Pasando por un inusual episodio con un matador al que le tocaron orejas ya con el toro retirado. Una jornada de contrastes que mantuvo viva la pasión y el debate en torno a la fiesta brava.
Redacción: Jerónimo Baquero Toro’s
El episodio más insólito se vivió con el quinto de la tarde, un ejemplar de la prestigiosa ganadería de Ernesto Gutiérrez. El matador, tras firmar una faena de mérito, se dispuso a dar la vuelta al ruedo sin trofeos, hasta que se le concedieron las orejas. El problema fue que los muleros, ignorantes de la concesión, ya habían retirado al toro. El diestro, obligado a comenzar su recorrido sin las orejas físicas del animal lidiado, protagonizó una imagen que pocos alcanzaron a comprender en el momento, pero que luego encendió la discusión sobre la coordinación en el palco presidencial y la labor de arrastre. Un suceso extraño que dejó en evidencia la necesidad de mayor atención en los tiempos y decisiones del espectáculo.
UNA TARDE DE CONTRASTES
La corrida de feria en Arbeláez será recordada no solo por la entrega de toreros y el juego de los astados, sino también por esos detalles que, aunque secundarios, definen la grandeza o la precariedad de una jornada taurina. La buena organización empresarial contrasta con la improvisación de algunos subalternos y con la falta de rigor en la entrega de la plaza. Los fallos de protocolo musical y el curioso episodio del quinto toro son advertencias para corregir de cara al futuro.
Porque la tauromaquia, más allá de la pasión y el arte, exige respeto por los símbolos, orden en la liturgia y cuidado en cada gesto. La plaza es templo, y el ruedo, escenario de vida y muerte. En Arbeláez se vivió una tarde de emociones intensas, donde lo bueno dejó esperanza, lo malo sirvió de advertencia, lo feo fue un llamado de atención y lo insólito quedará en la memoria como anécdota. La feria sigue, y la afición espera que la grandeza de la fiesta siempre prevalezca sobre sus sombras.























