Los tres novilleros triunfadores de la temporada colombiana se enfrentarán este sábado en la plaza de toros Marruecos en la novillada de la temporada para Bogotá. Lidiarán la última corrida de toros de Ernesto González Caicedo.
Eran los años 90, cuando las boletas se rapaban de las taquillas ante la demanda de aficionados y espectadores, que por esa época disfrutaban del mejor torero del mundo, el colombiano César Rincón. También era habitual que la novillada de la temporada grande en la Santamaría fuera una final, a la que clasificaban los triunfadores de las novilladas de las ferias de Cali, Manizales, Cartagena y la temporada de Medellín. Tradición que por sustracción de materia se ha perdido en la reciente década.
Fueron varios los novilleros colombianos a los que la vida les cambió en la Santamaría, en plena novillada del abono. César Camacho, en marzo de 1990, debutó en la primera plaza del país y cortó una oreja a un novillo de El Socorro. A los seis meses tomó la alternativa en La Pradera de su natal Sogamoso, y desde ahí toreó por casi veinte años en la Santamaría y se colgó en los carteles de las grandes ferias. Diego González, en marzo de 1994, cortó tres orejas a un encierro de Icuasuco, salió catapultado para España donde cortó una oreja en Las Ventas de Madrid, y regresó en noviembre a tomar la alternativa en la Santamaría, en la corrida de la prensa y con Curro Vásquez y Juan Mora en el cartel.
Por eso, el título al novillero del año se disputará a unos metros al occidente de Bogotá, en el ruedo de la plaza de toros Marruecos, en Puente Piedra.
Joselito Castañeda, del barrio Venecia de Bogotá, clasificó por la locura que protagonizó el pasado 28 de agosto en La Morenita de Choachí, donde se encerró con cuatro novillos toros de la siempre fiera e intimidante ganadería de Mondoñedo. Fue empresario, se llevó una paliza y salió a hombros, triunfo que le permitió entrar en la novillada pre-feria de Cali, donde un toro de casi media tonelada le pasó por encima, fisurándole la pelvis. Pese al percance a las dos semanas toreó dos novillos de Clara Sierra en Albán, y uno de Mondoñedo a puerta cerrada. Si en Cali llegó a pensar en dejar el toreo por su debut inadvertido, la revancha le llegó pronto y en Puente Piedra saldrá como si estuviera en la Santamaría.
Anderson Sánchez quiere ser el ciudadano más famoso de la historia de Lenguazaque, pueblo de minas de carbón y de corridas de toros. Así lo confesó en entrevista a Idilio Taurino, donde también dijo que quería ser figura del toreo por sacar a su familia de necesidades. Como pasaba el siglo pasado. El año pasado, cuando precisamente trabajaba como conductor en una de las minas de carbón, la fortuna le empezó a sonreír cuando entró en la novillada de Villapinzón y luego en la pre-feria de Cali, allí indultó a ‘Bonito’ de Paispamba, salió a hombros, ganó el cupo a la novillada del abono donde cortó una oreja, y entró en la de la feria de Manizales, donde salió con la cara alta sobre todo tras imponerse a un toro de Achury Viejo que tenía la llave de la enfermería en su pitón derecho.
Los tres se vieron las caras esta semana en la hacienda La Holanda, en Mosquera, en la ganadería de Mondoñedo, la más antigua del país (1923). El miércoles hicieron un tentadero de vacas, y el jueves Cristian Castañeda debería haber matado un toro, pero el ganadero, Gonzalo Sanz de Santamaría decidió no sacrificarlo por su bravura. El número 161, hijo de Tocayito, aquel toro que indultó José Garrido en la temporada de 2017 en la Santamaría.
Manrique sueña con tomar la alternativa en la Santamaría, de manos de su padre y con el testimonio de alguna figura como El Juli o Talavante. Joselito Castañeda escogería los toros de Mondoñedo para su doctorado, que también quiere que sea en la Santamaría, y con Diego Urdiales y Paco Ureña en el cartel. Sánchez quisiera que Enrique Ponce, en presencia de Roca Rey, lo hiciera matador de toros con la de Juan Pedro Domecq en Sevilla. De momento, es sueño. Por delante tienen una auténtica corrida de toros que por cosas de la pandemia se pasó de edad. Es del hierro de Ernesto González Caicedo, la última que dejó el ganadero vallecaucano, cuyos toros de encaste Santacoloma fueron apetecidos por Rincón y todas las figuras del toreo en aquellos años 90.