Una oda al caballo y a la vida: Luigi Echeverri inaugura la VI Bienal Internacional de la Tauromaquia
Jerez de la Frontera, octubre de 2025 — Bajo el cielo andaluz y entre los muros del Alcázar de Jerez, el rejoneador colombiano Luis Guillermo “Luigi” Echeverri abrió la VI Bienal Internacional de la Tauromaquia con una intervención que fue mucho más que una conferencia: fue un canto a la nobleza del caballo, una reflexión sobre la universalidad del arte taurino y una invitación a comprender la tauromaquia como filosofía de vida.
La charla inaugural, titulada “Historia del milenario arte del toreo a caballo”, se convirtió en un manifiesto poético y ético. Luigi, con voz serena y mirada profunda, relató cómo el caballo ha sido compañero del hombre en sus gestas, en sus silencios y en sus duelos con la naturaleza. “El toreo a caballo —dijo— no es solo técnica ni espectáculo; es una oda a la nobleza, una forma de convivir con la muerte para entender mejor la vida”.
Tauromaquia como espacio de convivencia
EL colombiano propuso ver la tauromaquia como un espacio de convivencia, donde la pasión y la supervivencia se entrelazan en un rito que nos recuerda nuestra fragilidad y nuestra dignidad.
“La tauromaquia —afirmó— nos ayuda a pasar dignamente por la vida. Nos enseña a mirar de frente lo inevitable, a convivir con lo que nos supera, y a hacerlo con arte, con respeto, con valor”.
Un llamado a la universalidad
En su discurso, el rejoneador colombiano hizo un llamado a comprender la tauromaquia en su dimensión universal: como expresión cultural que trasciende fronteras, como símbolo de la relación entre el ser humano y su entorno.
“No es una práctica local ni una tradición aislada —expresó—. Es una forma de estar en el mundo, de dialogar con la naturaleza, de celebrar la vida incluso en presencia de la muerte”.
Luigi Echeverri: jinete, pensador, embajador
Abogado, economista agrícola y ganadero, Luigi Echeverría ha hecho del rejoneo su arte y su causa. Su presencia en Jerez reafirma el papel de Colombia en el diálogo internacional sobre tauromaquia.
Su intervención fue recibida con respeto y admiración por los asistentes, que vieron en él no solo a un jinete, sino a un pensador que honra la tradición sin dejar de interpelar el presente.
La VI Bienal Internacional de la Tauromaquia continúa con exposiciones, mesas redondas y presentaciones artísticas, pero la huella de la charla inaugural de Luigi Echeverría quedará como un eco profundo: el de un hombre que cabalga entre la historia y la filosofía, entre la arena y la palabra.
Texto completo de la interpretación
El hombre no sería el hombre que ha sido a lo largo de la historia, si no fuera por la nobleza del caballo, que ha sido su mejor compañero y amigo a lo largo del desarrollo de la civilización.
La naturaleza le entregó al hombre el caballo y su nobleza para que pudiese sobre su lomo magnificar toda su humanidad, de ello dan cuenta todas las manifestaciones artísticas que expresan cuan profunda ha sido la relación entre el caballo y los jinetes que han liderado los pueblos con el pasar de los siglos.
La nobleza del caballo llevó al hombre de la caverna a las planicies, le permitió arar y cultivar la tierra, le ayudó a cuidar y a manejar los ganados que le dieron de comer a sus gentes, y especialmente en las tierras peninsulares, le dio el poder de cazar y alancear el toro salvaje que ha sido el principal símbolo de adoración al poderío de la naturaleza animal.
La nobleza del caballo le dio al hombre antiguo la capacidad de volar, de multiplicar su fuerza, su velocidad y su poderío, le dio libertad y movilidad, le permitió la conquista sobre la tierra, lo acompañó a atravesar los mares, a gestar el intercambio cultural y comercial y les abrió a los jinetes guerreros un mítico camino a las estrellas después de su paso por este mundo.
La nobleza y las virtudes del caballo a lo largo de los siglos amplió la inspiración y creatividad del hombre convirtiéndolo en jinete, agricultor, guerrero, conquistador, artista, filosofo, pintor, escritor, arquitecto, y en muchas otras cosas que logró desde que el caballo le permitió viajar sobre sus lomos para que desde allí pudiese volar a galope tendido sus sueños de grandeza a lo largo de lo que ha sido nuestra civilización.
