La plaza de toros de Lenguazaque vibró con la segunda corrida de su feria 2025, una tarde que pasó de la gloria al desconcierto, dejando postales imborrables para la memoria taurina. Sin embargo, entre faenas de altos vuelos y decisiones insólitas, ocurrieron episodios que bien podrían marcar un antes y un después en el serial.
Redacción: Jerónimo Baquero Toro´s
Lenguazaque – Colombia. La segunda de Lenguazaque 2025 dejó una estela de recuerdos imborrables, algunos por la belleza del toreo y otros por lo insólito de las situaciones vividas. Román salió en hombros tras el indulto, aunque con una anécdota que generará debates en el mundo taurino. Sebastián Vargas, más allá del desarme, mostró su profesionalismo ante una desafortunada falta de sensibilidad musical. Y Antonio Ferrera, con su autoridad en el ruedo, expuso un problema que cada vez es más recurrente en las plazas: el desorden en el callejón.
Más allá de los errores y las polémicas, lo cierto es que Lenguazaque sigue siendo un epicentro taurino donde la pasión, el arte y la controversia conviven en una fiesta que nunca deja de sorprender.
El Indulto de Román y el Error Garrafal del Presidente
El punto culminante de la jornada llegó con el matador Román, quien logró la obra cumbre de la tarde tras estructurar una faena magistral a un toro de embestida clara y ritmo acompasado. Tras una lidia emocionante y una muleta con temple exquisito, el público, entregado a la magia del valenciano, pidió con insistencia el indulto para el astado, que había demostrado bravura y nobleza en todos los tercios.
El clamor fue absoluto, y cuando la decisión del indulto era un hecho, el palco presidencial cometió un error de proporciones históricas. En lugar de sacar el pañuelo amarillo, se desplegó el verde, lo que generó un instante de absoluta confusión entre los actuantes y la afición. Para los conocedores, el pañuelo verde indica el cambio de un toro por falta de condiciones en una plaza donde hay toros de reserva, pero en ningún caso representa la concesión del indulto. Román, visiblemente sorprendido, esperó una corrección del palco, que tardó unos instantes en rectificar. Finalmente, el presidente, al percatarse del error, enmendó la situación y se mostró el pañuelo amarillo, oficializando el indulto y permitiendo que el toro regresara a los corrales para su recuperación.
Sin duda, un hecho que pasará a la historia y que reabre el debate sobre la preparación y el protocolo que deben seguir las autoridades en el palco presidencial.
Sebastián Vargas: Desarmado y el Sonido de la Discordia
Si lo de Román generó sorpresa, lo de Sebastián Vargas rozó el absurdo. En su primer toro de la tarde, un animal encastado y con transmisión, el torero sufrió un inesperado desarme cuando intentaba ligar una tanda con la derecha. La muleta voló de sus manos, y el acero rodó por la arena, lo que aumentó la tensión en el tendido. Sin embargo, el hecho que encendió los ánimos fue la actitud de la banda musical, que continuó tocando a pesar de la evidente dificultad del diestro.
Vargas, con evidente molestia, giró hacia el palco de la música y con gestos claros exigió silencio para poder reponerse y seguir con su labor. Pero el sonido persistió durante unos segundos, generando un momento incómodo tanto para el matador como para el respetable. Finalmente, la banda detuvo la interpretación, permitiendo que Vargas retomara su labor con temple y profesionalismo. El incidente dejó una pregunta abierta sobre la sensibilidad y el criterio de la banda en momentos críticos de la lidia.
Antonio Ferrera y la Indisciplina en el Callejón
El veterano torero Antonio Ferrera también tuvo su propia batalla fuera del ruedo. En su primer toro de la tarde, mientras trataba de fijar la embestida del astado, su concentración se vio interrumpida por un inusual movimiento en el callejón. Personas que no debían estar en ese espacio, periodistas buscando la mejor imagen y mozos de espadas con una presencia excesiva generaron una distracción evidente para el matador y para el propio toro.
Ferrera, con su habitual temple, alzó la mirada y dirigiéndose a los presentes en el callejón, hizo un llamado de atención con contundencia. Con gestos firmes y palabras breves pero claras, exigió el respeto necesario para la lidia, dejando en evidencia una situación que, si bien no es nueva, cada vez se hace más frecuente y compromete la seguridad del torero y la pureza del espectáculo.
El incidente no pasó desapercibido, y la presidencia tuvo que intervenir para ordenar el despeje del callejón, asegurando que la faena pudiera continuar sin distracciones ajenas a la lidia.