El Toro de Lidia en la Historia

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Redacción: Roberto Ramírez Ocampo – www.lapatria.com

Los fósiles más antiguos de nuestra raza son de los hombres de Kibish hace 200 mil años.
El toro de lidia que es una subespecie, y se denomina científicamente Bos Taurus Ibéricus está en la península ibérica desde antes de la llegada de los celtas; sin embargo, el Uro está en nuestro planeta desde hace 500.000 años: “En algo hay un consenso pleno, el toro de lidia, así como, todas las razas de bóvidos proceden del uro primitivo (Bos primigenius) presente en el norte de África, Europa y Asia desde hace 500.000 años” La anterior referencia es del Centro Etnográfico y Bibliográfico virtual del Toro de Lidia.

Podemos ver que el toro estuvo presente 300.000 años antes que el hombre; es animal reliquia, que ha sido deidad, fuente de arte desde las cuevas de Altamira, pasando por los monumentos como los toros del Guisando en el camino entre Ávila y Toledo o el Fresco del palacio Cnosos que representa el rito del Salto al Toro. (1500 A.C.) en Creta, primera cultura de la edad de Bronce.

Desde luego en torno a sus orígenes existe controversia, que no intentaré dirimir en este artículo, solo intento dejar clara la importancia que una fiesta gire en torno a un animal prehistórico que las guerras no han podido extinguir.

En mi concepto, precisamente es la fiesta la que lo mantiene, si no hubiera sido por ella, no tendríamos fincas de toros de lidia en España, Portugal, México, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Francia y probablemente otros lugares, con ganaderías que no dan leche ni carne, que “desalumbradamente” unos pocos poetas del medio ambiente y la ganadería intentan mantener con el único propósito que este animal continúe enseñándonos supervivencia, en un momento donde la raza humana puede llegar a extinguirse por cuenta de nosotros mismos.

El toro bravo enseña dignidad en la plaza y en la pastura, muere altivo, virgen, de cuatro a cinco años, a diferencia de los toros en el matadero, que entran en un callejón sin salida para ser sacrificados y desde luego cumplir ellos también, con una función vital alimentaria, no que el toro de lidia no lo haga, pero es que está llamado a cumplir con otros cometidos.
El toro define la libertad que los humanos hemos ido olvidando o perdiendo. En el potrero mira al infinito. Y donde está presente, no hay ni pesca, ni caza, ni paseos de campo, está allí para cuidar su entorno, permitiendo que el bosque primario y las aguas incontaminadas no se pierdan unos y no se contaminen las otras, son los mejores guarda oxígenos, que tenemos, ellos cuidan la vida y ojalá nosotros cuidáramos las de ellos.

Vale la pena que, desde la prensa hablada y escrita, se promueva un conversatorio para entender mejor este animal hermoso con más pasado que nosotros.

El toro de lidia es erudito en sostenibilidad. Su rusticidad le ha permitido llegar hasta nuestros tiempos, no es exigente en calidad de pasturas, pero sí en cantidad y desde luego la calidad del agua es fundamental para que se mantenga bien, es un animal que ocupa espacios amplios, y va desde el nivel del mar hasta los 4.000 metros de altura.

En España, donde tiene sus mejores cultores y críticos la primera corrida data del año 1128 en la boda de Alfonso VII de Catilla.

En América la primera ganadería brava la estableció en México, Juan Gutiérrez Altamirano en el año 1523 y la primera corrida se llevó a cabo el 24 de junio del mismo año.

Un toro con historia, con tragedias a cuestas, pero con muchas narraciones que hablan de su grandeza, un toro que la humanidad debe preservar y que la única manera de hacerlo es manteniendo la fiesta viva.

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