Convengamos que el arte todo, es materia inexplicable que se manifiesta en los sentimientos que transmite la creatividad humana plasmada con sensibilidad en una infinita gama de expresiones. La tauromaquia no escapa del concepto más puro del arte, y su origen surge de ese encuentro milenario y la conjunción espiritual de todos los pueblos que habitaron la península con el caballo y su nobleza, su brío y belleza, y con el toro bravo y su infinito poderío.
La tauromaquia brota de esa amalgama del hombre de campo, de su sabiduría, valentía, lealtad y entrega y amor a los dos animales más adorados por todas las civilizaciones que les han rendido culto en sus manifestaciones artísticas, desde Altamira hasta hoy, dejando una profunda huella cultural que simboliza ante elmundo entero esta tierra donde se besan el Atlántico y el Mediterráneo.
La tauromaquia es la interpretación artística más noble y pura de la vida, en la cual todos los participantes en la lidia se juegan la existencia en una infinita representación estética de cuanto acontece en la existencia, plasmada en un baile con la muerte donde solo sobrevive el mejor.
El toreo a caballo surge de la inspiración del hombre ibero al querer volar convertido en jinete capaz de bregar, desafiar y vencer al toro bravo. De allí nace ese arte único, tríplice, pues conjuga a la perfección en la interpretación del arte ecuestre, el arte que representa el profundo conocimiento del comportamiento y la lidia del toro bravo, y el dominio del arte escénico interpretado con la gracia, elegancia, entrega y oficio que demanda el respetable.
El toreo a caballo como destreza de campo inspiró la evolución de la tauromaquia ecuestre y de a pie, comprendidas como las artes escénicas que han sido a lo largo de la historia de toda la cultura ibérica, mediterránea e hispanoamericana, y que han sido fuente de inspiración de todas las demás manifestaciones artísticas imaginables; de las bellas artes: música, arquitectura, canto, danza, escultura y cine; de las aplicadas: diseño gráfico, de interiores y moda; de las artes visuales: dibujo, pintura, fotografía y el arte digital; de las artes escénicas: drama teatro, ópera, zarzuela, equitación; y de las artes literarias: poesía, literatura y narrativa, drama y poesía.
El milenario arte del toreo a caballo es la expresión más real de cuanto encarna ese trance obligado entre la vida y la muerte, del que surge la pasión con que nos expresamos todos los seres de la naturaleza. Es una lucha artística en donde no hay ventajas, donde cada uno, el toro, el caballo y su jinete, tres seres que han sido inseparables a lo largo de los siglos, se hacen merecedores de su propio destino en el transcurso de la lidia; algo que solo puede ocurrir cuando un caballero y sus caballos artistas juntan el valor y la destreza necesarias para vencer el miedo que se siente al enfrentarse con arte al poderío infinito de las embestidas del toro bravo, que a fin de cuentas es, el que siempre pone las condiciones.
El caballo convierte el guerrero en jinete, y entre ambos crean el juego de toros.
Se puede decir que la historia del milenario arte del toreo a caballo es el origen primario de todo lo que hoy se conoce como el arte taurino o tauromaquia, incluido el toreo de a pie y todas las derivaciones artísticas que inspiran las suertes o modalidades de lidia de reses bravas. Con esto significamos que la tauromaquia proviene de la práctica antigua del toreo a caballo en el campo como derivación del alanceo de los toros salvajes para la caza y luego en los juegos de cañas y festividades de toros donde se lanceaban en las plazas y también se aguantaba sus embestidas con la garrocha, lo cual derivó luego en el rejoneo a la jineta como aporte a la formación de las tradiciones y la cultura ibérica de los caballeros nobles de las Españas, ayudados por cuadrillas de a pie que se valían de una capa o capote para ayudar a los caballeros y picadores y de muleta y espada para dar cuenta de aquellas fieras.
Al iniciar las investigaciones que precedieron este trabajo, nos preguntamos porque tiene tanta importancia y valor histórico y cultural del toreo a caballo y su origen milenario, tartáreo, celta e ibero, sociedades que se relacionaron con los griegos, los fenicios y por medio de estos con los etruscos, y cuyas costumbres ecuestres y de juguetear con toros pasaron a los periodos celtibérico, romano, de Hispania y Lusitania, moro, andaluz, y cristiano, para luego transformarse en la interpretación de “el arte del uso del rejón” en la era renacentista, conservándose como una tradición escondida hasta llegar al toreo a caballo contemporáneo. Y la respuesta no es otra que, culturalmente el toreo a caballo es la manifestación e interpretación más pura que se ha conservado hasta hoy, de todo lo que ha representado la virtud de la nobleza del caballo para el hombre a lo largo del desarrollo de la civilización.
