Redacción: Guillermo Ulloa
Ante un nutrido auditorio, el maestro César Rincón (1965) y bajó la conducción impecable del comunicador César Polanía, rindió, en ameno conversatorio, un tributo a su trayectoria, no solo en el mundo de la tauromaquia, sino también a su admirable vida. Fuimos afortunados de escucharle. Su sencillez, humildad y suave tono de voz cautivaron. En la medida en que avanzaba la charla, atestiguábamos con orgullo patrio las alegrías y triunfos que hicieron de aquel niño soñador, quien, a sus once años, buscó su primera oportunidad en Cañaveralejo, hasta su más reciente triunfo, al salir en hombros por la puerta grande de Las Ventas madrileña el pasado 12 de octubre (2025).
Nos recordó, cómo en aquel primer viaje a Cali, en compañía de su padre, Gonzalo, y sin tener el valor del pasaje, le pidieron al conductor del bus de flota llevarlos. Superado este primer escollo, el vetusto vehículo se varó durante el trayecto. Llegaron tarde, pero, con fortuna, le permitieron hacer su debut (1976), marcando su primer triunfo. Su carrera había comenzado. Cali fue su plataforma.
En 1990, mientras toreaba en Palmira, sufrió una devastadora corneada. Durante su convalecencia jamás pensó en darse por vencido. En cambio, soñó con volver a las plazas y seguir su pasión. El 1º de enero de 1991, ante un toro de la ganadería de Luis Fernando Castro, con excepcional maestría, desplegó su arte taurino, encontró el triunfo y obtuvo el galardón de esa Feria de Cali. Ese año, el 21 de mayo, triunfó en la Feria de San Isidro de Madrid, saliendo en cuatro ocasiones a hombros por la puerta grande, algo que pocos toreros han hecho. En los quince años siguientes, logró siete puertas grandes en Madrid, e infinidad de triunfos en Lima, Quito, Ciudad de México y en las plazas colombianas.
Triunfar y, lo más difícil, sostenerse en un privilegiado lugar no es aventura. Es producto de la dedicación, el compromiso, la fe y se ejerce con amor y vocación a lo que cada cual considere su llamado.
Coartar la libertad de expresión a la que ha sido sometida la tauromaquia, pese a la incoherencia e hipocresía de algunos ideólogos animalistas, aún no ha concluido. Al igual que el maestro Rincón, quienes somos espectadores del arte y la fiesta taurina no sentimos nostalgia por el absurdo planteamiento, sino sentimientos depresivos ante quienes quieren enterrar la milenaria expresión y la raza del toro de lidia.
Narró Rincón que este año (2025) sucedió algo especial, providencial y espiritualmente reconfortante. Consideró que no podía retirarse ni enclaustrarse en cuarteles de invierno. Siguió el consejo de unos amigos y decidió hacer la peregrinación por el Camino de Santiago de Compostela. Caminando treinta kilómetros diarios y, al llegar a la Catedral, que alberga los restos del apóstol Santiago, recibió ese día la llamada de su ahijado Morante de La Puebla, quien le invitó al templo taurino madrileño al festival de homenaje a su padrino, Antoñete (1932-2011).
Lo que para él era un imposible, después de diecisiete años de retiro, y a sus sesenta años, se convirtió en un derrotero. Volvió a renacer la ilusión, las ganas de triunfar, de volver a vivir, de sentir, de retornar al origen de aquel sueño y seguir con la enseñanza y las bendiciones que la vida nos otorga. La tauromaquia, o la mayoría de las profesiones, cuando se aman, es entrega, es pasión, es gratitud; son valores éticos y morales.
El pasado 12 de octubre, después de cuatro meses de dedicación y concentración para volver a triunfar, Rincón citó a su toro desde la distancia del ruedo y danzando con el, al ritmo de pasodobles, ovaciones del público espectador, y acariciando su muleta al ejemplar en majestuosa faena, salió nuevamente en hombros por la puerta grande de las Ventas.
César Rincón nos da una lección de vida. Jamás es tarde para seguir haciendo lo que se ama.
La tauromaquia está lejos de fallecer. Al igual que el retorno de Rincón, es importante cerrar filas dando continuidad a la tradición milenaria del arte y la fiesta taurina. Debemos darles a las nuevas generaciones la oportunidad de conocer la expresión y sean ellos quienes decidan ser seguidores o apartarse del espectáculo.
























