Las imágenes de la primera tarde taurina en Cali retratan técnica, emoción y verdad, confirmando el regreso de una plaza viva y exigente.
Redacción: William Cortés
Cali – Colombia. Las fotografías de la primera tarde de toros en Cali no solo documentan un festejo: revelan el pulso exacto de una plaza que despertó con hambre de toro. En los encuadres se aprecia el brillo tenso del albero recién regado, la seriedad de los toros en chiqueros y ese instante previo a la suelta en el que todo es silencio y expectativa. La lidia arranca con capotes abiertos, verónicas templadas y un toro que humilla con clase, metiendo la cara abajo y siguiendo los vuelos con fijeza. Las imágenes captan la reunión exacta entre embroque y salida, el pitón rozando la tela, y la plaza, aún fría, comenzando a romper en olés sinceros.
En el tercio de banderillas, los fotógrafos congelan la verdad del toro: galope alegre, codicia medida y poder contenido. Se ven pares al quiebro bien clavados, en lo alto, levantando la embestida, y luego la faena de muleta, donde el temple se impone al ímpetu. Los muletazos ligados, el cite adelantado y la colocación firme del torero construyen una obra de pulso y mando que las instantáneas narran sin palabras. Cali reaparece en estas fotos como plaza de criterio, exigente y sensible, donde la técnica se valora tanto como la emoción, y donde cada pase es un diálogo honesto entre hombre y toro.
























