Cali Cierra su Feria, Colombo y Luis David a Hombros

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Cali cierra su feria con toros de buen juego, Colombo y Luis David a hombros y un posible adiós a la plaza

Redacción: David Jaramillo

Una mezcla de emoción, resignación y memoria se sentó en los tendidos de la plaza de toros de Cañaveralejo en la quinta y última corrida de la Feria de Cali. Alrededor de un tercio de entrada respondió a la convocatoria en una tarde que, por calidad del encierro y pasajes de lidia, fue la mejor del ciclo. Pero también, casi con certeza, la última que verá esta plaza antes del posible cierre definitivo de su historia taurina. Todo lo que sucedía tenía un eco más profundo… ¿no sería esta la última vez que Cali los vería toros en su arena?

El primero, noble y de entrega creciente, permitió a José Arcila trazar una faena bien construida, con buen sentido del temple y un inicio inteligente a media altura para fijar al toro. Cuando el animal se entregó, el manizaleño apretó con dos series ligadas y mandonas que dejaron ver su oficio, pero el astado optó por rajarse y cerró la puerta a un triunfo mayor. La espada, además, fue un obstáculo. El cuarto le ofreció menos margen: fue un toro exigente, de embestidas cortas e impetuosas, que se revolvía pronto y que pedía autoridad. Arcila no se encontró cómodo en ningún momento, y la plaza terminó reconociendo más al toro que al torero.

Luis David alternó voluntad con desacierto. En su primero, un animal indeciso que amagaba con querer pero nunca terminaba de entregarse, dejó muletazos sueltos de buen trazo, pero sin cohesión ni pulso. Compartió banderillas con Colombo en un tercio alegre, pero sin redondez. En el quinto, tras un saludo a porta gayola y un vistoso quite por zapopinas, volvió amostrar su buena intención en el segundo tercio. Luego, su faena empezó con ímpetu —incluido un cambiado por la espalda que buscaba calentar el ambiente— pero el toro, fijo aunque sin entrega final, fue diluyendo cualquier posibilidad de vuelo. La estocada, en la suerte de recibir, cayó en buen sitio y elevó los ánimos, pero el premio de las dos orejas resultó claramente excesivo.

Jesús Enrique Colombo tuvo el toro de más emoción de la tarde, “Mochuelo”, de buena condición, acometió con transmisión desde el principio. Sorprendió al torero en los primeros compases, pero Colombosupo corregir la distancia, tomarle el pulso y, sobre todo, asentarse en los medios con una estructura que fue de menos a más. Las series, ligadas, y subrayadas por la chispa del toro, levantaron al público. Fue la única faena que verdaderamente emocionó de principio a fin. La estocada, rotunda, cerró la tarde por todo lo alto: dos orejas y vuelta al ruedo para el toro. Una rúbrica que parecía escrita para un cierre que, por cómo se vivió, tuvo más de homenaje que de festejo regular.

Y es que sobre toda la tarde sobrevoló una melancolía difícil de explicar. No era tristeza abierta, pero sí una conciencia compartida: la que nace al saberse ante algo que se acaba, aunque aún no se haya pronunciado la última palabra. Cali, como tantas otras plazas, parece caminar hacia el silencio. Si esta fue la despedida, al menos tuvo contenido: toros que ofrecieron juego, toreros que lo intentaron y una emoción difícil de impostar. Porque lo que pasó ayer en Cañaveralejo no fue solo una corrida. Fue una memoria latiendo. Fue una pregunta sin respuesta. Y fue, tal vez, el adiós de un lenguaje que esta ciudad ya no podrá volver a hablar.

 

 

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