Torear a caballo es juguetear y lidiar ganado bravo con total dominio de la ca, proviene de la transformación decantada en el tiempo de lo que fuera la “la caza y el manejo de los ganados salvajes de a caballo, del encuentro con el indómito y poderoso toro bravo de las iberias a campo abierto mediante la utilización de lanzas y garrochas”.
En estas tierras se alanceaban toros en el campo para la subsistencia humana, en el manejo de las dehesas ganaderas y como entrenamiento de jinetes mercenarios para la guerra desde mucho antes de la era cristiana. Y esas prácticas que evolucionaron como destreza y costumbre campera, luego se convirtieron en atracción en las festividades de los pueblos y ciudades, donde la nobleza caballeresca fue la que acuñó su práctica hasta convertirla en “el arte de torear a caballo” o como lo denominara Don Luis de Trexo en sus 12 “advertencias y obligaciones para torear con el rejón”, publicadas en Madrid hace cuatro siglos (1639), actividad que con el pasar de los tiempos le dio origen y espacio a la formación de la lidia artística de a pie incluida la suerte de varas y a todo el amplio conjunto de expresiones artísticas que integra e inspira la tauromaquia.
Y es que este arte milenario representa la manifestación artística que surge de la noble danza entre la vida y la muerte que interpretan un jinete, su caballo y el toro bravo ibérico. Se trata de la interpretación artística en vivo y en tiempo real que hace gala a la nobleza como virtud de los más maravillosos seres vivientes, y que increíblemente se ha conservado en su forma casi original como la tradición más entrañable entre ese alegre espíritu de las gentes de este gran teatro abierto que llamaran los romanos Hispania.
Del caballo nace el caballero, de la nobleza como su condición natural y madre del arte de la equitación. El caballo encarna la esencia de la nobleza como virtud, una condición que en los humanos solo puede atribuirse a cada individuo que la merezca, porque como el respeto, es algo que hay que ganarse, no se mide en palabras, solo brota del comportamiento manifiesto en hechos loables, testimonio de ello es el arte del toreo juzgado por el toro y el respetable.
Por eso la virtud de la nobleza encierra la posibilidad de entendimiento profundo entre seres que no se comunican con palabras sino por aquel idioma tan hondo en el que se expresan y se perciben todos sus sentidos, aquel idioma mediante el cual evoluciona la doma del caballo y la educación del jinete mediante de la utilización de las ayudas y condicionamiento del caballo a las mismas, lo que llamamos tacto ecuestre y que solo se desarrolla cuando converge una actitud noble del humano y el animal. Y es de allí de donde surge la inspiración y la creatividad que, acompañados de disciplina de trabajo, y expresividad consolidan el talento del jinete de verdad.
El caballo ha sido el mejor amigo y compañero del hombre, y el más importante factor de multiplicación exponencial de las capacidades físicas, imaginativas y creativas del hombre en su transcurrir por los siglos. El toro bravo ha sido el símbolo milenario de poder en todas las culturas incluso anteriores a la de los sumerios, y el milenario arte del toreo a caballo es esa instancia en la que el caballo y su jinete enfrentan al toro para burlar las embestidas en las que cabalga la muerte.
Este pequeño compendio histórico sobre el milenario arte del toreo a caballo es realmente un testimonio sobre la virtud de la nobleza, entendida como personificación de la relación entre el mejor de los caballos, el más bravo de los toros y el mejor de los hombres, todos dispuestos a dar la vida por amor al arte y por el amor que se profesan el humano y la bestia cuando la nobleza es su forma de entenderse. Y para mí, es de ahí de donde nació, quién sabe cuándo, la tauromaquia como arte.
La historia de este arte ecuestre y tauromáquico, ha sido una representación de cuán inmensa puede ser la comunicación entre sentimientos tan profundos, diversos y auténticos como los que experimentamos los hombres de a caballo con nuestras cabalgaduras, tan profunda como la del torero y el toro durante la embestida, como la del amor que nos cautiva a lo largo de la doma, en la plaza, en la batalla y en la cancha deportiva, donde somos artistas, rejoneadores, jinetes, guerreros, vaqueros, picadores y garrochistas. Gracias al caballo y la nobleza que encarna su voluntad de confiarnos la vida al entrar en ese trance infinito de envolverse entre las nobles embestidas del toro que se anuncia y acomete entregando todo su existir sin mentira ni engaño de por medio.
