Existen numerosas semejanzas entre la fiesta y la tarea de un gestor de fondos
Redacción: cincodias.elpais.com
Cuando se viven los días que hemos pasado en Madrid con ocasión de San Isidro, uno se da cuenta de la cantidad de semejanzas que tiene el toreo con la gestión de fondos de inversión, el torero se juega su vida cada tarde para crear arte, el gestor se juega su reputación, buscando rentabilidad para los partícipes.
Para aquellas personas que desconocen ambos mundos, quiero invitarles a que me acompañen. Espero que disfruten de este viaje como llevo disfrutando desde niño y desde mis inicios profesionales, mundos apasionantes.
Imagínense un día cualquiera de Feria, donde el cartel lo componen las figuras más importantes del escalafón taurino, lidiaran los toros de la ganadería más importante que pasta en el campo bravo.
Imagínense un día cualquiera de mercado, cuando suena el despertador y el gestor de fondos comienza un nuevo día.
Ambos, el torero y el gestor, seguramente lo primero que hagan será levantar la persiana de su hotel y de su casa y ver qué tiempo hace. El torero con sus miedos de jugarse todo en la primera plaza del mundo, querrá una tarde soleada y sin aire, así podrá mover sus trastos acompañando la embestida del toro, suavemente, haciendo disfrutar al respetable. El gestor querrá un día sin noticias inesperadas que hagan que su selección de valores sufra correcciones serias ni que tampoco sople aire en contra de las decisiones tomadas con sus equipos de análisis.
Uno de los momentos más importantes del viaje que estamos realizando se produce a las 12.00. En los corrales de la plaza, a esta hora se deciden qué toros tocan en suerte a cada uno de los matadores que por la tarde tendrán que lidiarlos. Si nunca han estado en el “apartado”, les diré que es uno de los momentos más importantes, donde el azar juega su parte, en forma de bolitas y dentro de dos sombreros de ala ancha. Anteriormente, los veterinarios han hecho su trabajo seleccionando qué toros son aptos para una plaza de la categoría de Madrid.
A distinta hora y siguiendo el ritual de selección de valores, el gestor, junto con su equipo de análisis, va pasando los filtros de su modelo, seleccionando las compañías que formarán parte del patrimonio del fondo. Estos filtros irán descartando posibilidades hasta que quede el número de compañías que estimen oportunas.
El torero comerá pronto y poco, descansará, si los nervios le dejan, y unas horas antes de empezar la corrida empezará con el ritual de vestirse de luces.
A las 19:00 en punto de la tarde, clarines y timbales anunciarán que ha llegado la hora de la verdad.
A las 9:00 en punto de la mañana, la bolsa anunciará que también ha llegado la hora de cotizar.
Ambos, torero y gestor, saben que ya está todo decidido y no queda más que empezar el paseíllo, sus miedos, incertidumbres y decisiones ya solo forman parte del pasado. Ahora toca lo más difícil, enfrentarse a la incertidumbre de un animal del que nadie sabe lo que lleva dentro y de un mercado que tampoco sabemos qué nos va a deparar en el día.La técnica, el torero la lleva aprendida, igual que el gestor la teoría se la sabe al dedillo, solo falta que toro y mercado embistan.
Cuando al toro se le hacen todas las suertes bien, desde pararle, mandarle y templarle, el animal saca lo mejor que lleva dentro, el torero empieza a esculpir su obra de arte. Lo mismo ocurre cuando el gestor, una vez analizada la compañía, empieza igualmente a esculpir su obra obteniendo rentabilidad para su fondo.
Durante la lidia, cuando hay plena comunión entre toro y torero, aparece la magia, esa magia que muy pocos elegidos son capaces de transmitir y realizar, magia en la que ambos guerreros, fundiéndose, convierten en arte la vida y la muerte, haciendo fluir una magia que solo durará un instante, pero que será eterna en la memoria de los aficionados.
Cuando el gestor ha realizado una selección de valores exhaustiva, teniendo en cuenta datos macroeconómicos, ajustando al momento del ciclo cada pieza del puzle por sectores y zonas geográficas, fluye la magia entre el gestor y el mercado, traduciéndose en rentabilidad para su fondo y por ende para el inversor que arriesga sus ahorros.
Siguiendo con nuestro viaje, después de una tarde de éxitos llegan los reconocimientos para toro y torero a través de trofeos, indultos y Puertas Grandes, ocupando los primeros puestos del escalafón. Lo mismo le ocurre al gestor y a su fondo, cuando este es el mejor de su categoría, por rentabilidad, regularidad y consistencia, llegan los reconocimientos en forma de premios y estrellas Morningstar, reconocimiento que le otorga el mercado y al gestor sus compañeros de la industria.
No olvidemos a los espectadores y los inversores, ellos se encargarán de evaluar lo que están viendo tanto en el ruedo como en el devenir de sus inversiones.
No quiero terminar nuestro viaje sin darle la importancia que tiene en ambos mundos al riesgo. Pienso que en el mundo del toro, al riesgo se le llama toro. Y en el mundo de la gestion, el riesgo recibe el nombre de volatilidad.
Fernando Moreno Villares es gestor de Patrimonios en Gesconsult