La Coleta de Morante

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Redacción: Jorge Arturo Díaz Reyes
El 12 de octubre pasado, a las ocho y media de la noche, en los medios de unas Ventas, repleta y desquiciada de ovaciones, José Antonio Morante de la Puebla, con 28 años de torero, se arrancó la coleta en llanto, exclamando: ¡No puedo más!
El toro desorejado del triunfo, Tripulante; Garcigrande, colorado, bien cuatreño, de 554 kilos, astifino, le había cogido muy duro de salida. Sollozante, flanqueado por sus hombres, mostrando la desgajada castañeta, caminó cabizbajo hacia las tablas. Antes de llegar topó con el bizarro Fernando Robleño, cuya despedida era la que se había anunciado esa tarde, quien lo abrazó con gesto fúnebre.
En un instante la fiesta desaforada se había convertido en asombro, en pesar, en duelo. Nadie lo esperaba. Minutos después, abajo en la sala de prensa, “Barquerito”, ecuánime siempre, comenzó a teclear su crónica: “Morante se corta la coleta en un clima apoteósico. Tras una faena magistral…, premiada con las dos orejas, sorprende a todos con una decisión probablemente premeditada”.
Sintetizaba la escena culminante de toda la temporada (mundial). Sin importar que no hubiese terminado la corrida, ni que al día siguiente hubiese una más en Zaragoza, y seis días después otra en Jaén. Aquel nocturno y conmovedor acto final de Madrid, fue el non plus ultra. Los titulares también sollozaron.
Zabala de la Serna en El Mundo: Adiós del más grande por la Puerta Grande más triste. Patricia Prudencio:  Entrega el alma y toca el cielo a hombros en la tarde en que se corta la coleta. Álvaro Rodríguez del Moral: Se ha cortado la coleta inesperadamente en la plaza de Las Ventas, bañado en lágrimas, en una tarde pletórica…
 
Y por su parte, no pocos aficionados (morantistas devotos), como tantos otros en la historia, repitieron el conocido plañir: Se ha ido el último torero, no volvemos”. Todo un drama romántico, intenso, sentimental…, quizá cursi para cualquier no iniciado en las abismales pasiones del toreo. Pero días después, Morante volvería a sorprender: “No me corté la coleta, me la quité”.
Y hoy, a dos meses del acontecimiento (“probablemente premeditado”), los empresarios, que comienzan a rematar carteles de ferias para el año entrante, dicen buscar y exigir su regreso…  ¿Ilusión?
Contrario a lo que exclamó en Las Ventas cuando se quitó el añadido, ¿sí podrá más? ¿Podrá volver a colocárselo, ir a la plaza y lograr la reconversión de los aficionados que anunciaron el fin de su afición aquella reciente, triunfal y triste noche?
Son públicos sus incapacitantes padecimientos. ¿Podrá? ¿Tendrían que ser eternos los artistas, para que nadie dejara de amar el arte?

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