Animalismo Destruye el Toro Bravo

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Un animalismo destruye especies: el caso del toro bravo

Redacción: José Mario Sánchez Soledad, empresario e historiador de Ciudad Juárez, exdelegado de Profepa en Chihuahua, y consejero nacional de Coparmex. Presidente de Tauromaquia Mexicana, capitulo Chihuahua

En nombre de la compasión animal, se está cometiendo una paradoja histórica: la destrucción de una especie única, el toro bravo, a través de una falsa protección que desconoce su origen, su función y su ecosistema cultural. Bajo consignas como “corridas sin violencia” o la prohibición directa de la tauromaquia, se desactiva el único proceso que ha permitido la existencia de este animal durante siglos: la lidia como mecanismo de selección genética.

EL TORO BRAVO: UNA ESPECIE DESARROLLADA POR EL HUMANO

Toro de la ganadería Rancho Seco, en Tlaxcala. Fotografía: José Mario Sánchez Soledad

 

El toro bravo no es un animal salvaje ni un vestigio de la naturaleza primitiva. Es el resultado de una ingeniería empírica desarrollada por generaciones de ganaderos que, sin laboratorios ni microscopios, han perfeccionado una genética basada en la observación, la experiencia y la selección funcional.

Durante siglos, los ganaderos han seguido un proceso riguroso:

  1. Definición del prototipo ideal de bravura, trapío y nobleza.
  2. Tentaderos de hembras para seleccionar futuras madres.
  3. Selección de sementales por lidia o genealogía.
  4. Cruzamientos dirigidos para reforzar o corregir rasgos.
  5. Observación del desarrollo desde becerros hasta toros.
  6. Evaluación en la plaza, donde el toro se enfrenta a pruebas que simulan desafíos naturales.
  7. Indulto, cuando un toro excepcional regresa al campo como semental.

Este proceso no es solo técnico: es cultural, simbólico y profundamente ético en su lógica interna. El toro bravo vive como ningún otro bovino, en libertad, con cuidados extremos, y muere —cuando no es indultado— en el único escenario donde puede expresar su naturaleza: la plaza. También es necesario decir que solo un pequeño porcentaje de los toros van a la plaza, la mayoría mueren en un rastro.

LA LIDIA: SIMULACRO DE LA NATURALEZA

La corrida de toros no es un acto de violencia gratuita, sino una recreación ritualizada de la selección natural. La pica simula el enfrentamiento con un depredador; las banderillas, los ataques múltiples; la muleta, la prueba de inteligencia, resistencia y clase. Solo allí se revela la bravura, ese rasgo genético que no puede medirse en establos ni en laboratorios.

CORRIDAS SIN VIOLENCIA: LA PARADOJA

La propuesta de “corridas sin violencia” pretende mantener el espectáculo sin la confrontación. Pero al eliminar la pica, las banderillas y la muerte, se elimina también la prueba funcional de la bravura. El toro ya no puede ser evaluado, y por tanto, no puede ser seleccionado. En pocas generaciones, la bravura se diluye, la casta se pierde y el toro bravo desaparece como especie funcional.

PROHIBIR LA LIDIA ES CONDENAR AL TORO

Sin lidia, el toro bravo no tiene razón de ser económica ni genética. No puede ser domesticado ni reconvertido en ganado común. Su crianza es costosa, su comportamiento es peligroso, y su función desaparece. Lo que queda es una especie sin hábitat, sin utilidad y sin futuro.

CONCLUSIÓN: PROTEGER NO ES DESACTIVAR

El verdadero animalismo no destruye especies: las comprende, las respeta y las conserva en su integridad. El toro bravo no necesita compasión mal entendida, sino la continuidad de su ecosistema cultural: la dehesa, la ganadería, la lidia. Solo así puede seguir existiendo como lo que es: una obra maestra de la selección humana, un símbolo de bravura y un patrimonio vivo.

 

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