Leña, Variedad y Arte, Encumbran a Emilio de Justo

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La corrida de Guachicono en Cali se caracterizó por tener muy buena cara, pitones veletos, prolongados, astifinos (leña), algunos justos de carnes y de juegos muy variados, pasando del bravo al manso, del encastado al sin chispa, del enclasado al desclasado, del noble al del peligro, en fin, una gama que la hizo interesante.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

Cali – Colombia. Cuando se tiene la responsabilidad de comunicar se conjuga un mundo de información que muchas veces se torna una mara compleja de registrar, pues en estas tareas se deben trazar límites entre los sentires, las percepciones, la ética (hoy muy olvidada en todos los campos), el conocimiento y otro sin número de detalles que a la postre nos puede señalar como aduladores o verdugos. Sin duda se hace todo lo posible para llegar a la objetividad, pero como lo que se describe tiene que ver mucho con el misticismo y el arte, solo nos queda sujetarnos de los cánones explícitos de la tauromaquia establecidos a través de su historia.

Se ha venido últimamente discutiendo con lo que debe ser el trapío (condición fenotípica) del toro para las plazas de primera categoría, tal vez se ha tomado como referencia las plazas de Madrid y Sevilla en España, lo único tal vez para poder llegar a un buen consenso es que los ganaderos sean muy rigurosos con cada registro para concordar en fundamento con «edad y peso». Ya el tema de uniformidad y otros detalles quedará en manos de los veedores tanto de la empresa como de los actuantes, es claro decirlo que el sentido comercial es básico, el ganadero oferta, quien lo requiere decide si lo ofrecido colma la necesidad o no. Sin mucha floritura se creería que aquí en estas líneas se comparte las responsabilidades.

Sin duda con la tercera corrida de la denomina «Mejor Feria de América», es deber destacar en primera instancia al bonito toro burraco llamado «Comediante», marcado con el número 736 y en tablas con registro de peso de 458 kilos, pues dejó grata sensación y permitió al Torero de Cáceres expresar su concepto. El Guachicono en mención gozó, a parte del buen trapío de condiciones muy favorables para la lidia, en primera instancia ímpetu, acompañado de fijeza, galope, bravura, casta y nobleza, un conjunto de virtudes que en manos de un artista dejan huella de calado grande. Pues ese buen torero, por fortuna para todos, empresa, ganadero, aficionados y público en general fue el Español Emilio de Justo, torero con credenciales que sin duda gustan en todas las plazas: firmeza, sitio, mucho mando, temple exquisito y ejecutorias con mano baja que hacen sensibilizar hasta el duro de corazón. Los artistas cuidan todos los detalles y el de Cáceres sí que lo tiene claro, orienta su cuadrilla, con rapidez determina los terrenos, las distancias, define y dosifica las ejecutorias y se gusta sin cesar. Que concierto de torería se vivió por fortuna. En sintéticas palabras leña, variedad y arte encumbran a Emilio de Justo en Cali.

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