El Monumento al toro

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Artículo publicado en ABC de Sevilla en la página 61 del día 30 de septiembre de 1966

Redacción: abc.es

Con un magnífico sentido de la oportunidad, el programa último taurino de Televisión Española ha estado dedicado a las Semanas Taurinas que se organizan en Salamanca. Y calificamos tal emisión de suma oportunidad, porque la estimamos como una espontánea y calificada colaboración al II Congreso Internacional de Tauromaquia, que, con éxito singular, viene desarrollándose durante estos días en la ciudad de Sevilla. Esto no lo dijo, ciertamente, el mantenedor de la emisión a que aludimos; pero así lo han sobreentendido y estimado todos los televidentes que tuvieron el placer de oír y presenciar aquella autorizadísima tertulia sobre temas taurinos.

Hubo, sí, en dicha emisión algo que se presta a muy confusos comentarios. Al tratar del importantísimo tema -¡ay, Dios mío!- de erigir un monumento al toro de lidia, alguno de los asistentes adujo como expresión potísima para que dicho monumento se erigiera en Salamanca, entre otras plausibles razones, una que ya no nos lo parece tanto… La de que «solamente Salamanca era la ciudad española que contaba con dos Universidades…»

…Vamos despacio y no elucubremos pintorescamente. A nosotros nos parece muy bien que Salamanca erija al toro de lidia no un monumento, sino todos los que tengan por conveniente. Pueden, pueden si son gustosos en ello, poner una piedra bicorne o un bronce astado en cada rincón o plazoleta de la ciudad. Lo que nos parece poco congruente es que la razón que pueda abonar aquella idea exaltativa sea, nada menos, el que la ciudad posea dos respetabilísimas, históricas y competentes Universidades… Creo que estamos confundiendo las témporas, o tomando el rábano por los cuernos. ¿Qué tienen que ver las doctas disciplinas de las lenguas románicas con el monumento al toro? ¿En qué confluyen o se corresponden la Sagrada Teología con los animales da lidia? ¿No es todo esto sacar un poco las cosas de quicio?

Hemos vivido en Salamanca y somos devotos de la monumentalidad y espíritu de aquella excelsa ciudad. No se nos escapa tampoco que las condiciones peculiares del toro de lidia salmaticense, por ser algo domésticas, en nada perturbarían la apacibilidad de aquellas calles y rincones. Incluso en aquel jardincillo dieciochesco frontero a donde vivió y murió junto a la Casa de las Muertas, don Miguel de Unamuno, podría erigir su ibérico testuz bravio algún astado monumentalicio. Que algo tenía el gran escritor, en su sabiduría y en su carácter, de fiero toro hispano, arremetiendo iracundo y noble contra los enemigos de Dios, de España y de los hombres… Hay otras muchas ciudades españolas que han levantado monumentos y fuentes a la animalía decorativa o legendaria… El torito de Teruel, el potro de Córdoba, los galápagos de Madrid, el gallo de Morón, la fuente del pato en Sevilla… Sí, nada impide que pueda levantarse el monumento al toro de Salamanca en Salamanca. Pero no compliquemos los motivos. Dejemos en paz la sapiencia y las graves humanidades gloriosas.

Con el toro andaluz no hubiéramos podido llevar nunca a cabo este gran proyecto que abrigan, enfervoriza y preocupa a los simpáticos taurinos de Salamanca. Su fiereza imprime pavor hasta representado en bronce o dura piedra. Y monumentos de esta guisa llenarían de repelucos y sobresaltos las calles de cualquier ciudad de la penibética… Aquí creemos que el toro debe estar en el campo.

¡Qué cosas hubiera dicho Fernando Villalón si hubiera encontrado en cualquier calle sevillana un monumentito al toro bravo! Lo menos que le hubiera llamado sería «cabra pretenciosa», «turista disfrazado» o cosas más duras, que, aunque amparados por la vigente ley de Prensa, nuestra natural timidez como escritor nunca nos hubiera permitido transcribir…

Los toros de Guisando, en su escalofriante inmovilidad de piedra laminada por los siglos, velan, sin mugir, el profundo secreto de los campos de Castilla. Un bronco hervir de Pirineo ancestral remueve los ijares de los históricos cornúpetas vascos-navarros. Un rumor de siglos, palpitantes y aún vivos, concentran las ganaderías nobles, bravas y mayestáticas de la inimitable Andalucía. Nada tenemos que oponer al deseo manifestado por los señores huéspedes de la emisión de TVE que aquí comentamos. Nos hubiera, sí, agradado conocer la opinión del mantenedor de la tertulia, señor Lozano Salamanca, que habló poco y no dejó traslucir un punto de lo que pensaba

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