31 V 2025 – MADRID / 20ª SAN ISIDRO – Diego Ventura corta una oreja del segundo. El confirmante Sebastián Fernández ovacionado. Duarte Fernández silenciado. Mansada de Los Espartales…
En el palco de enseguida. Mediana edad, entrecano, con corte al rape, polo azul. Pantalón verde militar, abdomen globuloso. Llegó provisto de un enorme pañuelo blanco para pedir orejas y acompañado de su estoica esposa.
Fue un espectáculo paralelo al que transcurría en el ruedo. Su voz estentórea no se apagó en toda la tarde. Una sucesión de frases gritadas, que calificaban o descalificaban cada suerte. Con una riqueza y procacidad de vocabulario que hubiesen hecho palidecer de envidia a los grandes del idioma; Cervantes, Quevedo, el anónimo autor del Lazarillo de Tormes, o su heredero García Márquez… Honor a nuestra rica lengua semisecuestrada por la decencia, las buenas costumbres y la hipocresía.
La mayor parte de su explosiva diatriba iba dedicada al ganadero y los toros. La otra, repartida a partes iguales entre lidiadores, montados y peones. Daba risa y gusto la sinceridad y sentimiento con que se desahogaba. Da la cara maricón. Hijoputa. Pégale dos tiros. Llévatelo para la casa…, y otras linduras, competían en volumen con los pasodobles de la banda. Mientras las señoras, comenzando por la suya, sonreían avergonzadas. Un atildado caballero a mi lado, solo atinó a decir: ¡Que pesao! Recogió, y se fue en el quinto con su pareja. La de atrás preguntó: a este que le habrán dado. No parecía licor ni psicotrópicos, más bien la primaria y deshinchada expresión de una afición frustrada. Quien sabe, siendo domingo, de que pueblo habría venido, con qué ilusión y cuanto le significó el precio de las entradas.
Y es que la mansada de los Espartales, los desaciertos con la ferretería de los jinetes y la frecuente, obligada y no siempre exitosa intervención capotera de los peones eran una inspiración para el poeta de marras. Quién le iba a reponer lo perdido. Todos los toros salieron al ruedo bardeando las tablas, buscando la salida. Hubo seis saltos al callejón. Cuatro exitosos, dos del mismo toro, “Malacara” el sexto, y dos que no se cumplieron porque el salto no alcanzó a librar la barrera. Y hay que oír lo que decía el vecino a cada brinco.
Hasta el magistral Diego Ventura, se sumó a la cosa, con pasadas en blanco en banderillas o colocando solo la mitad del par, cuando sin bridas y a dos manos se lanzaba en busca del manso. Le dieron una oreja. El confirmante Sebastián Fernández, los aplicó ocho pinchazos, un rejonazo trasero y un bajonazo al quinto en medio de una bronca sobre la cual dominaba como solista la cascada de improperios del del pañuelote bajo el brazo y la compañera compungida.
Claro, la belleza y la doma de la cuadra y las innegables maestrías ecuestres de los tres alternantes, salpicaron de oles y ovaciones la mansa tarde. Gracias a ellos y al desenfadado hombre del 27, que parecía un personaje sacado del siglo de oro español, la corrida dominguera de rejones fue fallida, pero no aburrida. Y como para completar la reminiscencia dieciochesca, el bello caballo “Ilusión” de Duarte Fernández, fue eviscerado en el ruedo por una cornada en banderillas.
Fue un espectáculo paralelo al que transcurría en el ruedo. Su voz estentórea no se apagó en toda la tarde. Una sucesión de frases gritadas, que calificaban o descalificaban cada suerte. Con una riqueza y procacidad de vocabulario que hubiesen hecho palidecer de envidia a los grandes del idioma; Cervantes, Quevedo, el anónimo autor del Lazarillo de Tormes, o su heredero García Márquez… Honor a nuestra rica lengua semisecuestrada por la decencia, las buenas costumbres y la hipocresía.
La mayor parte de su explosiva diatriba iba dedicada al ganadero y los toros. La otra, repartida a partes iguales entre lidiadores, montados y peones. Daba risa y gusto la sinceridad y sentimiento con que se desahogaba. Da la cara maricón. Hijoputa. Pégale dos tiros. Llévatelo para la casa…, y otras linduras, competían en volumen con los pasodobles de la banda. Mientras las señoras, comenzando por la suya, sonreían avergonzadas. Un atildado caballero a mi lado, solo atinó a decir: ¡Que pesao! Recogió, y se fue en el quinto con su pareja. La de atrás preguntó: a este que le habrán dado. No parecía licor ni psicotrópicos, más bien la primaria y deshinchada expresión de una afición frustrada. Quien sabe, siendo domingo, de que pueblo habría venido, con qué ilusión y cuanto le significó el precio de las entradas.
Y es que la mansada de los Espartales, los desaciertos con la ferretería de los jinetes y la frecuente, obligada y no siempre exitosa intervención capotera de los peones eran una inspiración para el poeta de marras. Quién le iba a reponer lo perdido. Todos los toros salieron al ruedo bardeando las tablas, buscando la salida. Hubo seis saltos al callejón. Cuatro exitosos, dos del mismo toro, “Malacara” el sexto, y dos que no se cumplieron porque el salto no alcanzó a librar la barrera. Y hay que oír lo que decía el vecino a cada brinco.
Hasta el magistral Diego Ventura, se sumó a la cosa, con pasadas en blanco en banderillas o colocando solo la mitad del par, cuando sin bridas y a dos manos se lanzaba en busca del manso. Le dieron una oreja. El confirmante Sebastián Fernández, los aplicó ocho pinchazos, un rejonazo trasero y un bajonazo al quinto en medio de una bronca sobre la cual dominaba como solista la cascada de improperios del del pañuelote bajo el brazo y la compañera compungida.
Claro, la belleza y la doma de la cuadra y las innegables maestrías ecuestres de los tres alternantes, salpicaron de oles y ovaciones la mansa tarde. Gracias a ellos y al desenfadado hombre del 27, que parecía un personaje sacado del siglo de oro español, la corrida dominguera de rejones fue fallida, pero no aburrida. Y como para completar la reminiscencia dieciochesca, el bello caballo “Ilusión” de Duarte Fernández, fue eviscerado en el ruedo por una cornada en banderillas.
FICHA DEL FESTEJO
Sábado 31 de junio 2025. Madrid, Plaza de toros de Las Ventas. Sol. Cartel de «No hay billetes». Seis toros de Los Espartales, mansos.
Diego Ventura, oreja y silencio
Sebastián Fernández, Confirmó, saludo y silencio reas dos avisos.
Duarte Fernandes, silencio tras aviso y silencio