En esencia el toreo a caballo o rejoneo es la manifestación más pura y vívida que hemos conservado a lo largo de los siglos como testimonio de cuán noble ha hecho el caballo a los grandes hombres y guerreros de la historia, a los transformadores de sus pueblos, a los que a lomo de sus monturas llevaron cultura, civilización, educación, conocimiento, tecnologías y bienestar a todos los con fines de la tierra como Alejandro, Julio César, Trajano, como los valientes nativos personificados por líderes como el Viriato, como los aurigas Cayo Apuleyo y Flavio Escorpo, por leyendas como la del Cid Campeador y por los reyes y nobles que hicieron grandes estas tierras y llevaron la cultura hispánica a otros continentes.
Es el milenario arte del toreo de a caballo la esencia de la cual emana todo el arte que representa la tauromaquia y el embrujo que inspira toreros, pintores, escultores, guitarristas, bailadores, poetas y escritores, críticos, historiadores, fotógrafos, y lo más importante, llena de indescriptibles sensaciones y emociones a los aficionados que tienen el privilegio de disfrutar en las plazas, cuán magnánima es la interpretación de este ballet que conjuga golpadas, embestidas, gracia, destreza y expresión de arte puro que desde el ruedo pasa al callejón y se expande en las almas de quienes desde las graderías admiran dos artistas: un caballo y su jinete, que jugando con las embestidas de un toro bravo, hacen estremecer los cuerpos y corazones de quienes acuden a disfrutar de la belleza incomparable de este arte milenario.Acompáñenme señoras y señores, en este viaje por la historia de la que ha sido mi más profunda pasión de vida, la más onda posesión de mi espíritu, de mis recuerdos, y tratemos de extraer de cada período del pasado vivido en estas tierras, el poderío de las expresiones más significativas de los pueblos y de quienes dieron orígenes a esta tradición ecuestre y tauromáquica, interpretada por los nobles artistas de a caballo, los más valientes y más sensibles de cada época, y veamos cómo se ha expandido con la hispanidad a Hispanoamérica y a otras tierras y latitudes.
Un hecho muy particular de la liturgia que representa la tauromaquia y muy probablemente la razón por la cual ha sido a lo largo de toda la historia el espectáculo nacional más popular en las naciones con tradición taurina, es que todas las personas que participan en el toreo se juegan la vida limpia, noble y honestamente, y siendo los toreros personas creyentes, esa interpretación tan pura de todas las realidades de la vida que se dan en un ruedo rompe totalmente con la doble moral propia de la religión y la política para utilizar y manipular la verdad e influir y ejercer poder dentro de la sociedad. Por ello la tauromaquia es una manifestación cultural libre, democrática, interpretada voluntariamente por seres humanos que aportan, valor, inteligencia, lealtad y entrega, hombres y mujeres resueltos a jugarse la vida ante un toro por cumplirle a un respetable que es culto, educado, artísticamente sensible y amante de todas las expresiones de la naturaleza que están representadas por el poderío del todo y la nobleza del caballo en una liturgia que conjuga arte, pasión, colorido, estética y todo tipo de emociones en una ruedo que semeja ese espacio ineludible entre la plenitud de vida y la muerte.
Un mensaje a los humanos de nuestros nobles amigos los caballos, y de la noble verdad que impone el toro y su bravura en el campo y en la plaza, es su súplica de que nos comportemos a la altura de sus virtudes como animales, virtudes que destacan en la naturaleza por su poderío, por su verdad y su entrega a la vida y a la muerte, al servicio de la pasión de nacer, de existir y de morir sin engaños ni mentiras, sin disfraces ni apariencias, sin importarles ni el qué dirán ni las conveniencias individuales, un pedido a que respetemos su condición animal como agradecimiento por habernos llevada hasta alcanzar la civilización, un llamado a que respetemos lo que han sido y lo que son en nuestras vidas y no los humanicemos, ni los utilicemos ideológicamente con ese falso animalismo tan ajeno a la inmensidad de la vida que representa la naturaleza.
Luis Guillermo Echeverri Vélez
Rejoneador de toros. Octubre de 2025






















