El Juli y Bolívar a hombros

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El Juli y Bolívar a hombros. Foto: Camilo Díaz

El Juli indulta un pastueño y corta oreja del cuarto. Bolívar desoreja el quinto. El debutante Rufo con el peor lote una del tercero. Encierro dispar de Gutiérrez. 

Abrió la corrida “Profesor”, número 354, cuatreño, de 476 kilos, negro, cornivuelto, vareado, y de poco cuajo. Desde que atacó las siete verónicas rematadas mirando al tendido, se hizo evidente que el sabio de Velilla había adivinado que la gran calidad del Ernesto Gutiérrez era de serie élite. Fijeza, galope, humillación, tranco de más, alta nobleza y vuelta franca. Luego se sabría que también fondo infinito y ganas de pelea inagotables. Cuando lo indultaron hubo que entrarlo enlazado. Feo eso. Pero bueno, ya todo estaba consumado.

La cosa fue así. Tras la vara encelada de Barroso, cazó a un monosabio en la boca del burladero de matadores donde hace cuatro días un toro de Barbero había corneado en las mismas circunstancias a Marcos Prieto. Se llevaron al herido a enfermería mientras el quite de tres vistosos faroles y una larga en los medios era ovacionado. El tercio de banderillas de Santana y Montes fue brillante, pero la fuerte petición de saludo ignorada por Julián, quien se mostraba tan impaciente por comenzar a torear, cómo un niño desenvolviendo una golosina. –Con su permiso presidente— y tampoco brindó.

Ocho suaves muletazos por alto a los medios y allí clavado, un martinete y uno de pecho… Qué puede pasar cuando un toro de almíbar se topa la muleta más sabia, prolija y poderosa de la tauromaquia actual. Pues lo que pasó, la faena perfecta, o cerca. La compresión total, el acople absoluto, la unidad de cóncavo y convexo. Las tandas generosas, de quietud sin enmienda, sin pasos perdidos, lentas, templadas, largas, rimadas, pa´dentro, en redondo y en círculo, con la muleta y los morros barriendo la arena. Y los remates precisos. Y la banda y la gente como locas. Y por naturales igual, y todo tan exacto, tan maestro, tan técnico, tan fácil, que lo único que se echaba en falta era esa pasión, ese azar y esa inminencia de tragedia que componen la más honda emoción del toreo. La faena se prolongó y se prolongó en su limpieza quirúrgica. Gargantas y cobres no descansaban, el pasodoble excepcional que aquí se toca más que la cucaracha, sonaba y sonaba, el toro pasaba y pasaba, hasta que a los más cuerdos les dio por pedir el indulto quizá pensando que, si no lo hacían, aquí nos íbamos a quedar la noche. Se generalizó la cosa y don Bernardo Gómez Upegui sacó el amarillo de la vida. El Juli regaló tres tandas más, incluidas luquesinas, le puso en la puerta de toriles. El indultado entró, pero lo dejaron recular y hubo que apelar al número de la soga. Qué feo, repito, y qué largo. Las dos orejas simbólicas fueron entregadas con el público repuesto ya de la enajenación que le había causado la faena y la vuelta fue más fría de lo que la faena exigía.

El muy cornicorto cuarto, tenía un problema en la pata derecha, y las fuerzas a limite. La sosería y la caída que se pegó en el primer tercio hicieron pensar en la invalidez para la lidia, y algunos, no muchos, protestaron. Clovis no lo picó y por supuesto le aplaudieron. Y lo que vino fue un tratado de rehabilitación intensiva, de mínima exigencia, de solicita suavidad, de mimo distante, hasta que al final se pudo apretar un poco en las suertes, la parroquia rugió y la estocada contraria y el descabello lograron el santo grial de la tauromaquia moderna, la peluda. Que hacía tercera.

Luis Bolívar, no halló en el mansurrón segundo, material suficientemente inflamable para incendiar el tendido. No fue que no pusiera de su parte. Hasta lo recibió con larga cambiada de rodillas y se le puso a la verónica y por un lado y por el otro, pero nada, era manso y soso. Ni la música ni el paisanaje ayudando pudieron, El pinchazo y el estocadón, no dieron para más que el saludo en el tercio.

Lo del quinto, un bravucón que se desentendió y se rajó al final fue otra cosa. El caleño, brindó al público y lo corroboró ofreciéndose de rodillas para dos derechas en redondo, tres idem de pie, un cambio de mano y el de pecho. Después de la siguiente tanda embraguetada, le soltaron el pasodoble y la faena tomó vuelo por uno y otro pitón, haciéndose circular para un lado y para el otro y como a la quinta serie, volvió a sonar el Feria de Manizales. Cuando las embestidas perdían fijeza la muleta mandaba, y cuando la emoción bajaba, el giro sobre sí mismo y el forzado azuzaban la barra brava. El nacionalismo se manifestó con par gritos y la petición de indulto a toro rajado fue incongruente. La estocada pasada derribó y las dos orejas cayeron desde el palco, junto con un inexplicable pañuelo azul de vuelta al ruedo. Por favor, su señoría.

Tomás Rufo, el joven debutante, se llevó lo peor, un cojo soso y un manso que renunció irrevocablemente. El tercero tenía una evidente tumefacción en el nudillo de la mano derecha que al final lo inhabilitó del todo, así dolido, renqueante siguió la muleta al final sin compasión de nadie. Hasta un desplante rodilla en tierra hubo. La estocada lo despenó y la oreja y los pitos inclementes al rey de la fiesta muerto en minusvalía sonaron crueles. Menos mal que no había antitaurinos. El sexto, desrazado, que concedió algunas embestidas desganadas al principio terminó parado hecho un marmolillo. La estocada caída y el aviso tampoco contribuyeron a la salida en hombros con los dos veteranos. La plaza le despidió con afectuosa ovación. Que vuelva.

La corrida de Ernesto Gutiérrez, que tradicionalmente cierra el serial en apoteosis, no fue tal, pero tampoco fue mala. El que recordó los descendientes del murubeño “Flor de café” fue el primero. Los otros menos. Dispar toda. El segundo, por sus hechuras francamente Domecq, no parecía ni de la familia. Sin embargo la buena feria volvió a cerrar en triunfo. Ahí está la foto.

FICHA DEL FESTEJO

Manizales, domingo 9 de enero 2022. Plaza Monumental. 7ª de feria. Sol. Más de tres cuartos de aforo. Seis toros de Ernesto Gutiérrez, disparmente presentados y de juego diverso, indultado el 1°.
El Juli, dos orejas simbólicas y oreja.
Luis Bolívar, saludo y dos orejas.
Tomás Rufo, orejas y palmas.

Incidencias: Carlos Rodríguez y Emerson Pineda saludaron tras parear al 2°. El Juli y Luis Bolívar salieron a hombros.

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