2ª de Cali: Pundonor Sin Premio Ante un Deslucido Campo Real

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Corrida áspera y deslucida de Campo Real que exigió a la terna un esfuerzo constante sin apenas recompensa. Solo Joaquín Galdós logró tocar pelo, mientras Román y Zulueta mostraron pundonor y profesionalidad frente a un encierro falto de entrega y lleno de complicaciones.

Redacción: Jerónimo Baquero Toro

Cali – Colombia. La tarde en el coso fue un auténtico ejercicio de resistencia y vergüenza torera. Se lidió un encierro de Campo Real que, salvo el honroso segundo, ofreció escasas opciones de lucimiento. Una corrida marcada por la mansedumbre, la falta de fuerzas y, en el cierre, el peligro sordo, que obligó a los tres espadas a emplearse a fondo en una lucha constante que, en la mayoría de los casos, no encontró el eco esperado en los tendidos.

ROMÁN: VERGÜENZA TORERA FRENTE A LO IMPOSIBLE

Román Collado cargó con el lote menos agradecido de la tarde. Su primero fue un manso descastado, de arreones bruscos y querencias claras a las tablas, que se desentendía de la pelea. El valenciano puso toda la carne en el asador: decisión, firmeza y una voluntad a prueba de todo para tratar de sujetar lo que no quería ser sujeto. Sin embargo, su labor quedó empañada por el mal uso de los aceros, escuchando dos avisos.

En el cuarto, ante un toro reservón y muy justo de fuerzas, Román volvió a vaciarse en una faena de entrega absoluta, exprimiendo cada embestida con oficio y determinación. De nuevo, la tizona fue su cruz y el resultado se saldó con silencio tras otros dos avisos.

JOAQUÍN GALDÓS: EL ÚNICO TROFEO DE LA TARDE

El momento de mayor brillo llegó en el segundo capítulo. Joaquín Galdós se encontró con el ejemplar más completo del encierro: un toro encastado, bravo y fijo en la embestida. Lo recibió con verónicas templadas y, ya con la muleta, cuajó una faena bien planteada, de firmeza y pulso.

Aunque por momentos se echó en falta algo más de despaciosidad para paladear la casta del de Campo Real, una media lagartijera fulminante fue suficiente para que el palco concediera la única oreja del festejo. En el quinto, un toro que se vino a menos, el peruano dejó detalles de torería y solvencia técnica, saludando al tercio tras una estocada efectiva sin necesidad de puntilla.

JAVIER ZULUETA: TÉCNICA Y VALOR ANTE LA ADVERSIDAD

Javier Zulueta vivió las dos caras de la moneda. En su primero, un toro noble pero falto de transmisión, ofreció una lección de técnica, colocación y esfuerzo, aunque la faena no terminó de prender en los tendidos. Los dos avisos tras el desacierto con la espada enfriaron aún más el balance.

Lo más duro llegó en el sexto, un manso con peligro que puso en serios aprietos tanto a la cuadrilla como al propio matador. Zulueta dio la cara en una papeleta de máxima dificultad, pasando momentos de verdadera angustia. El atasco con los aceros dejó todo en un respetuoso silencio tras el mal trago.

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