De Reparto en la 3ª de Cali: Cuando la Lidia se Escribe a Pie Firme

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La labor de los subalternos fue el andamiaje invisible que permitió que la tarde caminara con orden, que el toro estuviera donde debía estar y que el espectáculo no se rompiera. En Cali, esta vez, el protagonismo no gritó: se trabajó. Y en ese trabajo silencioso, serio y profesional, se escribió una de página auténtica de la feria.

Redacción: Andrey Gerardo Márquez Garzón – www.enelcallejon.co/ – Web Aliada

Cali – Colombia. La tercera corrida de la Feria de Cali no fue una tarde de alharacas ni de triunfalismos fáciles. Fue, ante todo, una corrida de lectura técnica, de observación minuciosa y de sensibilidad taurina. Una de esas funciones que no se comprenden del todo desde el primer vistazo, pero que se agigantan cuando se analizan los detalles. Y si hubo un hilo conductor que sostuvo el pulso de la tarde, ese fue, sin lugar a dudas, el trabajo serio, atento y comprometido de los subalternos, verdaderos custodios del orden de la lidia.

Con un encierro de Ernesto Gutiérrez de bravura justa y casta contenida, toros que no regalaron nada y exigieron colocación, oficio y cabeza fría, la corrida obligó a cuadrillas concentradas, a peones con los pies bien plantados en el albero y la mirada siempre en el toro. En ese escenario, la labor subalterna cobró un protagonismo especial, muchas veces silencioso, pero decisivo para que la lidia no se descompusiera.

Desde el primer toro quedó claro el tono de la tarde. Edgar Arandia firmó una buena vara, bien medida y colocada, que fue justamente aplaudida por el tendido, consciente de la importancia de picar sin ahogar, pero sin dejar crecer al astado. En la brega, Carlos Rodríguez “Garrido” entendió el momento exacto para fijar y sacar al toro de los terrenos comprometidos, mientras Jhon Jairo Suaza elevó el nivel con dos grandes pares de banderillas, ejecutados con sabiduría, reunión y salida limpia. Andrés Herrera, por su parte, dejó un gran par, además de un quite oportuno, demostrando oficio y sentido del toro.

El segundo ejemplar volvió a poner a prueba a las cuadrillas. Miguel Ángel Muñoz en varas tuvo que rectificar en el puyazo, muestra de que el toro pedía correcciones inmediatas. En ese contexto, Álvaro Montes destacó con una brega muy buena: templada, justa y oportuna, sin aspavientos, pero con una claridad que permitió llevar al toro cosido al capote. Iván Darío Giraldo dejó un buen primer par de banderillas, aunque en el segundo pasó apuros, mientras Jaime Devia se embrocó sin lograr martillar, reflejo de una tarde en la que nada resultó sencillo.

El tercer toro confirmó que la corrida no iba a regalar lucimiento. Juan García dejó una buena vara, nuevamente reconocida por el público. Alex Benavidez cumplió con solvencia en la brega, manteniendo el orden y evitando descomposiciones. Emerson Pineda se lució con muy buenos pares de banderillas, ejecutados con exposición y verdad, mientras David Prieto no tuvo suerte, recordando que en el ruedo también cuenta el azar, incluso cuando hay disposición.

En el cuarto turno, Efraín Ospina firmó un buen puyazo dosificado, entendiendo la condición del toro y la necesidad de no castigarlo en exceso. La brega, curiosamente, no fue realizada por Jhon Jairo Suaza, sino por el propio matador, señal de que la lidia se fue reacomodando sobre la marcha. Carlos Rodríguez “Garrido” y Andrés Herrera brillaron con buenos pares de banderillas, de ejecución limpia y colocación certera, lo que les valió saludar montera en mano, gesto que el público agradeció con justicia.

El quinto toro volvió a evidenciar la complejidad del encierro. Luis Viloria dejó una muy buena vara, precisa y bien administrada. Sin embargo, Álvaro Montes volvió a una brega eficiente, lo curioso es que es labor debía realizarla Iván Darío Giraldo lo que generó interrogantes en el tendido. Iván Darío Giraldo y Andrés Herrera pasaron fatigas con los palos, enfrentando un astado que se movía con algo de sentido y exigía decisión.

El sexto cerró la tarde manteniendo la tónica. William Torres cumplió con una buena vara, y en banderillas Alex Benavidez dejó un buen par, mientras David Prieto ejecutó con corrección, aunque le faltó efectividad para redondear su actuación.

Más allá de los nombres propios de los Matadores, el compromiso sin alardes de Luis Bolívar, la tarde gris de Alejandro Talavante o la irrupción honrada y valiente de Olga Casado, que conquistó al tendido desde la verdad, la corrida dejó una enseñanza clara: cuando el toro no es de alfombra roja, la tauromaquia se sostiene desde la técnica, el oficio y la atención permanente de las cuadrillas.

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