea muy fructífero, pero tampoco soy de aquellos que quieren que los aficionados a este espectáculo se priven de su interés en gozarlo, así yo no entienda lo que encuentran en una tarde de toros. Quizá si se suprimiera la parte sanguinaria de las banderillas y el picador podría ser aceptable a los segundos, pero eso es una discusión entre ellos.

Sin embargo, así no me interesen las corridas de toros, siempre he admirado a un torero en particular: el sevillano Ignacio Sánchez Mejías. Su muerte en la plaza de Manzanares inspiró una de las más grandes (si no la más grande) elegías de nuestra lengua: el incomparable Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca, un poema sublime en cuatro partes cuyo único parangón en castellano quizá sean las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique.

Ya el haber inspirado esa obra maestra pone a Sánchez Mejías en un puesto único, pero la verdad es que el hombre, además de torero, fue autor teatral, actor y hasta jugador de polo. Tuvo la valentía de volver a la escuela cuando tenía casi 40 años para recibir su título de bachiller y después fue el mecenas, gracias a la fortuna que había hecho como torero, de un grupo de jóvenes poetas tales como García Lorca, Dámaso Alonso y Rafael Alberti, entre otros, quienes conformaron la llamada Generación del 27, uno de los movimientos literarios más vitales en la historia de la literatura española, iniciado para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora. Había ya estrenado algunas piezas teatrales de bastante ingenio y había manifestado públicamente sus propuestas para la renovación de la poesía española.

Sin embargo, volvió siempre al toreo que llevaba en la sangre, ya que de hecho era el cuñado de otro torero considerado entre las culminaciones de esta actividad: Joselito. Hay una conmovedora foto en la cual Sánchez Mejías lamenta la muerte, también en la plaza de toros, de su maestro Gallito y en esa foto muchos ven un presagio de lo que le ocurriría a él mismo.

En 1934, Sánchez Mejías se presentaba en la plaza de Manzanares y allí un toro bautizado Granadino fue el que dio la cornada fatal al torero. Él no murió de inmediato, pero temeroso de las deficiencias hospitalarias de Manzanares pidió ser trasladado a Madrid y debido a esa demora en comenzar su tratamiento se generó una gangrena que resultó fatal. No solo García Lorca sino otros grandes poetas lo ensalzaron como lo merecía el que fue tal vez el único torero intelectual de la historia.

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