Sevilla 8ª de feria: ¿El toro de Sevilla?

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Con el coraje como argumento José Garrido arrancó una oreja del ordinario sexto. Bautista y Simón silenciados. Encierro de pobreza franciscana. Solo desbordó la tolerancia, generosidad y estoicismo del poco público.

Los de El Pilar, fueron sorteados con 514 kilos promedio. Exactamente los mismos de la pasada novillada en Las Ventas. Pobres en todos los sentidos y con edades más cercanas de los tres que de los cinco años. Luego, dos, el cuarto y el quinto, fueron devueltos por flojos, común denominador, y reemplazados por un grandulón noblote y un desclasado sin pausa. Ocho en total saltaron, de los cuales quizá solo el tercero se podría salvar. No por trapío (mínimo), sino por codicioso.

En los preámbulos de la corrida uno de los representantes de la ganadería se manifestó muy contento por haber logrado aprobación del encierro que había querido, en comunidad con la empresa, los apoderados y la presidencia. Ya no se podrán quejar quienes han arremetido desde que comenzó la temporada contra veterinarios y presidentes quisquillosos. Esta tarde fueron complacidos.

Además, imperó una falta de rigor y exigencia increíbles para esta plaza. Casi empezando la tarde, Álvarez y Arruga dejaron un reguero de banderillas a lo largo del segundo toro. La ovación de gala, fue como una exhibición de credenciales por el público no habitual de hoy. Sorprendidos, los homenajeados no tuvieron más que saludar montera en mano. Y así toda la corrida.

Todo se hundía, todo se hubiese hundido, a no ser por el amor propio y el coraje de José Garrido. Cierto, dio con el único que se movió con codicia. Poca cosa y blandengue, pero apechó y entre unipases y ligazones hasta de cinco y seis, raudas y vehementes logró alborotar la parroquia. Que como se ha dicho no necesitaba de mucho. Música y ole (aquella empezó cuando el toro acababa de caer). Su toreo efervescente, veloz y desinhibido fue a más y hacia las tablas. La estocada desprendida y tendida tuvo tardo efecto, sonó el aviso, la petición fue parcial y Doña Anabel Moreno se quedo quieta. La zahirieron sin miras.

Con el sexto, que corría carialto sin ton ni son; nueve delantales hasta los medios. Después, muleta en mano, derivando por diferentes terrenos series derechas y naturales a los viajes imparables del pilarico. Todo lo ponía el torero. Brega larga y sin exquisitez, pero empeñosa y honesta. Un espadazo, trasero, caído y desarmado terminó la kilométrica corrida. Ya de noche, la solidaridad y revancha por la negativa en el tercero le dieron saña a la petición que la señora presidenta terminó por complacer, a despecho de la categoría del coso.

Juan Bautista, oficiosos e impertérrito anduvo recorriendo la senda de los pasos perdidos con su lote. Pero no se descompuso. Ni cuando le asestó un bajonazo de comisaría y tres descabellos al primero. Ni con el pinchazo y la estocada corta al cuarto bis. Tal fue su lánguido retorno a la feria, tras siete años.

Alberto López Simón se mostró a disgusto y cariacontecido toda la tarde, y al final, claramente desconsolado. Su quehacer tradujo el estado emocional. Desesperanza y pegapasismo. Se libró de uno con pincho y hondo fierrazo, y del otro, con media saliéndose y descabello. Nada.

Si este es el toro que el establecimiento quiere para la nueva fiesta y acuerda para Sevilla, ni modo. Apague y vámonos.

FICHA DE LA CORRIDA

Sevilla. Martes 18 de abril de 2018. Plaza de la Maestranza. 8ª de feria. Sol. Más de media entrada. Ocho toros de El Pilar pobres en todos los sentido, dóciles y flojos. Devueltos, 4º y 5º, saliendo 1º y 2º reservas del mismo hierro.

Juan Bautista, silencio y silencio.

López Simón, silencio y silencio.

José Garrido, vuelta tras aviso y petición y oreja.

Incidencias: Saludaron Yelco Álvarez y Jesús Arruga en el 2º, y Vicente Osuna en el 5º bis.

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