Un nuevo escenario y una revolución tras el adiós de Morante: los toreros del 2026 y un invierno con casi 10 plazas a concurso
La retirada de Morante de la Puebla ha abierto un nuevo escenario en el toreo, un auténtico punto de inflexión que marcará la configuración de las ferias de 2026. Con casi una decena de plazas importantes pendientes de adjudicación —Sevilla (Pagés), Málaga (Lances de Futuro), Zaragoza (Zúñiga y Toros), Albacete (UTE Casas-Amador), Guadalajara (Funtausa), Cáceres (Lances de Futuro) y Alicante (Eventos Mare Nostrum)—, el invierno taurino se presenta como una revolución tanto en los despachos como en los ruedos. La gestión de estos cosos será determinante para definir el rumbo de la próxima temporada y el equilibrio entre figuras consagradas y nuevos valores.
En este nuevo panorama, los toreros jóvenes están llamados a ser protagonistas. Con Roca Rey como figura indiscutible y eje sobre el que gira el escalafón, nombres como Borja Jiménez —ya rozando el cielo de las figuras—, Daniel Luque, Emilio de Justo, Tomás Rufo, Juan Ortega, Fernando Adrián o Pablo Aguado, deben marcar también el paso durante la campaña venidera, esa donde ya no estará la figura de José Antonio Morante de la Puebla.
Una serie de toreros donde no puede faltar un Manuel Escribano que merece otro trato en las ferias más allá de su apuesta con hierros como Victorino o Miura. Trato aparte merece Alejandro Talavante; primero del escalafón, dando el paso adelante no sólo en ferias de relevancia sino en plazas de segunda y tercera categoría, es una base sobre la que pivotar buena parte de los abonos en 2026, toda vez que también ha sido uno de los triunfadores de este año que ahora acaba —y única puerta grande de San Isidro—.
En este artículo también hay que tener en cuenta a tres figuras que ya han sobrepasado los cuatro lustros de alternativa: Sebastián Castella, José María Manzanares y Miguel Ángel Perera. Una serie de toreros con un currículum fuera de toda duda que, junto a sus apoderados, deben entender que el futuro no pasa por verlos anunciados en un mismo cartel, sino por hacerlo con aquellos que piden paso, como años atrás lo hicieron con ellos.
Ese relevo generacional también se vislumbra en una serie de toreros —que no siempre suman demasiados contratos a sus espaldas desde que tomaron la alternativa— y que han dado argumentos durante la temporada para reclamar su sitio en la campaña de 2026. Ahí encontramos a espadas como David de Miranda, Víctor Hernández, Fortes, Aarón Palacio, Marco Pérez, David Galván, José Fernando Molina, Joaquín Galdós, Esaú Fernández, Samuel Navalón, Clemente, Ismael Martín o Jarocho, entre otros.
A estos hay que unir otros como Diego Urdiales, Paco Ureña, Morenito de Aranda, Román o Ginés Marín, matadores de toros con mayor presencia en las ferias, pero que luchan por no tener que empezar de cero cada campaña, con todo lo que ello conlleva. La suma de años de alternativa de las figuras consagradas y el adiós de Morante deberían propiciar esa apertura tan demandada de carteles. Un proceso que, ni mucho menos, debe hacerse de golpe, sino de forma progresiva,para que los públicos también formen parte de esta nueva etapa que va a vivir el toreo.
Los empresarios que opten a gestionar plazas de tanta relevancia deben apostar por el equilibrio, combinando veteranía y juventud con esas ganaderías en buen momento, lleven estas una sangre u otra. Solo así se logrará que el toreo mire al futuro sin perder su esencia. Respetar el estatus de las figuras es indudablemente necesario, pero también lo es abrir la puerta a los nuevos valores que garantizan la continuidad del espectáculo.
El toreo no puede quedarse anclado ni anquilosado en el pasado. Las empresas deben realizar un esfuerzo para ofrecer una temporada con sentido, mientras que los toreros deben asumir la responsabilidad de llevar sobre sus espaldas el peso artístico de la temporada. La competencia debe ser la base del éxito y, pese al vacío que ha dejado Morante —imposible de reemplazar— y al ocaso de la carrera de otros matadores, el futuro pasa por ciertos nombres que ya están en boca del aficionado.
Para mantener el interés del público, se hace imprescindible ofrecer alicientes: ganaderías que rompan con la monotonía, carteles que despierten una rivalidad auténtica entre los propios toreros, anunciando, cómo no, encontronazos entre dos espadas o encerronas con argumento y sentido. La creatividad y el ingenio deben sustituir al “cambio de cromos” o al anuncio de espadas que ya no atraen al aficionado.
Finalmente, la regeneración del toreo pasa también por estrechar lazos entre los países taurinos. Encontrar figuras de proyección internacional o apostar por aquellas que ya han dado argumentos sobrados —como en su día lo fueron César Rincón o, actualmente, el propio Roca Rey— es esencial para mantener viva la llama del toreo a los dos lados del océano. Nombres como Colombo (Venezuela), Joaquín Galdós (Perú), Juan de Castilla (Colombia) o San Román (México) son ejemplo de ese necesario relevo
En este saco, aunque a medio plazo, hay que ir marcando en rojo a una prometedora generación de novilleros con picadores —Tomás Bastos (Portugal), Emiliano Osornio (México), El Mene, Julio Méndez, Julio Norte u Olga Casado— que pronto llamarán a las puertas de la alternativa. Esos a los que poco a poco se irán uniendo otros sin caballos a los que se vislumbra un interesante porvenir. Esos, a los que hay que unir también una amalgama de rejoneadores asentados en la élite —Diego Ventura, Lea Vicens o Hermoso de Mendoza—, amén de veteranos y jóvenes que merecen también su sitio en las ferias.
Es el momento de la apuesta, del paso adelante, en un momento clave de la historia del toreo. Mimbres hay para hacer el cesto; ahora es el momento de que esos empresarios demuestren que están aquí por afición y no por conformismo. El futuro del toreo está en marcha, y el invierno que se avecina será decisivo para definirlo.























