“¿Para qué querrá Mazzantini los mejores toros si luego no sabe qué hacer con ellos?” protestaba “Guerrita” cuando hace bastante más de un siglo, a expensas de la elocuencia convincente de don Luis, el sorteo comenzó a imponerse.
Hasta entonces, finales del XIX, el orden en que serían lidiados los toros en la corrida y, por ende, según antigüedad cuáles tocarían a cada torero, lo decidía el ganadero. Este, por supuesto, a su favor elegía los de mejor pronóstico para las figuras, que además nunca gustaron de abrir corrida, “no hay quinto malo” decían. Fue una revolución. Una de las tantas que ha sufrido y gozado la fiesta.
Cuando hace un par de temporadas don Simón Casas, matador (modesto) devenido en empresario (productor) estrella, tomó la primera plaza del mundo y con ella la feria de San Isidro, mundial del toreo, anunció que venía a “cambiar la historia”. –Baladronada publicitaria, la historia la cambiaron Pedro Romero, Pepe Hillo, Paquiro, Belmonte, y en el ruedo, no en las oficinas– pensamos algunos, no sé cuántos, hablo por mí.
¿Nos callará la boca? De pronto. Tuvimos que aceptar en otoño pasado cuando con gran bombo, introdujo “el bombo”, sorteo de ganaderías. Acabar con eso de los mismos con las mismas; figuras con las “comerciales”, modestos con las “toristas”. Como en tiempos de Mazzantini, revuelo, mohines, controversias, pataletas… Todo lo que generan los grandes cambios justicieros. Al final solo una figura se la jugó, Talavante, y luego hubo de tomar la cicuta.
¿Qué pasará? ¿Quién manda en la fiesta? ¿Qué pintan los amos de la taquilla? “Si una figura no se apunta al bombo, no podrá matar esas ganaderías en San Isidro” Respondió Simón abriendo una puerta con “esas” y anunció sorteo parcial con diez ganaderías:
Jandilla/Vegahermosa, Garcigrande/Domingo Hernández, El Puerto de San Lorenzo/Ventana del Puerto, Juan Pedro Domecq, Alcurrucén (dos tardes), Montalvo, Fuente Ymbro, Parladé y Adolfo Martín.
Ya, como contestando, !así sí! Ponce, Perera, Roca Rey, Castella, Marín, Ureña… se apuntaron. Por ahora parece que la revolución ha quedado en el marketing. “Guerrita” vive.